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Las madres de la patria
Parece ser que la patria no tiene madres, por lo visto se gestó por inseminación a partir de un óvulo subrogado que actuó como marco constituyente para las ideas y palabras de los padres constitucionales, de ahí que el resultado de esa gestación se caracterice por la voz grave de lo masculino y el músculo rígido de la desigualdad.
En cambio, quien hace patria a diario, o sea, los hombres y mujeres que con su esfuerzo y compromiso con lo común hacen de esa patria un lugar donde nacer, crecer y convivir, parece que lo que no tienen son padres; al menos esos padres afectivos que cuidan con el cariño y la proximidad que requieren los hijos y las hijas, especialmente en los primeros años de su vida.
Es lo que se deduce de los datos sobre los permisos de maternidad y paternidad, en los que los padres aún quedan muy lejos de la responsabilidad que deberían asumir en esos momentos tan trascendentes para la toda la familia. Por ello sorprende que se trate de una situación transversal que se produce en todos los tipos de trabajo y en todas sus categorías; tanto, que llega hasta ese lugar de las montañas nevadas de la democracia donde nace la propia ley.
Las informaciones sobre los permisos parentales disfrutados por diputados y diputadas indican que el Poder Legislativo está reñido con las responsabilidades maternales y paternales, y que impide gestionar ese proyecto de ley de vida que se prolongará más allá de cuatro años, entre pañales y biberones lejanos.
Todo ello indica que la maternidad es un problema para las mujeres al margen de las cuestiones fisiológicas, y que la paternidad no lo es para los hombres. Y ahora, quien se enfrenta a la situación dentro de la política es Susana Díaz, Presidenta de la Junta de Andalucía.
“Culpan al reglamento, pero no lo cambian”
El problema en nuestro Congreso es doble, pues son los dos elementos en juego los que dan lugar a él. Y así, mientras que los diputados y diputadas responsabilizan al reglamento y a la ley, ellos y ellas, que pueden cambiarlos, no lo hacen. Por otra parte, si fuese un problema reducido a los diferentes Parlamentos, no existiría en otros ámbitos de la sociedad, y lo que tenemos es el mismo problema en todos los trabajos y contextos, cada uno de ellos caracterizado por sus circunstancias, pero todos con esa exigencia o crítica a las madres por tomarse o no tomarse el permiso maternal más allá de la obligación, y con esa comprensión hacia la decisión de los padres, sobre todo, cuando “por responsabilidad y compromiso” con la empresa, institución… o lo que sea, no se toman el permiso de paternidad. Un poco lo de siempre, las mujeres son malas “hagan lo que hagan”, y los hombres lo hace bien “dejen de hacer lo que dejen de hacer”.
Pero más allá de los casos puntuales de la política, lo que nos muestra la situación es que la maternidad es aún un problema para las mujeres, el cual se traduce en dificultad para acceder al trabajo (recordemos las declaraciones de Mónica Oriol, Presidenta del Círculo de Empresarios, sobre la preferencia de contratar a mujeres que “no quedaran embarazadas”. Es un problema para conciliar la vida laboral con la familiar y la personal (el 94% de las excedencias para cuidar a familiares las piden mujeres (EPA, 2011), y según el Barómetro del CIS de abril de 2014, las mujeres dedican cada día un 26% más de tiempo que los hombres al cuidado de los hijos e hijas, y un 97% más a las tareas domésticas), y es un riesgo para perder el trabajo, pues estas circunstancias llevan a que las mujeres sean “las primeras” en ser despedidas por sus jefes. Y todo ello genera una tensión y un estrés añadido que mina progresivamente la salud y la tranquilidad de las mujeres, simplemente por enfrentarse a la maternidad.
Esta situación debe cambiar, y para ello no sólo hay que modificar la ley. La norma más importante en política no es la que se publica en el BOE, sino la que se hace pública a través del ejemplo. Por eso no han tardado en adoptar medidas y asumir gestos para dar una imagen de transparencia frente a la corrupción, pero en cambio, apenas hacen algo para mostrar ese compromiso con la Igualdad y contra las consecuencias de la desigualdad. Es la actitud que vemos cuando continuamente se justifican y minimizan los comentarios machistas lanzados desde las propias filas, o cuando se adopta un trato desigual hacia las mujeres, incluso renunciando a lo que marca la propia Ley de Igualdad respecto a la paridad, o suprimiendo recursos para mujeres maltratadas… Y en la cuestión de la maternidad y paternidad ocurre lo mismo.
¿El futuro puede esperar?
Las palabras no bastan, ni siquiera las normas. Ambas son necesarias, pero sin el ejemplo caerán en la ingravidez de una sociedad aún impregnada por las referencias de una cultura machista que no para de repetir que el futuro puede esperar, y que sitúa a las mujeres en el eje “madre-esposa-ama de casa” para criticarlas y cuestionarlas cuando se apartan de él, con independencia de los motivos y circunstancias por los que lo hagan. Esta situación no ocurre con los hombres, que son situados en el “espacio de libertad” de lo público, y por tanto, con capacidad de elegir.
La política debe ser transformadora ante una nueva realidad y llevarnos a la conciliación de la vida personal, familiar y profesional a través de la eliminación de los obstáculos y de los factores que afectan a las mujeres debido a la maternidad. Al final es una cuestión de prioridades y de darle más o menos valor al permiso de paternidad y maternidad respecto a otras cuestiones. No basta con decir que los reglamentos parlamentarios no permiten la sustitución de diputados y diputadas, o su participación sin estar físicamente presentes. Si en una época en la que una sonda llamada “Horizon” es capaz de mandar imágenes desde Plutón, no se es capaz de hacer que una diputada o un diputado puedan participar desde sus hogares en una reunión o en una votación, el problema claramente no está en los medios, sino en una mentalidad más oscura y fría que la atmósfera de Plutón.
Y como las mentalidades y su voluntad aún están en órbitas distantes al planeta Igualdad, la solución pasa por lanzar naves hacia él. Naves que en forma de leyes obliguen a permisos parentales para madres y padres iguales en derechos, responsabilidades y tiempos. Dejar en manos de una cultura machista la decisión de jugar con los permisos, como hemos visto con la reducción de jornadas laborales, con la renuncia al trabajo que se tenía, o con la decisión de no empezar a trabajar, es volver a atar a las mujeres al eje “madre-esposa-ama de casa” en nombre de “su libertad” y del interés común.
Si empezamos a construir la sociedad sobre la Igualdad y la co-responsabilidad del padre y la madre basada en el afecto y el cuidado compartido, evitaremos muchas de las sorpresas que luego nos golpean y todas las circunstancias que nos amenazan… El Parlamento Andaluz ya ha dado pasos en la política, y la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPiiNA) no para de repetirlo para la sociedad.
Y todo ello comienza con el ejemplo, no sólo con el artículo 1 de una ley.