Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
La mujer rural, clave para una sociedad rural más cohesionada y paritaria
Desde tiempos históricos, las mujeres han desempeñado un papel fundamental en el ámbito doméstico rural. No solo eran responsables del cuidado de la familia, sino que además desempeñaban la función de ganaderas y agricultoras a cargo de los animales y cultivos que permitían el sustento familiar. Como sociedad hemos ido avanzando tras la estela de la escalada tecnológica, lo que ha impulsado un gran desarrollo de los núcleos urbanos que, en contraposición al mundo rural, ha dejado una clara y marcada brecha de igualdad, digital y territorial.
La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto la importancia del campo para una sociedad que, sobre todo, necesita comer. La sociedad se ha dado cuenta de que sin los pueblos no tendrían la seguridad alimentaria que tenemos. Granjas, huertas y explotaciones agroalimentarias que han estado trabajando sin descanso para que no faltaran productos.
La ausencia de empresas tanto públicas como privadas de transporte y telecomunicaciones en poblaciones rurales pequeñas supone un total aislamiento de aquellos que habitan en estas regiones, en su mayoría vinculadas a la actividad agroganadera. Más aún, dentro de estos propios núcleos de población rural, la presencia femenina está lejos de ser representativa. El 63 % de las personas que abandonan el campo son mujeres, por lo que nos encontramos con poblaciones masculinizadas y envejecidas. Sin embargo, a día de hoy hay 7 millones de mujeres en el medio rural español, aunque más de 26.000 han abandonado en la última década el trabajo en la agricultura en España. Mujeres que desempeñan un papel fundamental para nuestra sociedad pues, no solo contribuyen a la economía con su actividad profesional en las explotaciones agropecuarias, sino que mantienen vivos los pueblos, otorgándoles representación femenina.
Mientras que estas mujeres representan el 40 % de la mano de obra agraria familiar del sector agroganadero, tan solo en el 25 % de los casos la titularidad del jefe de la explotación recae en ellas
Se tiende a mezclar lo rural con lo agrario y, no en menor medida, a las mujeres rurales con mujeres que se dedican exclusivamente al sector primario. Estos imaginarios sobre las mujeres rurales contribuyen a alimentar esa idea preconcebida de un mundo rural exclusivamente agrario y campesino. Nada más alejado de la realidad. Los trabajos en el medio rural están cada vez más diversificados, con muchas personas trabajando en servicios o industria y muchas otras siendo “mixtas”, es decir, personas que tienen un salario más o menos estable de otra actividad y mantienen pequeñas ganaderías para tener unos ingresos extras.
Según datos del Ministerio del Reto Demográfico, del año 2010 al 2019, han perdido población casi el 77% de los municipios españoles, la mayoría de ellos con menos de 1.000 habitantes. Pero la despoblación ya afecta a casi el 70% de las cabeceras, al 63% de las ciudades pequeñas y a más de la mitad de las capitales de provincia. Mientras que estas mujeres representan el 40 % de la mano de obra agraria familiar del sector agroganadero, tan solo en el 25 % de los casos la titularidad del jefe de la explotación recae en ellas. Nos queda un largo camino por recorrer; un camino en el que la visibilización y el reconocimiento social de las mujeres y de su contribución a la actividad económica y a dar vida, en definitiva, a la que se ha dado en llamar la España vaciada, juega un papel fundamental, una necesidad de primer orden para la vertebración de los territorios rurales.
La implantación de procesos innovadores, la atracción y fijación de talento requiere de espacios para su desarrollo. Espacios donde la innovación dé lugar a nueva actividad económica y redunde en un incremento en la prestación de servicios en los pequeños municipios y las zonas rurales. La lucha contra la despoblación requiere de políticas públicas transformadoras que impulsen el desarrollo económico y tecnológico, así como la habitabilidad desde una perspectiva de sostenibilidad y equilibrio entre los entornos rural y urbano; políticas que conecten e integren el territorio mediante una asignación de los recursos públicos más eficiente y redistributiva.
En un contexto global de transformación y cambio permanente, tenemos la oportunidad de construir el medio rural sobre bases de modernidad, manteniendo sus principales señas de identidad e incorporando los rasgos del nuevo tiempo, en un ejercicio de conservación-innovación.
Producir con criterios respetuosos con los animales y con el medio ambiente requiere una relación estable con el medio, precisamente para facilitar esos servicios.
La renta de la tierra es cada vez más cara, los insumos para las explotaciones suben; por el contrario, los precios de los corderos, leche, terneros y otros productos se mantienen, las personas que no tienen la propiedad del terreno necesitan poder acceder a ellos para cultivarlos o para alimentar a sus animales si queremos que sigan produciendo alimentos km 0. Producir con criterios respetuosos con los animales y con el medio ambiente requiere una relación estable con el medio, precisamente para facilitar esos servicios.
La perspectiva de género de la Política Agraria Común (PAC) tiene que tener traducción práctica, su aplicación en España tiene que suponer un mayor porcentaje de ayudas para la incorporación de jóvenes agricultoras y una mayor dotación en el pago redistributivo. Es necesario seguir introduciendo reformas en la Ley de Titularidad Compartida con el fin de que más mujeres puedan disfrutar, en igualdad de condiciones, de los derechos derivados de su trabajo; estimular y propiciar la participación de las mujeres en las organizaciones representativas.
Ahora más que nunca hay que defender la participación de las mujeres en sectores estratégicos para la economía rural como la agricultura, la ganadería, la industria agroalimentaria o la digitalización. Es esencial para dinamizar el territorio, para impulsar el emprendimiento, para poner en valor los recursos que ofrece cada zona, para la cohesión social, alcanzar la igualdad de oportunidades y para combatir las cifras de desempleo, que aún siguen teniendo cara de mujer.
Si falta la mujer, si negamos su papel y labor, si limitamos su acceso al trabajo o a servicios básicos, si la obligamos a emigrar, ¿cuáles pueden ser las consecuencias? Se debe reflexionar con mucha seriedad al respecto.
Desde tiempos históricos, las mujeres han desempeñado un papel fundamental en el ámbito doméstico rural. No solo eran responsables del cuidado de la familia, sino que además desempeñaban la función de ganaderas y agricultoras a cargo de los animales y cultivos que permitían el sustento familiar. Como sociedad hemos ido avanzando tras la estela de la escalada tecnológica, lo que ha impulsado un gran desarrollo de los núcleos urbanos que, en contraposición al mundo rural, ha dejado una clara y marcada brecha de igualdad, digital y territorial.
La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto la importancia del campo para una sociedad que, sobre todo, necesita comer. La sociedad se ha dado cuenta de que sin los pueblos no tendrían la seguridad alimentaria que tenemos. Granjas, huertas y explotaciones agroalimentarias que han estado trabajando sin descanso para que no faltaran productos.