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Moreno y las gafas de incógnito
La afición a ir salpimentando el paso del tiempo con una hilera de efemérides nos ha devuelto una fotografía maravillosa a cuenta del 30 aniversario de Azabache, el espectáculo de copla de la Expo 92. En la rueda de prensa de presentación, sus protagonistas (Rocío Jurado, Nati Mistral, Imperio Argentina, Juanita Reina y María Vidal) se esconden tras unas desproporcionadas gafas de sol --sobre todo la de Chipiona, puro Terminator--, como si vinieran directamente de la ruta del bakalao o de un evento de la ONCE. El propósito sería encubrir ojeras u otras imperfecciones y no llamar la atención, pero el resultado es justamente el contrario. La imagen de las folclóricas en fila con los aparatosos cristales oscuros es un reclamo en sí mismo. Lo que yo llamo el “efecto gafas de incógnito” (muy de famosos en los aeropuertos): tratar de pasar inadvertidos para en su lugar terminar atrayendo todas las miradas.
Viene esto a colación por el afán de ocultación que deja traslucir Juan Manuel Moreno Bonilla, el candidato favorito de los sondeos, quien procura que nadie se fije en él, salvo si le favorece una presencia positiva clara, lo que no siempre es posible ni está garantizado por muchos recursos de los que disponga, como ocurrió en el debate de RTVE y volverá a suceder en el de Canal Sur del lunes. Le han escrito un guión que consiste básicamente en contener la respiración, colocarse de mero espectador y esperar a que los demás se maten entre ellos, como en el chiste ese de las lentejas que se están pegando en la olla. Tan parado estuvo, tanto se encogió --ni siquiera quería que le citaran, pese a ser el presidente-- que a ratos su esencia desapareció del plató, mientras la figura permanecía allí tal si fuera un holograma de tamaño natural.
La temporada narcotizante está llegando a su fin, y ya está el personal en modo aburrimiento, con la cantinela de que vaya sosería de campaña, que si qué insípida, que si encefalograma plano, etcétera
Moreno bucea todos los días en el pack de camuflaje de su partido al encuentro de un atavío con el que se le vea poco, lo justo para no agitar el estanque sereno y que nada trastoque el buen augurio de las encuestas, cuyo suflé, por cierto, comienza a desinflarse. No es buena idea, ya se lo digo yo. Es imposible que con este calor logre hibernar guarecido en su cueva de San Telmo, como si fuera un oso con el termostato averiado, sin que sus rivales se muevan para ganar ventaja. El Rocío ha terminado con polémica del Obispo incluida y a los Carnavales de Cádiz les quedan cuatro días. La temporada narcotizante está llegando a su fin, y ya está el personal en modo aburrimiento, con la cantinela de que vaya sosería de campaña, que si qué insípida, que si encefalograma plano, etcétera.
De momento, parece que Macarena Olona se trae refuerzos. A Giorgia Meloni, líder de Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), quien, a tenor de los sondeos, no solo desbanca a Salvini sino que es la primera fuerza de su país. Mujer de rompe y rasga, como Olona, madre soltera, con un nutrido historial de superación, intervendrá el domingo en Marbella junto a Abascal. Gran espectáculo. Yolanda Díaz también se está animando y, por ahora, en lugar de dos veces, va a venir tres, coincidiendo además en Málaga con Íñigo Errejón, eso sí, con Podemos se están enredando las agendas, e Irene Montero se ha precipitado del cartel, que tampoco es cuestión de llevar la coyunda de la izquierda a los extremos.
Sobre quién ganó el primer debate, la única unanimidad es que no la hubo. Tampoco hay que prestar atención a titulares y votaciones populares en los medios y portales digitales, y mucho menos echar cuenta a los instagramer. Hay que ser muy lechuguino y lechuguina para desconocer a estas alturas que el cotarro se anima con ejércitos de robots de perfiles falsos y que es muy difícil sortear a los algoritmos diseñados para escorar las balanzas de la opinión publicada. Los expertos en materia politóloga aseguran que este tipo de de competiciones se ganan en los días posteriores. Lo mismo dentro de tres días gana Moreno, que el viento va en su favor y en ocasiones la propulsión de cola de tertulianos es asaz insistente. Pero ayer no, ayer andaba todavía con las gafas de incógnito puestas como el elenco de Azabache. Un síntoma.
La afición a ir salpimentando el paso del tiempo con una hilera de efemérides nos ha devuelto una fotografía maravillosa a cuenta del 30 aniversario de Azabache, el espectáculo de copla de la Expo 92. En la rueda de prensa de presentación, sus protagonistas (Rocío Jurado, Nati Mistral, Imperio Argentina, Juanita Reina y María Vidal) se esconden tras unas desproporcionadas gafas de sol --sobre todo la de Chipiona, puro Terminator--, como si vinieran directamente de la ruta del bakalao o de un evento de la ONCE. El propósito sería encubrir ojeras u otras imperfecciones y no llamar la atención, pero el resultado es justamente el contrario. La imagen de las folclóricas en fila con los aparatosos cristales oscuros es un reclamo en sí mismo. Lo que yo llamo el “efecto gafas de incógnito” (muy de famosos en los aeropuertos): tratar de pasar inadvertidos para en su lugar terminar atrayendo todas las miradas.
Viene esto a colación por el afán de ocultación que deja traslucir Juan Manuel Moreno Bonilla, el candidato favorito de los sondeos, quien procura que nadie se fije en él, salvo si le favorece una presencia positiva clara, lo que no siempre es posible ni está garantizado por muchos recursos de los que disponga, como ocurrió en el debate de RTVE y volverá a suceder en el de Canal Sur del lunes. Le han escrito un guión que consiste básicamente en contener la respiración, colocarse de mero espectador y esperar a que los demás se maten entre ellos, como en el chiste ese de las lentejas que se están pegando en la olla. Tan parado estuvo, tanto se encogió --ni siquiera quería que le citaran, pese a ser el presidente-- que a ratos su esencia desapareció del plató, mientras la figura permanecía allí tal si fuera un holograma de tamaño natural.