De milagros y otras hierbas

No sé si en el programa de la asignatura de religión -evaluable, según ha aceptado el Gobierno del PP- figuran aquellos apasionantes episodios que, bajo el epígrafe de “milagros”, nos fascinaban cuando aquella asignatura, no era discutible en nuestro currículum escolar.

Seguro que recuerdan con envidia el hecho de que los apóstoles gozaran del llamado “don de lenguas” y pudieran hablar en cualquier idioma que se les antojase sin la molestia de tener que estudiarlo o practicarlo; o de aquel fascinante episodio de la multiplicación de los panes y los peces, que nos ahorraba la falta de previsión en cualquier picnic que realizáramos con nuestros amigos; por no hablar de la conversión del agua en vino, con la que me da a mí que quedó instaurada en Caná, la primera barra libre de la historia nupcial.

A cinco días de que los andaluces acudan a las urnas, aquellos milagros de la Historia Sagrada son una “chuminá campestre” al lado de algunas de las cosas que hemos escuchado durante estos días en el fragor mitinero de algunos de nuestros próceres.

Del florido verbo de Rajoy -que en quince días va a visitar más Andalucía que en toda su vida- hemos asistido arrobados a la promesa realizada el pasado 1 de marzo de crear 575.000 empleos en nuestra comunidad y que por arte de magia se convirtieron en un millón, prometidos el pasado fin de semana. Mariano deja así la multiplicación de los panes y los peces a la altura de una zapatilla, ya que si el PP se compromete a crear un millón de empleos para una comunidad que supone el 18 por ciento de la población del país, cumpliendo con la misma proporción tendría que crear cinco millones en toda España, empresa esta solo al alcance de quien, como el actual presidente del Gobierno, fue capaz de prometer en la campaña de 2008 que plantaría ¡quinientos millones de árboles! durante la legislatura. La diosa fortuna y el sentido común, evitaron con su derrota que Rajoy hubiera tenido que cumplir una promesa, lo que le hubiera supuesto tener que plantar 342.000 árboles al día, o lo que es lo mismo, 14.200 a la hora.  

¡Y qué decir del don de lenguas! En la teología cristiana se conoce como tal una facultad milagrosa concedida por una divinidad a una persona, y que corresponde a la capacidad de hablar múltiples idiomas que dicha persona desconoce. En el caso de nuestro Gobierno y el partido que lo sustenta, el “milagro” es justamente el contrario, o sea, convertir en ininteligible lo que dicho por su nombre comprendería hasta un niño de primaria.

Recordar el “cambio de ponderación impositiva” utilizado por Montoro para referirse a la subida del IVA y otros impuestos; la “desindexación” de las pensiones para referirse a su desvinculación del IPC para que a los jubilados no se les apliquen las subidas correspondientes y vean reducido su nivel adquisitivo; la “flexibilización laboral” por el abaratamiento del despido; el “gravamen de activos ocultos” para referirse a la amnistía fiscal;  la popularísima “línea de crédito, en condiciones extraordinariamente ventajosas” por el rescate bancario; o el “problema de obesidad” que Ignacio González, ve en los niños de Madrid como justificación para no abrir los comedores escolares en vacaciones.

Aunque lo último de lo último ha sido la redefinición de la figura del imputado que, por obra y gracia del ministro de Justicia, pasará a ser “investigado”, término este mucho más sugerente y glamouroso, a la altura del nivel exigible para el nivel de quienes habitualmente entran en esa categoría.

Aunque sin ninguna duda, el verdadero milagro que a día de hoy firmarían todos nuestros políticos sería el de la multiplicación, no de los panes y los peces, como en el Sermón de la Montaña, sino de los votos que esperan recibir el próximo domingo y que seguro entienden menos de los que merecen sus desvelos por el personal, aunque en muchos de los casos, puede que sean bastante más de los que se han ganado.