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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Lo increíble, pero cierto

Los tintes de ciencia ficción (LOST) que está adquiriendo la desaparición el pasado 8 de marzo del vuelo MH370 de Malaysia Arlines mientras cubría la ruta Kuala Lumpur-Pekín con 239 personas a bordo están dejando a medio mundo asombrado. Hechos como éste se empeñan en mostrar con frecuencia aquello de que la realidad supera a la ficción. Y con creces. Esto se lo cuentan a uno y lo primero que hace es arquear las cejas y mirar al interlocutor con desconfianza. Antes uno se lo creía todo. Ahora cuesta creer algo.

Por ejemplo, a uno le cuesta creer que el Gobierno turco haya decidido bloquear Twitter en su país, en un acto desesperado de censura para evitar las acusaciones de corrupción a los que sus ciudadanos lo están sometiendo. Un corte de la red social del pajarito no exento de chulería: “Limpiaremos Twitter, no me importa lo que diga la comunidad internacional al respecto”, ha dicho el primer ministro de un país que en ocasiones ha jugado a integrarse en la UE. Uno, que de política internacional entiende lo justito, se pregunta si este es el camino para una futura anexión.

Hablando de asalto a los derechos fundamentales, también se pregunta uno si será verdad que el Frente Nacional de Le Pen vaya a conseguir los mejores resultados de sus 42 años de historia en las elecciones municipales que se están celebrando en Francia. Uno no termina de creerse que los ciudadanos del país de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad opinen que “sería bueno que mi ciudad tuviera un alcalde de extrema derecha”. Uno, que de historia sabe lo necesario para andar por casa, se acuerda de la Revolución Francesa o de Mayo del 68 y se pregunta cómo ha podido cambiar tanto la cosa y en tan poco tiempo.

Haciendo ya una primera escala en España en este vuelo de cosas increíbles, uno tampoco se cree que el juez instructor del caso Nóos, José Castro, le haya entregado a Diego Torres, exsocio del marido de la infanta desmemoriada, la ridícula cantidad de 271.272 euros de los fondos que le fueron intervenidos ante los “gravísimos problemas” que atraviesa y que afectan a su “propia subsistencia personal”. Bueno, que se los haya entregado sí, se lo cree uno, pero que sea para subsistencia personal… Uno, que de economías domésticas conoce lo justo para llevar a duras penas la suya propia, se pregunta qué se comerá los sábados en la casa del exsocio, en lugar de paella o puchero, como se come en la casa de uno, salvo honrosas y señaladas excepciones.

La siguiente escala es en Madrid. Uno lo oye y no termina de creerse que el presidente de la Comunidad, Ignacio González (PP), haya dicho en el parlamento capitalino que “las mismas cosas que están en su manifiesto las encuentras en el programa político de Amanecer Dorado, un grupo neonazi griego”, refiriéndose a los 150 colectivos que conformaban las 6 columnas de la Marcha por la Dignidad. Colectivos como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, el Sindicato Andaluz de los Trabajadores o la propia Izquierda Unida. Que lo haya dicho y que se haya quedado tan pancho. Uno, que observa absorto los retrocesos en derechos a los que estos señores nos someten, y que apenas sabe nada, ni quiere saber, de ultraderechas, se pregunta cómo se puede ser tan obsceno, tan poco respetuoso y tan chulo. Ah, y las cifras oficiales de asistencia a la manifestación sí que son increíbles.

Por último, y ya en Andalucía, uno no termina de creerse que la retirada del recurso de inconstitucionalidad ante la reapertura de la mina de Aznalcóllar que había interpuesto el PP se haya debido “sólo” a que la Junta de Andalucía haya reconocido que la competencia es estatal, como reclamaba en el propio recurso el Gobierno de la nación. Uno, que de Derecho ha estudiado lo justito, se pregunta por qué no lo hablaron antes de llegar a las manos (del Tribunal Constitucional, se entiende). Más bien parece que la avalancha de críticas por parte de partidos, sindicatos, empresarios y sobre todo de ciudadanos de la comarca, que esperan como agua de mayo la reapertura y los empleos que ésta pueda generar, les han mostrado tarjeta amarilla a los de Madrid.

Fin del trayecto. De momento, me temo.

Los tintes de ciencia ficción (LOST) que está adquiriendo la desaparición el pasado 8 de marzo del vuelo MH370 de Malaysia Arlines mientras cubría la ruta Kuala Lumpur-Pekín con 239 personas a bordo están dejando a medio mundo asombrado. Hechos como éste se empeñan en mostrar con frecuencia aquello de que la realidad supera a la ficción. Y con creces. Esto se lo cuentan a uno y lo primero que hace es arquear las cejas y mirar al interlocutor con desconfianza. Antes uno se lo creía todo. Ahora cuesta creer algo.

Por ejemplo, a uno le cuesta creer que el Gobierno turco haya decidido bloquear Twitter en su país, en un acto desesperado de censura para evitar las acusaciones de corrupción a los que sus ciudadanos lo están sometiendo. Un corte de la red social del pajarito no exento de chulería: “Limpiaremos Twitter, no me importa lo que diga la comunidad internacional al respecto”, ha dicho el primer ministro de un país que en ocasiones ha jugado a integrarse en la UE. Uno, que de política internacional entiende lo justito, se pregunta si este es el camino para una futura anexión.