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Melón calado y encaje de bolillos
Mas ya habla para después de las elecciones, ha venido a decir que si hay que cambiar las leyes se cambian, abrir el melón,¿de qué?, de la Constitución. Fainé, presidente de la Caixa, el otro president, ha dicho que hay que abrir el diálogo entre Catalunya y España. Otro presidente, González, quizá en nombre de la poliarquía, que nunca da “puntá” sin hilo, dice que Catalunya es una nación, para luego desdecirse, pero dicho está. (para deleite de Iceta con el que hablé ese día). Margallo versiona un hay que buscar el encaje de Catalunya. Pedro Sánchez se ha definido en un arranque mitinero como catalanista, para sorpresa de los suyos tan reacios a los istas. Recuérdese que Pujol y el pujolismo, al que pertenece Mas, nunca quisieron ni reformar el Estatut, ni menos el federalismo, véase su prólogo al Informe Argullol. Duran cree que esto se soluciona con una Disposición Adicional a la Constitución en vigor, en la línea de Herrero de Miñón. Me falta la reaparición de Susana Díaz, que no es catalanista, en la campaña catalana y lo que diga. Agítese y sírvase frío.
El melón se va a abrir y, créanme, ya está calado. Recuérdese también que esta Constitución, ahora con tantos partidarios, se aprobó gracias también al apoyo masivo de los catalanes que aceptaron que Navarra y Euskadi fueran reconocidas en sus derechos históricos y regaladas con un régimen fiscal propio. No nos asustemos entonces con las asimetrías, ya suficientemente constitucionalizadas.
Pero, ¿qué va a pasar? Soy de los que piensan que no a pasar nada. Bueno, nada de lo que se está intentando decir que va a pasar, por unos y por otros, entre amenazas y miedos. Ese tipo de miedo que antecede a lo inevitable, la razón de estado. El resultado del 27-S, como ya advirtió Rull, coordinador general de Convergencia, servirá para contar cuántos independentistas hay, es decir, con cuánta fuerza va a contar Mas para salirse con la suya. En definitiva. No rendir cuentas de su gestión recortadora, defenderse de la amenaza de desaparición de Convergencia y de el mismo, y para aparecer al final, como el protagonista del encaje fino de Catalunya en España.
Y habrá mucho independentista por contar, mucho, y algunos se preguntan si es posible sobrevivir con tantos. Pues, como sobrevive y bien Canadá y Quebec, el Reino Unido y Escocia, los republicanos en las monarquías inamovibles, o incluso los iberistas en Portugal. Como no se puede vivir en un país democrático es negando la voz y el voto a los discrepantes. Los soberanistas aplastando a los disidentes en Catalunya, los unionistas haciendo lo propio con los disidentes en toda España.
No hay lugar para los que tratan de comprender democráticamente lo que pasa. O con uno o con los otros. Hasta los intelectuales, más o menos orgánicos, se han lanzado a la caza del disidente. Rebaten desde sus púlpitos las falacias de la historia, los engaños de la economía de autor, rebaten con displicencia y superioridad moral al otro, pero no se les ve la más mínima autocrítica ni con las falacias de su propia historia ni con sus lugares comunes en la economía. Porque tan falaz es el España nos roba, como que los andaluces estamos subsidiados, y callan; la epopeya histórica de los catalanes como los mitos fundacionales del estado nación, y callan. Los intelectuales que dicen que es mejor un mundo sin banderas, pero desfilan debajo de la suya, y quieren un mundo mejor pero apenas hacen nada para construirlo. Porque los mundos o se construyen o te los construyen.
Unos y otros tratan de convencernos en medio de tanta inmundicia que estamos ante un concurso de mentiras, solo que piensan que la del otro es más grande.
Esto se va a solucionar, pero no creo que de manera definitiva, será un acuerdo para reafirmar a los que están en el poder, para repartirse esto mejor. Los insultos, descalificaciones, prédicas emotivas y dolidas de los intelectuales, personal de farándula y tontos útiles se perdonarán y se olvidarán. Pero seguiremos iguales, tal vez, y mucha voluntad popular se obviará, por inmadura, irreflexiva, engañada y otras ofensas desde la ortodoxia elitista. Como siempre perderá el principio democrático. No se romperán los tabúes de la poliarquia, lo importante para ellos no se moverá.
Y seguirá una cuestión pendiente, la independencia, si pero no la de Catalunya, sino la de España. La Guerra peninsular que es como llaman los británicos a la Guerra de la independencia es otra falacia más. España no se independizó, depende de los de siempre, siguen teniendo pendiente independizarse pero de España.
Mas ya habla para después de las elecciones, ha venido a decir que si hay que cambiar las leyes se cambian, abrir el melón,¿de qué?, de la Constitución. Fainé, presidente de la Caixa, el otro president, ha dicho que hay que abrir el diálogo entre Catalunya y España. Otro presidente, González, quizá en nombre de la poliarquía, que nunca da “puntá” sin hilo, dice que Catalunya es una nación, para luego desdecirse, pero dicho está. (para deleite de Iceta con el que hablé ese día). Margallo versiona un hay que buscar el encaje de Catalunya. Pedro Sánchez se ha definido en un arranque mitinero como catalanista, para sorpresa de los suyos tan reacios a los istas. Recuérdese que Pujol y el pujolismo, al que pertenece Mas, nunca quisieron ni reformar el Estatut, ni menos el federalismo, véase su prólogo al Informe Argullol. Duran cree que esto se soluciona con una Disposición Adicional a la Constitución en vigor, en la línea de Herrero de Miñón. Me falta la reaparición de Susana Díaz, que no es catalanista, en la campaña catalana y lo que diga. Agítese y sírvase frío.
El melón se va a abrir y, créanme, ya está calado. Recuérdese también que esta Constitución, ahora con tantos partidarios, se aprobó gracias también al apoyo masivo de los catalanes que aceptaron que Navarra y Euskadi fueran reconocidas en sus derechos históricos y regaladas con un régimen fiscal propio. No nos asustemos entonces con las asimetrías, ya suficientemente constitucionalizadas.