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Montero entre Cataluña y Andalucía

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Andalucía vuelve a mirar a Cataluña. No es ninguna novedad. Siempre lo ha hecho en la historia política de las autonomías. Muchas veces con recelo, mezclado con alguna dosis de fascinación. Andalucía no puede ser menos que Cataluña y País Vasco, se clamaba en las calles en la conquista autonómica. Cada presidente andaluz ha renovado esa fijación contra privilegios de Cataluña que no vengan al sur. Andalucía vuelve a mirar a Cataluña, esta vez, de nuevo, por el reparto del dinero. En el punto de mira, María Jesús Montero, la soñada candidata a la Junta para cada vez más militantes socialistas.

La vicepresidenta primera y vicesecretaria del PSOE anuncia una financiación singular para Cataluña, con la que Pedro Sánchez engolosina a ERC para que deje gobernar a Illa. Un término, el de financiación singular, que por ahora no convence a los republicanos por insuficiente, pero que al PSOE andaluz puede saberle a la cicuta con la que se inmolaban los nobles romanos caídos en desgracia.

¿Qué significa una financiación singular dentro del régimen común del reparto del dinero a las autonomías? Cuanto más tarde Montero en explicarlo, más larga será la agonía del PSOE de Juan Espadas, trastabillado tras salir derrotado por el PP de Juan Manuel Moreno en las europeas. La última de cuatro derrotas seguidas y más significativa si cabe, ya que era la primera vez que los populares ganaban unas europeas en Andalucía.

En el socialismo andaluz hay voces que se alzan contra Juan Espadas como candidato a la Junta. El exalcalde de Sevilla insiste en que su deseo es serlo de nuevo. Espadas no puede dimitir, claro que no. El cierre de filas de los ocho secretarios provinciales obedece no tanto a su persona como a la de Pedro Sánchez. La caída de Espadas, el secretario general de la organización con más afiliados del PSOE, como consecuencia de las europeas solo debilitaría el Gobierno de Sánchez. Como ha pasado con la dimisión/y marcha atrás de Yolanda Díaz. Cierre de filas con Pedro Sánchez, no con Juan Espadas.

Para las elecciones andaluzas aún faltan dos años y ahora lo que urge al PSOE de Pedro Sánchez es hacer presidente de la Generalitat a Salvador Illa. Los tiempos de la política contagiados del virus de la inmediatez, eso es lo que hay. Ahora no toca la candidatura a la Junta. Toca Illa y, sobre todo, toca remozar la organización territorial, como pollo sin cabeza desde la pérdida de la Junta en 2019 y la de importantes ayuntamientos y diputaciones en 2023. La rebelión interna en Málaga puede propagarse como las algas invasoras asiáticas en las costas del sur.

En estas europeas el PSOE bajó del millón de votos en Andalucía, cuando en las generales de hace un año aguantó con cerca del millón y medio. Ferraz puede que no haga cuentas de reconquistar la Junta, pero sí de no perder ese millón y medio de votos cara a unas generales que puede que sean antes de las andaluzas. La misión de Espadas no es tanto la oposición a Moreno en las Cinco Llagas, menos aún la de ejercer de portavoz socialista en el Senado, sino la de patearse Andalucía como secretario general para rearmar un partido con gran capital humano, pero absolutamente desfondado. Lo orgánico suele gustar menos que lo institucional, que la moqueta y el coche oficial. 

Apenas recuperado de la resaca de las europeas, llega la noticia de una financiación especial para Cataluña, un asunto que ha unido a gobiernos y oposición en Andalucía contra los de Moncloa (socialistas y populares) tentados de privilegiar a Cataluña. Otra cosa son los privilegios de Madrid con el agravio del dumping fiscal. Ahí ya no hay coincidencia. El PP cierra filas con Ayuso. Cómo va a explicar Espadas las negociaciones a sus afiliados y simpatizantes. Lo primero ha sido manifestarse en contra de un trato especial a Cataluña. No ha trascendido.

Aun sin que Montero explique el contenido de su propuesta, cabe esperar que la Junta de Andalucía salga ganando si se produce la investidura de Illa. María Jesús Montero no tiene más salida que una compensación igual a Andalucía de lo que vaya a negociar con Cataluña. Lo ofreció ya con la quita de la deuda. Un apunte clave: Montero lideró siendo consejera de Hacienda una batalla por una financiación adicional para Andalucía, que cifró en 4.000 millones de euros anuales más. Desplegó entonces todas sus armas de política combativa y negociadora para elevar un documento de consenso de las fuerzas políticas ante el Gobierno de Rajoy para exigir una financiación justa para Andalucía. Juan Manuel Moreno, líder de la oposición, respaldó aquella reivindicación en nombre del PP.

Por aquel gesto, Moreno tiene toda la autoridad moral para exigirle a Montero lo que ella reclamó siendo gobierno andaluz. Sabe que la ministra andaluza no tiene más salida que la de responder con dinero. Para el presidente de la Junta, un acuerdo de financiación generoso, teniendo en cuenta la población, acabaría con muchos de sus problemas en sanidad, por ejemplo, cuya crisis no solo se debe a la mala gestión, sino también a que todos los recursos se quedan cortos. Moreno reclama de forma constante al Gobierno más dinero. Ahora se le puede presentar una gran ocasión para obtenerlo. Moreno mira a Cataluña y Montero no puede dejar de mirar a Andalucía mientras resuelve con Cataluña. Miradas cruzadas de Moreno y Montero.

Todo va a depender de lo que el PP decida. El nuevo modelo de financiación no es posible sin el acuerdo con las comunidades autónomas, casi todas gobernadas por el PP. La cúpula popular, con Alberto Núñez Feijóo en cabeza, Ayuso y José María Aznar de fustigadores, no está por la labor de consenso alguno con el Gobierno de Pedro Sánchez. A Sánchez ni agua. La respuesta de Feijóo y Aznar a la propuesta de financiación singular ha sido la negativa contradictoria acostumbrada. Feijóo habla de que la iniciativa está “fuera del ordenamiento jurídico”, pese a que el PP la planteó en 2012 y él la admitió en 2016, siendo presidente de Galicia. Aznar ha ido más lejos, llama a una “movilización permanente” en las calles contra el Gobierno de Pedro Sánchez y presiona a su partido contra cualquier acuerdo de financiación o de lo que sea, cuando esta mala costumbre de cesiones de dinero a los independentistas catalanes empezó con él para llegar a la presidencia del Gobierno en 1996.

Si María Jesús Montero opta por una financiación a la carta de las comunidades autónomas, no solo Andalucía, otras autonomías del PP pueden verse aliviadas de la asfixia en sus arcas, como Valencia. El responsable económico del PP en el comité ejecutivo nacional, Juan Bravo, sabe bien de esto. Siendo consejero andaluz de Hacienda con Moreno de presidente reunió a sus colegas de los gobiernos autonómicos del PP en San Telmo y pudo constatar que no había más consenso entre ellos que la necesidad de un nuevo sistema de financiación. Discrepaban en todo lo demás. Curioso que las dos personas que deberán negociar por el Gobierno y el PP la futura financiación de las comunidades hayan sido consejeros de la materia de la Junta de Andalucía. Un dato anecdótico pero sugerente para que Andalucía puede salir ganando con el salvavidas a Illa si juega bien sus cartas y se aleja de la refriega política. Moreno tendrá que decidir entre la estrategia de su partido para sacar a Sánchez de la Moncloa o la gestión para salvar la sanidad andaluza.  

Andalucía vuelve a mirar a Cataluña. No es ninguna novedad. Siempre lo ha hecho en la historia política de las autonomías. Muchas veces con recelo, mezclado con alguna dosis de fascinación. Andalucía no puede ser menos que Cataluña y País Vasco, se clamaba en las calles en la conquista autonómica. Cada presidente andaluz ha renovado esa fijación contra privilegios de Cataluña que no vengan al sur. Andalucía vuelve a mirar a Cataluña, esta vez, de nuevo, por el reparto del dinero. En el punto de mira, María Jesús Montero, la soñada candidata a la Junta para cada vez más militantes socialistas.

La vicepresidenta primera y vicesecretaria del PSOE anuncia una financiación singular para Cataluña, con la que Pedro Sánchez engolosina a ERC para que deje gobernar a Illa. Un término, el de financiación singular, que por ahora no convence a los republicanos por insuficiente, pero que al PSOE andaluz puede saberle a la cicuta con la que se inmolaban los nobles romanos caídos en desgracia.