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Los guiños de Susana Díaz
En su huida hacia adelante para remontar su fracaso en las primarias, Susana Díaz busca un nuevo argumento político que le permita recuperar la credibilidad perdida y desprenderse del pecado original de haber propiciado el Gobierno del PP. ¿Cómo? “Con guiños a la izquierda”, contestan en su equipo.
Con el primer parpadeo ha intentado sacar un ojo a Izquierda Unida, su antigua coaligada en la legislatura pasada y socia de los socialistas en 27 ayuntamientos andaluces. Díaz quiere dar al antecesor de Antonio Maíllo en la coordinación de IU, y cabeza visible de la minoría contraria a la confluencia con Podemos, Diego Valderas, un cargo que no existe y que para que exista, además, necesita el apoyo de un quorum especial en el Parlamento.
La manera de guiñar su ojo izquierdo no ha sido ni lánguida, ni cándida, ni cómplice. El domingo a mediodía, desde la aldea de El Rocío, víspera del salto a la reja, transmite a Maíllo su decisión de nombrar a Valderas comisionado de la Memoria Histórica y le pide que sea él el que se lo comunique. Horas después, su antiguo socio le contesta por WhatsApp. Más o menos le dice esto: “Susana, dando vueltas a la conversación mantenida, concluyo que no has actuado de manera honesta conmigo cuando me llamas –no para hacerme una propuesta– sino para comunicarme que la vas a hacer sí o sí, pidiéndome que haga de intermediario a un puesto que corresponde al Consejo de Gobierno del que no formo parte ni mi grupo parlamentario apoya ni sostiene. Como supongo que si lo haces, llamarás a Diego para comentárselo, si me llama para consultarlo le expresaré mi opinión”.
No hay retorno de la respuesta de la presidenta de la Junta de Andalucía aunque, también más o menos, podría ser: “Soy Susana, tú me conoces”, desempolvando el lema usado por el PSOE en los vídeos electorales de los comicios andaluces de marzo de 2015. Tampoco hay constancia de la réplica del coordinador de IU, pero podría ser, siempre más o menos: “Quien no la conozca, que la compre”, como le dijo en el debate de investidura de mayo de ese año.
De lo que sí hay certeza es del desconcierto y cierto estupor que el guiño de la presidenta de la Junta ha causado en los suyos. Hay dirigentes que consideran “un error” ofrecer al representante de la minoría crítica de IU un sillón aún inexistente sin pactarlo con la actual dirección porque “profundiza aún más la distancia con IU”. Como en el PSOE andaluz siempre se rema hacia dentro, estas fuentes preguntan si no hay alguien en la órbita socialista idóneo para ocupar ese puesto, otro más.
Los socialistas casi siempre han intentado buscar la complicidad de Izquierda Unida en determinados asuntos, como el rechazo a los presupuestos estatales elaborados por los gobiernos del PP. En estos casos, la imagen conjunta añade fotogenia y sobre todo credibilidad al PSOE. Este año, por ejemplo, esa foto no ha sido posible, porque, a pesar de que los presupuestos de Mariano Rajoy son muy rácanos con Andalucía, Maíllo consideraba que Díaz era copartícipe de los mismos al promover la abstención al Gobierno del Partido Popular.
Para rebatir el hecho de que abrió la puerta a la derecha, la dirigente socialista busca un relato y necesita un nuevo atuendo. Para lo primero, ha tirado de la chequera del Presupuesto de la Junta al proponer matrículas casi gratis a los universitarios que aprueben todas las asignaturas con un cinco pelado y sin tener en cuenta el nivel de renta, como ha desgranado este miércoles en el Parlamento autónomo donde su acento sevillano ha sonado más suave, con muchas eses finales e intermedias. El coste de esa iniciativa es de unos 29 millones de euros, un pellizquito de los 33.239 millones del presupuesto global para 2017.
Díaz aplica el recetario de Manuel Chaves durante sus mandatos cuando Aznar estaba en la Moncloa, cuyo principio activo era el de bueno, bonito y barato. Así surgieron medidas como los complementos a las pensiones asistenciales y no contributivas, el pago de fármacos excluidos de la cartera de la Seguridad Social o la gratuidad de medicamentos para bebés de hasta un año.
Según un informe de la Junta de Andalucía de 2013, una familia andaluza de cuatro miembros y con un dependiente a su cargo puede percibir al año, por varios conceptos, hasta 13.000 euros en prestaciones, lo que significa un sueldo indirecto de más de 1.000 euros mensuales.
En la campaña de las primarias, Díaz se ha quejado en todos los sitios de que le han hecho “un traje horroroso”, porque algunos han transmitido una imagen de ella que no se corresponde con la que ella tiene de sí misma. Más o menos ha dicho esto: “No soy como habéis leído o habéis contado. Que si la Cruzcampo no gusta de Despeñaperros para arriba, que si soy el ala derecha del PSOE, que si lo mío es el socialismo de Los Morancos, que si soy la Khaleesi o madame Botellona o la Merkel del sur de Europa”.
En el PSOE algunos mantienen que el traje no se lo han confeccionado, lo llevaba ya puesto y que su intento de pulir sus muchas y afiladas aristas es un trabajo aún inacabado. También dudan de que aplicar el antiguo recetario de los socialistas andaluces de sacar el talonario tenga eficacia para atraer a los votantes de izquierdas en una sociedad civil andaluza cada vez más vigorosa y donde se cuestiona todo.
¿Con estos gestos logrará retomar la iniciativa política? Está por ver si sale del laberinto, pero mientras guiña con el ojo izquierdo, con el derecho está mirando a Ciudadanos, su sostén parlamentario, que le exige reducir la presión fiscal y la eliminación del impuesto de sucesiones. Un lío, más o menos.
En su huida hacia adelante para remontar su fracaso en las primarias, Susana Díaz busca un nuevo argumento político que le permita recuperar la credibilidad perdida y desprenderse del pecado original de haber propiciado el Gobierno del PP. ¿Cómo? “Con guiños a la izquierda”, contestan en su equipo.
Con el primer parpadeo ha intentado sacar un ojo a Izquierda Unida, su antigua coaligada en la legislatura pasada y socia de los socialistas en 27 ayuntamientos andaluces. Díaz quiere dar al antecesor de Antonio Maíllo en la coordinación de IU, y cabeza visible de la minoría contraria a la confluencia con Podemos, Diego Valderas, un cargo que no existe y que para que exista, además, necesita el apoyo de un quorum especial en el Parlamento.