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¡Menudo Batiburrillo!
Menudo lío. Reconozco que no lo entiendo. No se que pretende Juan Manuel Moreno Bonilla con semejante distribución de competencias entre sus consejeros.
Sólo dos de ellas, ambas del PP, tienen claro a que dedicar sus días sin tener que preocuparse mucho de no pisarle algún callo al resto de sus compañeros de Gobierno: Patricia del Pozo, a la que ha encomendado Cultura y Patrimonio Histórico, y Marifrán Carazo, que se hace cargo de Fomento, Infraestructuras y Ordenación del Territorio.
El resto es un lío que no augura la eficiencia y eficacia prometida por el nuevo presidente de la Junta de Andalucía. Veamos. A Rocío Ruiz le corresponde hacerse cargo de las Políticas Sociales (antes Asuntos Sociales) y por tanto de temas tan claves para las familias andaluzas como la pobreza y sus riesgos y la Dependencia. También de las políticas de Igualdad y las de Conciliación, pero no de los dos ámbitos en las que dichas políticas se desarrollan, la familia y el trabajo.
Para cualquier acción que pretenda desarrollar en dichas áreas tendrá que contar antes con su compañero de partido Jesús AguirreJesús Aguirre, al que Moreno ha encomendado Salud, pero también Familias; y con la consejera de Ciudadanos Rocío Blanco que lo es de Empleo, Emprendimiento y Trabajo Autónomo.
Y ésta tampoco es que vaya a contar con mucha libertad de acción, que buena parte de estas competencias se solaparán con las de Rogelio Velasco, al que el presidente de la Junta ha completado su cargo de consejero de Economía, experto en creación de empresas (emprendimiento), con las áreas de Conocimiento, Empresas y Universidad. Y tampoco él las tendrá todas consigo, que además de chocar con las competencias de su compañera de Ciudadanos deberá andarse con ojo con no pisar las del independiente, pero popular, consejero de Hacienda Albero García Valera.
A éste Moreno Bonilla lo presentó como “una persona muy especialista en materia tributaria”, pero sin embargo ha decidido ¿adornar? también su cargo con las competencias de Industria y Energía, políticas ambas mucho más relacionadas con Economía que con Hacienda. Lo mismo ocurre con las otras dos competencias que se ocupan de las otras dos `industrias´, o grandes áreas de actividad económica que se quedan fuera del alcance de Velasco, el turismo y la agricultura.
La primera se la ha encomendado al titular de la vicepresidencia de su Gobierno, su socio Juan Marín, que deberá encontrar tiempo para la que ya es la principal industria andaluza, el Turismo, después de hacerse cargo desde el Ejecutivo de la reforma del tercer poder del Estado, la Justicia. Nada menos. Y además compaginar las relaciones del Gobierno con la Administración Local. Ah, que se me olvidaba, y de aplicar políticas de “Regeneración” de la vida política y administrativa.
Y ambos, Velasco y García Valera, tendrán que andarse con ojo con la consejera Carmen Crespo, que desde su experiencia en los entresijos administrativos adquirida en diversos cargos a lo largo de su dilatada dedicación a la política, como la Delegación del Gobierno en Andalucía conoce todos los trucos, y se hace cargo de Agricultura, Ganadería y Pesca, pero también de Desarrollo Sostenible. Es decir las políticas medioambientales que, siempre chocan, y muchas veces son contradictorias, con las de energía, Industria, Turismo, y hasta la propia suya de Agricultura a causa de la necesidad de regular el uso del agua.
De hecho, con una concepción actual del principal problema económico, de fondo, al que se enfrentan las economías del mundo entero (Descarbonización y Globalización 4.0), el Desarrollo Sostenible no debería ser el segundo apellido de Crespo, sino el primero de Moreno Bonilla, que, como ya expliqué en este espacio, debería supeditar a él todas las ramas económicas de su Gobierno, Industria, Turismo, Energía, Empresa, Territorio, Fomento …
Ni siquiera el consejero fichaje estrella de Ciudadanos Javier Imbroda escapa a este batiburrillo de competencias, aunque el titulo de su Consejería suene sencillo: Educación y Deporte. No incluye ni la educación universitaria ni el conocimiento, que son de su compañero de partido Velasco.
Así pues, el gran amigo político de Moreno, Elías Bendodo, dispondrá, creo, de poco tiempo que dedicar a sus atribuciones de Administraciones Públicas e Interior, por muy importante que nos hayan dicho Moreno y Marín que es la reforma de la “gigantesca” red clientelar en que el PSOE ha convertido la Junta de Andalucía y su “administración paralela” a lo largo de las décadas. Desde su puesto de Consejero de Presidencia tendrá que poner sus cinco sentidos en templar gaitas, no sólo entre las dos tendencias políticas dentro del Gobierno que debe coordinar, sino entre el confuso revoltijo de competencias de los once consejeros. Unos consejeros que tenderán a defender sus terruños con uñas y dientes sin nisiquiera deberle a él obediencia por su mayor rango, que la vicepresidencia le corresponde a Marín, que tampoco es de su partido ni, por tanto del presidente Moreno Bonilla.
La atenta mirada del ex juez Francisco Serrano desde su escaño de Vox no es la principal amenaza para el futuro del Gobierno Moreno Bonilla. Si su composición tiene un propósito que vaya más allá de un reparto de competencias con las que contentar a su socio y a sus fichajes, yo me reconozco incapaz de captarlo.
Menudo lío. Reconozco que no lo entiendo. No se que pretende Juan Manuel Moreno Bonilla con semejante distribución de competencias entre sus consejeros.
Sólo dos de ellas, ambas del PP, tienen claro a que dedicar sus días sin tener que preocuparse mucho de no pisarle algún callo al resto de sus compañeros de Gobierno: Patricia del Pozo, a la que ha encomendado Cultura y Patrimonio Histórico, y Marifrán Carazo, que se hace cargo de Fomento, Infraestructuras y Ordenación del Territorio.