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El mosquito de Alfonso
Alfonso Rodríguez Gómez de Celis –también conocido como Alfonsito, Alfonso y el Celis– se convertirá este fin de semana en el secretario de Política Institucional y Administraciones Públicas de la ejecutiva federal del PSOE, el teórico número tres de la dirección. A punto de cumplir 47 años, este político sevillano ve reconocido su trabajo: estar a las duras y a las maduras, sobre todo a las duras, con Pedro Sánchez. Tuvo dudas de lanzarse de nuevo a la arena en la batalla de las últimas primarias, porque siendo alto cargo de la Junta de Andalucía, al frente de la Agencia Pública de Puertos, su combate lo era también contra la secretaria general del PSOE andaluz y presidenta de la Junta, Susana Díaz.
Sus amigos de toda la vida le apoyaron y empujaron en su decisión, aunque también le advirtieron de que podía morir para nada. Pedro Sánchez disipó sus titubeos cuando dos días después del mitin de Dos Hermanas, en el que anunció su candidatura a la secretaria general, le garantizó, durante una reunión mantenida en Madrid, que esta vez sí contaría con él para la dirección.
Gómez de Celis es, probablemente, la persona que mejor conoce las fortalezas y debilidades de Susana Díaz. Cuatro años mayor que ella, la ficha para Juventudes Socialistas. Hasta la elaboración de las listas municipales de Sevilla de 1999 mantienen una relación de hermanos. Son jóvenes que comparten muchas cosas: risas, proyectos políticos, comienzos vitales, buenos ratos y en algunos congresos socialistas, también habitación de hotel, junto con otros amigos, para ahorrar gastos. Por eso, cuando Díaz lo puentea para ir ella en esa candidatura municipal no se produce sólo una fractura política, sino sobre todo una quiebra personal traumática. Esa pérdida de confianza aún dura.
Celis casi siempre ha estado en el sector crítico de Sevilla, el PSOE más PSOE de todo el PSOE. “Siempre ha tenido fuerza para plantar cara al aparato, aunque no para vencerlo”, afirma un dirigente. Los que le conocen atribuyen esa contestación perenne al poso que le dejan sus inicios en política como miembro del Consejo de Alumnos de la Universidad de Sevilla, donde vive las manifestaciones estudiantiles protagonizadas por el Cojo Manteca de finales de los años 80. También a la huella de su primera incursión en el Congreso a cara de perro del PSOE de Sevilla de 1993, de la mano de Emilio Carrillo y enfrentado a Carmen Hermosín, en el que pierde. Y a la impronta ácrata de su agrupación de Nervión, la mayor de Andalucía, de la que fue secretario general. Siempre ha defendido el voto secreto e individual, las listas abiertas, la incompatibilidad de cargos o la limitación de mandatos, propuestas que implican un cambio en los estatutos del PSOE, aunque algunas ya están recogidas.
Para muchos veteranos, siempre ha sido y será Alfonsito. Así lo llama Francisco Toscano, alcalde de Dos Hermanas y uno de los sostenes firmes de Pedro Sánchez, o el exalcalde de Sevilla Alfredo Sánchez Monteseirín. Usan el diminutivo con afecto y cariño. “Es nuestro Alfonsito”, dicen.
Pero no siempre es así. “Si quieres, Al-fon-si-to, lo digo en voz baja: el PSOE de Sevilla debe ocupar un lugar central, no subordinado”, le espetó José Caballos en el Congreso del PSOE de Sevilla de 2004, en otro enfrentamiento a cara de perro con José Antonio Viera. Caballos perdió el congreso y Celis fue aclamado al grito de ¡Alfonsito, Alfonsito! De ese congreso, Gómez de Celis salió elegido vicesecretario general con Susana Díaz como secretaria de Organización. Fue una de las pocas veces que coincidieron. Esa alianza duró poco y de nuevo volvió al sector crítico.
La frustración de la alcaldía
Celis, licenciado en Ciencias del Trabajo y diplomado en Relaciones Laborales, fue director del Instituto Andaluz de la Juventud desde 1998 a 2003, puesto que deja cuando es elegido concejal de Sevilla con Monteseirín de alcalde. De la mano de este, se enamora de la institución y asume diversas responsabilidades en las delegaciones de Economía, Presidencia, Turismo, portavoz y Urbanismo. Un año antes de las municipales de 2011, Monteseirín sopesa dimitir y dejar a Celis como alcalde para hacer un relevo tranquilo. Todas las fuentes consultadas afirman que Susana Díaz, entonces secretaria de Organización del PSOE andaluz, lo impidió. “Esa fue la gran frustración de Alfonso, porque peleó y trabajó mucho por eso”, aseguran.
Fue José Antonio Griñán, militante en la agrupación de Celis, el que le dio una salida cuando sustituyó a Manuel Chaves en 2010 al frente de la presidencia de la Junta de Andalucía. Le ofreció el cargo de viceconsejero de Empleo, pero Rosa Aguilar se cruzó y le reclamó para la secretaría general de Vivienda, un ámbito que conocía desde el Ayuntamiento sevillano. Sin saberlo, Aguilar le salvó la vida porque los cargos de Empleo acabaron casi todos imputados en el caso de los ERE.
En el Congreso federal de 2012, Gómez de Celis y Díaz volvieron a jugar en equipos diferentes. El primero con Alfredo Pérez Rubalcaba, que ganó por 22 votos, y la segunda con Chacón. En Andalucía, esa pelea dejó heridas muy profundas, y se trasladó a las listas autonómicas. Díaz desplazó a Celis a un puesto no seguro de salida en Sevilla aunque luego subió porque así lo ordenaron Griñán y Rubalcaba. Volvieron a batallar en el Congreso regional de julio de ese año y en el provincial de Sevilla. Díaz ganó los dos. También en las primarias fallidas de Andalucía, en julio de 2013, cuando Díaz arrasó en avales a la candidatura de Luis Planas, con Gómez de Celis de jefe de campaña. Ambos críticos se dejaron muchas plumas y también algunos euros en esta batalla.
Gómez de Celis apoyó desde el primer minuto a Pedro Sánchez en su primera aventura a la secretaría federal. Lo conoció en 2008 a través del grupo de trabajo que impulsó el entonces secretario de Política Municipal del PSOE, Antonio Hernando. Desde entonces tiene claro que el hoy líder del PSOE a lo que aspira es a la presidencia del Gobierno. Cuando Sánchez da el paso, muy pocos lo conocen en Andalucía. Toscano sí, y el gaditano Rafael Román, también. Susana Díaz desoye a los que la animan a dar el salto a Madrid y decide apoyar a Sánchez, no por convicción, sino por rechazo a Eduardo Madina, quien la coge a contrapié al proponer que los militantes elijan al secretario general en urna y en cabinas opacas con faldones hasta los pies.
“Nunca se van a matar”
Sánchez gana pero Díaz veta a Gómez de Celis como miembro de la ejecutiva federal. Y su amigo Pedro consiente. A cambio le pide a Díaz que lo mantenga como alto cargo en la Junta, esta vez en la Agencia de Puertos de Andalucía, la única empresa del conglomerado público andaluz, junto con Cetursa, que no tiene pérdidas, según el último dato disponible.
La presidenta de la Junta ha respetado hasta ahora ese pacto y ni siquiera cuando Celis se hizo cargo de la campaña de Sánchez como coordinador de Estrategia y Comunicación en las primarias del pasado mes de mayo le empujó para que dejara el sillón público. “Pese a sus diferencias, nunca se van a matar”, asegura un veterano.
Ya es sabido que Díaz y los suyos no supieron ver ni leer ni oír el intenso malestar que en la militancia del partido generó el derrocamiento del secretario general y la abstención a favor del Gobierno del PP. En los meses de esa larga campaña, Díaz nunca tuvo sensación de estar saltando a una piscina sin agua. Aparentemente lo tenía todo a su favor: los líderes históricos, los barones, los aparatos, la inmensa mayoría de los medios de comunicación, el aplauso de las grandes empresas. Para ella, Sánchez era una latosa mosca y Celis, todavía más insignificante. “Alfonso, para mí, es un mosquito”, dijo a más de uno en su subida al top-ten. Sólo cuando el recuento de avales mostró la profundidad de agua en la piscina empezaron los nervios. Luego llegó la más dura de las derrotas.
El mosquito Alfonso estará ahora en el puente de mando de la ejecutiva federal. Dicen que es una persona formada en el diálogo y no busca el enfrentamiento si no es necesario. Como secretario de Política Institucional y Administraciones Públicas será el jefe orgánico de muchos de los que hasta anteayer, con Sánchez ya ganador, no le cogían el teléfono. Pero también muchos creen que jugará a futuro y se convertirá en un referente en Andalucía. De hecho, si los sanchistas no van a plantear batalla a Susana Díaz en el congreso andaluz de julio es, entre otras razones, porque no quieren “experimentos distintos” de Gómez de Celis.
El próximo secretario de Política Institucional tiene como referente al fallecido Alfonso Perales. Admira a Felipe González y Manuel Chaves. Los que le conocen aseguran que trabajar con él es complicado. “Es perfeccionista, un martillo pilón. Lo primero que te dice es: ‘tu tiempo es mío’. Muy insistente”. En sevillano, a una persona así se le llama “un seguío”. A Gómez de Celis, casado y con dos hijos, le gusta su ciudad, el Betis, Barcelona, la música indie, Coque Malla, el cine, la lectura, el teatro y la series americanas con trasfondo político. Y pescar a mosca en Tragacete, aunque no se sabe si con señuelos de mosquitos.
Alfonso Rodríguez Gómez de Celis –también conocido como Alfonsito, Alfonso y el Celis– se convertirá este fin de semana en el secretario de Política Institucional y Administraciones Públicas de la ejecutiva federal del PSOE, el teórico número tres de la dirección. A punto de cumplir 47 años, este político sevillano ve reconocido su trabajo: estar a las duras y a las maduras, sobre todo a las duras, con Pedro Sánchez. Tuvo dudas de lanzarse de nuevo a la arena en la batalla de las últimas primarias, porque siendo alto cargo de la Junta de Andalucía, al frente de la Agencia Pública de Puertos, su combate lo era también contra la secretaria general del PSOE andaluz y presidenta de la Junta, Susana Díaz.
Sus amigos de toda la vida le apoyaron y empujaron en su decisión, aunque también le advirtieron de que podía morir para nada. Pedro Sánchez disipó sus titubeos cuando dos días después del mitin de Dos Hermanas, en el que anunció su candidatura a la secretaria general, le garantizó, durante una reunión mantenida en Madrid, que esta vez sí contaría con él para la dirección.