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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

306 náufragos invisibles en un día

Trescientas personas llegaron en balsas, en un solo día, a un litoral europeo. Fue el jueves pasado, 15 de junio. Ha quedado eclipsado por los incendios de Londres y Portugal, con sesenta muertos, cada uno, y el fragor en España, de la moción de censura del 13-J o el Congreso del PSOE este fin de semana. ¿Ocurrió en el lejano Lesbos griego? ¿En la más próxima Lampedusa italiana? No. Trescientas seis personas fueron rescatadas en aguas españolas, andaluzas. Del mar de Alborán a la Costa de la Luz, donde tantos nos bañaremos este verano, quitándonos de la cabeza que nadamos en una fosa común. 

Qué desagradable, ¿verdad? La imagen del Mare Nostrum cuajado de náufragos (al día siguiente llegaron 150 más) no es apta para estómagos delicados. Quizá por ello, la vemos poco. Un detalle evitarnos poner cara a esos rescatados. Más aún a los cinco cadáveres que llegaron en su patera a aguas de Cartajena, de los que tenemos una estética vista aérea. Al no verlos, de paso, nos indignamos y reivindicamos menos.

Hay conciudadanos nuestros, sin embargo, cuyo trabajo consiste en salvar a estos desesperados. Son los miembros de Salvamento Marítimo, Guardia Civil , ONGs que sólo ese jueves 15, desde la madrugada hasta el medio día, rescataron y atendieron, a 190 personas, de ellas, siete menores y doce mujeres, una embarazada, que venían en siete pateras por aguas del Alborán. Y a otros 116 subsaharianos en tres embarcaciones a la deriva, entre Tarifa y Barbate.

¿Podemos engañarnos tanto como para pensar que esos trescientos que llegaron el jueves son los que zarparon desde Marruecos? ¿Cuántos se ahogarían en el trayecto? 

El Proyecto de Migrantes Desaparecidos (Missing Migrants Project) ofrece infográficos de los llegados, vivos o muertos, a la costa europea. Los datos son escalofriantes y, como asume la Organización de la ONU que los consigna, inexactos, pues faltan los cuerpos nunca recuperados. Según las últimas cifras -de 30 de abril-, este 2017 han llegado por mar a España 3.314 personas y 51 cadáveres. En todo 2016, fueron 8.162 y 69 muertos. Y en 2015, 3.845 y 100 fallecidos. Como es fácil ver, las muertes en el Estrecho no hacen más que crecer. Y, si bien, la ciudadanía no sigue al día estos datos, nuestros políticos los conocen y, con más responsabilidad, no hacen nada por evitarlos. 

“Veinte personas tuvieron que abandonar su hogar cada minuto en 2016. Una, cada tres segundos”. Es la gráfica imagen que ofreció ayer la Agencia de los Refugiados de la ONU en su informe anual. Estudio en el que da la cifra global de 65,6 millones de personas obligadas a huir. Como si todo el Reino Unido se exiliara. 300.000 personas más que el año anterior. Pero en el primer mundo seguimos sin hacer nada, en nuestra burbuja.

Los ciudadanos de las así llamadas “democracias occidentales civilizadas”, tan obsesionados por los informes Pisa que miden nuestra formación, no acabamos de procesar datos tan claros como los que el analista de La Repúbblica, Maurizio Ricci, acaba de compartir: 

  • En África viven 1.000 millones de personas. Serán 2.400 en 2020, la mayoría jóvenes y adolescentes.
  • La ONU prevé que las próximas décadas, medio millón al año intentará llegar a Europa.
  • En esta orilla, vivimos 700 millones. Seremos 600 en 2050, de 50 años de media.
  • En Europa, la pensión mensual de un jubilado la pagan cuatro trabajadores. Con la tendencia demográfica actual, en 2050 la proporción será de 2 a 1. 

Conclusión de Ricci: “O aumentan los trabajadores o se duplican las aportaciones o se recortan las pensiones”. Vamos, que necesitamos a los inmigrantes.

Algo que las autoridades también saben. Pero, como expuso Itziar Ruiz Jiménez, profesora de Relaciones Internacionales de la Autónoma, en el Encuentro Nacional de Caravanas Abriendo Fronteras, se quiere que los migrantes lleguen jugándose la vida por una doble razón: porque así, los supervivientes no son ciudadanos de derecho sino siervos; y nosotros al ver su situación precaria, su disposición a trabajar sin derechos, nos hacemos más temerosos y dóciles y no reivindicamos los nuestros.

“No me cabe duda de que las llegadas marítimas va a aumentar con el verano. Habrá que hacer algo para solucionarlo”, ha declarado José Luis Rodríguez, letrado de Andalucía Acoge. Mientras que Helena Maleno, de Caminando Fronteras ha denunciado que los supervivientes en vez de recibir ayuda psicológica son encerrados en calabozos.

Esto es lo que hay. Lo sabemos. Como acaba de publicarse que desde 1942 los Aliados sabían del exterminio de judíos por los nazis, pero les cerraron sus puertas

Podríamos actuar de otra manera. Sería no sólo lo legal, lo solidario, sino lo inteligente para la supervivencia global. Como revertir el cambio climático que ya notamos este verano, asfixiándonos. Empiezo a creer que nos damos tanto asco que queremos suicidarnos.

 

Trescientas personas llegaron en balsas, en un solo día, a un litoral europeo. Fue el jueves pasado, 15 de junio. Ha quedado eclipsado por los incendios de Londres y Portugal, con sesenta muertos, cada uno, y el fragor en España, de la moción de censura del 13-J o el Congreso del PSOE este fin de semana. ¿Ocurrió en el lejano Lesbos griego? ¿En la más próxima Lampedusa italiana? No. Trescientas seis personas fueron rescatadas en aguas españolas, andaluzas. Del mar de Alborán a la Costa de la Luz, donde tantos nos bañaremos este verano, quitándonos de la cabeza que nadamos en una fosa común. 

Qué desagradable, ¿verdad? La imagen del Mare Nostrum cuajado de náufragos (al día siguiente llegaron 150 más) no es apta para estómagos delicados. Quizá por ello, la vemos poco. Un detalle evitarnos poner cara a esos rescatados. Más aún a los cinco cadáveres que llegaron en su patera a aguas de Cartajena, de los que tenemos una estética vista aérea. Al no verlos, de paso, nos indignamos y reivindicamos menos.