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Una moción de censura, una crisis de Gobierno
Sólo los delegados provinciales, los oficinistas bancarios y los encargados del Corte Inglés llevan ya corbata. Hasta en la zona de territorio vaquero han alineado uniforme a producto. El triunfo estético suele ser un primer paso hacia la victoria ética y este triunfo, hoy, es de Podemos. Todos los partidos han seguido su estela estética; aunque al principio chirriaba, ahora lo hace el traje. Y la moción de censura esta hilvanada con su relato: vivificar el Congreso de los Diputados, encapsulando a la generación del 78 en el fango de la corrupción, la desigualdad y, sobre todo, en la desconexión de las corbatas con la realidad de las aceras y barras de este país.
Con la consigna de un estilo, de un lenguaje, sobreactuado en ocasiones y faltón en otras, logran remarcar la distancia del PP con el país real. A muchos no gusta, otros lo tildan de antisistema pero jugando con sus reglas están. No sé si serían los que no vieron venir el triunfo de Pedro el renacido quienes disparan contra esta moción. El país ha cambiado, su población lo ha hecho, la comunicación lo hace cada día y no podemos destilar opiniones con aparejos de análisis antiguos.
La iglesia hace siglos que sabe de la importancia de la liturgia, de la distancia entre púlpito y clientela. Podemos con la moción, con el lenguaje, desviste de solemnidad la ceremonia y hace del PP un Dorian Gray cualquiera mirando su retrato. Lo envejece al desconectarlo de sus mal atribuidos adjetivos: seriedad, responsabilidad, honestidad. Nadie del PP puede hoy decir esas tres palabras sin que la sonrisa burlona de Bruce Willis sobrevuele la sala.
Para algunos, Rajoy es un buen parlamentario, desenfunda ironías y ajusta titulares marmóreos. Y lo es. Si estuviéramos hablando de hace cuarenta años. Hoy Rajoy suena a ayer. Hoy desinfla esperanzas, disuelve expectativas. El PP suena a ayer, que se lo digan a Juanma Moreno en Andalucía, si no es esa la melodía que les impide bailar con la Presidencia de la Junta; suena a ayer el PP, por ahora.
Crisis de Gobierno, sin relato
Y mientras la moción tiene relato, la crisis de gobierno regional no. Porque la última crisis de gobierno en Andalucía no tiene narración. Verán, si algo hemos averiguado, en estos meses, es que armar un relato con los útiles de la coherencia te proporciona la medalla de oro. El caso de Pedro Sánchez ha sido el último.
La construcción emocional del Robin Hood que vuelve a sus tierras desterrado por los nobles ha sido parte sustancial de su triunfo. Igual que la moción de censura alcanza su metaobjetivo cuando el estilo de casino, palio y burdel del portavoz popular Hernando contamina el atril.
Por el contrario, el plan rescatar a la soldado Ryan, a la sazón presidenta, no ha sido coherente. El debate parlamentario de la pasada semana tuvo el efecto de recordar quien manda aquí y las medidas; para qué se manda, para quiénes se firma en el Boja. Hasta aquí todo correcto.
Pero llega el momento de fichar equipo y no. No, porque el equipo alineado no refleja la manera de jugar del entrenador. En un álbum infantil de fútbol, al mirar un cromo con la cara de un ministro de Rajoy sabríamos que es suyo, de Zapatero también, de un posible presidente Rivera o Iglesias, también, pero, ¿sabríamos cual cromo es de los de Susana Díaz? Creo que no. ¿Por qué? Porque no tiene relato, la elección de los consejeros no es coherente con su actitud en el campo de juego, su estilo no se ve en el campo, en la cara de sus jugadores. Quizás por falta de banquillo, quizás porque su Monchi esta desfondado, por temor a ser uno mismo. No sabemos.
Por eso, mientras la moción de censura da un paso más en la construcción del relato de un partido, guste este más o menos, con mayor o menor éxito a corto pero con las luces largas puestas, mientras, la crisis del gobierno regional ofrece una foto que no coopera en la construcción de un relato coherente, entre entrenador y jugadores. Y son tiempos en los que la palabra relato es el salvoconducto no ya al triunfo sino a la superviviencia.
Sólo los delegados provinciales, los oficinistas bancarios y los encargados del Corte Inglés llevan ya corbata. Hasta en la zona de territorio vaquero han alineado uniforme a producto. El triunfo estético suele ser un primer paso hacia la victoria ética y este triunfo, hoy, es de Podemos. Todos los partidos han seguido su estela estética; aunque al principio chirriaba, ahora lo hace el traje. Y la moción de censura esta hilvanada con su relato: vivificar el Congreso de los Diputados, encapsulando a la generación del 78 en el fango de la corrupción, la desigualdad y, sobre todo, en la desconexión de las corbatas con la realidad de las aceras y barras de este país.
Con la consigna de un estilo, de un lenguaje, sobreactuado en ocasiones y faltón en otras, logran remarcar la distancia del PP con el país real. A muchos no gusta, otros lo tildan de antisistema pero jugando con sus reglas están. No sé si serían los que no vieron venir el triunfo de Pedro el renacido quienes disparan contra esta moción. El país ha cambiado, su población lo ha hecho, la comunicación lo hace cada día y no podemos destilar opiniones con aparejos de análisis antiguos.