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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Hombres excluidos

Los hombres se sienten excluidos, dicen, de las reivindicaciones que llevan a cabo las mujeres y el movimiento feminista, y cada vez que llega una fecha conmemorativa se ponen nerviosos, unas veces porque no saben qué decir y otras porque no saben cuándo callarse.

Las razones que dan para sentirse excluidos son, fundamentalmente, tres: la primera que no cuentan con ellos; la segunda, que las medidas que se reivindican van dirigidas a las mujeres y no consideran a los hombres; y la tercera, que muchas de estas iniciativas atacan de forma directa a los hombres.

Todo esto hace pensar que muchos hombres viven en un limbo, es una especie de “planeta burbuja” que unas veces sube y otras baja hasta la Tierra, porque, curiosamente, tampoco se sienten incluidos en toda la estructura de la desigualdad, ni se ven incluidos en los privilegios y beneficios que otorga el machismo a los hombres, ni tampoco se sienten partícipes de todas las críticas, ataques, discriminaciones y violencias que los hombres dirigen a las mujeres. Es cierto que no lo hacen todos los hombres, pero también que se hace en nombre de lo que los hombres han construido como referencia para que cualquiera de ellos se pueda beneficiar de la realidad construida sobre la desigualdad, y mantenida con todos estos instrumentos informales de poder que hacen que quienes los usan y se benefician no se sientan parte de todo ese entramado.

Los hombres lo tienen fácil para incluirse y sentirse incluidos en las reivindicaciones a favor de la Igualdad, sólo tienen que seguir una serie de pasos, como por ejemplo los que se recogen en estos cuatro puntos:

1. Lo primero que tienen que hacer es entender que participar no es ser protagonista, es decir, que se puede participar en las manifestaciones y planteamientos críticos con la desigualdad y a favor de la Igualdad sin llevar la voz cantante, ni decirles a las mujeres qué es lo que tienen que hacer.

2. Lo segundo es realizar una especie de reflexión personal sobre el grado de coincidencia y coherencia que existe entre su vida personal, y aquello que se reivindica en lo que se quiere participar.

3. Lo tercero, entender que la desigualdad no es una entelequia, sino una realidad histórica construida sobre la discriminación de las mujeres, y que son ellas las que se ven apartadas, limitadas, atacadas y olvidadas a la hora de participar, decidir y dirigir, y que, por tanto, es a ellas a quienes hay que situar en los espacios, lugares y tiempos de donde han sido desplazadas por el machismo.

4. Y lo cuarto, tomar conciencia de que el cuestionamiento dirigido a los hombres no es a cada uno de ellos, sino a lo que se hace en nombre de todos los hombres con la pasividad, distancia y permisividad de la gran mayoría de los hombres. Cuando un hombre “no actúa” ante lo que muchos hombres hacen, y se justifica al decir “yo no soy machista”, “yo no soy maltratador”, en realidad adopta una pasividad que permite que otros hagan todo lo que se cuestiona en las reivindicaciones feministas, que es justo lo que se pretende erradicar. La pasividad es un posicionamiento a favor de la desigualdad y su violencia, no es neutralidad.

Los hombres están incluidos dentro de la Igualdad, no puede ser de otro modo, y forman parte de las reivindicaciones del feminismo al exigir la transformación de una realidad de la que los hombres forman parte como “autores intelectuales” y gendarmes del orden establecido. Y la manera de sentirse incluidos y de contribuir de manera activa a esa transformación, no sólo como objetos de la misma, no es exigir que se pase lista en las manifestaciones y actos para que cada uno se vea reconocido e incluido, sino seguir los pasos indicados párrafos arriba, u otros similares, y renunciar a unos privilegios que los llevan a no hacer nada para acabar con la desigualdad, su discriminación y las violencias que se dirigen contra las mujeres, y que cuando haya algo que conmemorar pedir ser incluidos para protagonizarlos.

El movimiento se demuestra andado, pero la transformación se demuestra cambiando, no caminando en las manifestaciones que se celebran determinados días. No se puede ser “rey de la Igualdad por un día”, y soldado de la desigualdad el resto del tiempo.

Los hombres se sienten excluidos, dicen, de las reivindicaciones que llevan a cabo las mujeres y el movimiento feminista, y cada vez que llega una fecha conmemorativa se ponen nerviosos, unas veces porque no saben qué decir y otras porque no saben cuándo callarse.

Las razones que dan para sentirse excluidos son, fundamentalmente, tres: la primera que no cuentan con ellos; la segunda, que las medidas que se reivindican van dirigidas a las mujeres y no consideran a los hombres; y la tercera, que muchas de estas iniciativas atacan de forma directa a los hombres.