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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

¡A hostias!

El machismo disimula a diario para que pase desapercibida su injusticia, pero con frecuencia cae en sus propias trampas al haber dado a los hombres el papel de guardianes de su cultura, y exigirles que lo demuestren para ser merecedores de los privilegios que reserva para ellos.

Uno de esos ejemplos lo hemos visto el pasado 28-6-19, “Día del Orgullo LGBT+”, cuando un hombre blanco y heterosexual se acerca a otro hombre gay en un restaurante de comida rápida, y le exige que se vaya del lugar. Un comportamiento con varias claves sobre la realidad que vivimos y el significado de los acontecimientos que la definen:

  • Se trata de una conducta que parte de un modelo que considera válido para él y obligado para toda la sociedad.
  • Toma su condición no sólo como referencia adecuada, sino como superior, de ahí que se permita exigirle a la otra persona que se adapte a sus pretensiones, y que salga de un lugar público.
  • Vive la diversidad y la diferencia como un ataque a lo que es su identidad y su modelo de convivencia, por eso en un momento determinado dice del hombre gay que le “falta al respeto”.
  • Sin embargo, su idea de sociedad y de cultura no se basa en el respeto y en la Igualdad, sino en el poder y en la violencia, de ahí que durante el enfrentamiento amenace al otro hombre con actuar “a hostias” para resolver lo que el considera inaceptable: su orientación sexual y su identidad. 
  • Su comportamiento no es producto del desconocimiento, sino de la conciencia clara de su condición, y de considerar la diversidad como una “desviación” que confirma la regla de que las ideas, valores, orientación sexual, identidad de género… que parten de su condición son las correctas y superiores.
  • El machismo expresado en su conducta refleja también la doble dimensión de su construcción, por un lado la cultural, que lleva a defender ideas y valores que son tomadas como universales, y por otro, la individual, que hace que él, como hombre, se sienta y se presente ante los demás hombres como “más hombre” al comportarse de ese modo.

Sin duda se trata de una situación triste e inadmisible, pero también debe preocupar la actitud del guardia de seguridad que observa la escena con pasividad y aparente neutralidad, puesto que ese “no hacer” en verdad ha significado “dejar hacer” al machista para que agrediera al otro hombre con su violencia verbal y sus amenazas.

La actitud del guardia de seguridad representa la posición de una sociedad pasiva y distante ante la discriminación y violencia contra toda aquellas personas que no forman parte de la condición superior de poder, es decir, cualquier persona que no sea hombre, heterosexual, blanco, nacional, con unas determinadas ideas y creencias, con la identidad validada por la cultura… Pasividad y distancia desde una aparente neutralidad que deja que todo suceda como parte de la “normalidad” hasta que ocurre el “accidente” de lo excesivo, y “de repente” todo se hace irremediable.

¡A hostias!, esa es la forma que tiene el machismo de imponer su modelo y de mantenerlo, si se siguen sus dictados no habrá violencia, pero si no se siguen habrá “hostias”. Nada es casualidad ni un accidente, sino consecuencia de esa forma de entender las relaciones basada en la imposición y el uso de la violencia para corregir o castigar cualquier alternativa.

 

El machismo disimula a diario para que pase desapercibida su injusticia, pero con frecuencia cae en sus propias trampas al haber dado a los hombres el papel de guardianes de su cultura, y exigirles que lo demuestren para ser merecedores de los privilegios que reserva para ellos.

Uno de esos ejemplos lo hemos visto el pasado 28-6-19, “Día del Orgullo LGBT+”, cuando un hombre blanco y heterosexual se acerca a otro hombre gay en un restaurante de comida rápida, y le exige que se vaya del lugar. Un comportamiento con varias claves sobre la realidad que vivimos y el significado de los acontecimientos que la definen: