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Nacionalización exprés: cuando dar papeles es racista

12 de julio de 2022 21:31 h

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Cerca de 30.000 personas llegaron a España de forma irregular el año pasado. Según datos del Ministerio de Interior que, como es evidente, solo son aproximativos, suponen un 51% más que el año anterior. Muchas otras murieron ahogadas en la fosa común del Mediterráneo o en algún operativo “bien resuelto”, como esas 58 de la valla de Melilla (según los últimos recuentos), por las que Marlaska ha felicitado al Gobierno marroquí.

En el extremo contrario tenemos a algunas personas que, sin moverse de su sofá al otro lado del Atlántico, han conseguido la nacionalidad española. Es el caso de Lorenzo Brown, base estadounidense de baloncesto. El consejo de ministras ha tenido con él un detallazo. Ya que no cuenta con ningún vínculo con España, no habla la lengua, no conoce a casi nadie por aquí, no tiene ningún ascendiente y solo ha pisado el país para jugar con su equipo algún partido, le han permitido jurar la Constitución en la ciudad de Atlanta. Todo ello debido a “circunstancias excepcionales”.

Esas circunstancias son, sencillamente, que el base Ricki Rubio, elegido mejor jugador del último Mundial de baloncesto, está lesionado, y otros habituales en su puesto han renunciado a participar este septiembre en el Eurobasket. Así que hay que entender esto como una acto patriótico. Al menos esa parece la postura de Jorge Garbajosa, hoy presidente de la Federación de Baloncesto, ya que Brown “viene a ayudarnos en una situación difícil”, y era la opción que solicitaba Scariolo, el seleccionador.

Con los 58 cadáveres de Melilla aún calientes, no han añadido una sola palabra sobre las "expectativas dinamitadas" de quienes, ganándose el pan en nuestro país, solo encuentran impedimentos burocráticos para obtener la residencia

Ante este despropósito, la Asociación de Jugadores de Baloncesto, con su presidente a la cabeza, Alfonso Reyes, ha emitido un duro comunicado. Para la Asociación, “con la obtención de la nacionalidad española exprés de un jugador sin ningún arraigo en España, el mensaje que se hace llegar a los jugadores nacionales es muy nocivo” puesto que, añade, “dinamita las expectativas de los jugadores”. En el mismo sentido se han pronunciado Rudy Fernández, capitán de la selección, y el propio Pau Gasol, ya retirado. La Asociación no entiende que no se convoque a ninguno de los bases nacionales que, de hecho, han competido de manera sobresaliente en las llamadas “ventanas” (la fase previa de clasificación al Eurobasket). No entiende que a la hora de cobrarse el merecido premio, se les desprecie y se recurra a una artimaña administrativa para seleccionar a un foráneo.

Quizás, para la Asociación de Jugadores de Baloncesto, las circunstancias de esas 30.000 personas que se jugaron el tipo para traspasar nuestra frontera el año pasado tampoco resultan excepcionales

Y eso es todo, de modo que, por mucha razón que lleven, el comunicado de los jugadores resulta dolorosamente decepcionante. Con los 58 cadáveres de Melilla aún calientes en sus tumbas anónimas, no han añadido ni una sola palabra sobre las “expectativas dinamitadas” de quienes, viviendo y ganándose el pan en nuestro país, únicamente encuentran impedimentos burocráticos para obtener la residencia, no digamos ya la nacionalidad. Quizás, para la Asociación de Jugadores de Baloncesto, las circunstancias de esas 30.000 personas que se jugaron el tipo para traspasar nuestra frontera el año pasado tampoco resultan excepcionales. Es lógico, ya que, para nuestro propio presidente del Gobierno, cuando grupos hambrientos y desesperados intentan saltar una alambrada, en realidad se trata de “asaltos violentos que ponen en cuestión nuestra integridad territorial” .

El mundo del baloncesto profesional ha sido tradicionalmente más sensible a cuestiones sociales que el otro gran deporte de masas, el fútbol. La selección femenina, sin ir más lejos, ha puesto sobre la mesa, con enorme coste personal para las denunciantes, el maltrato psicológico que varias jugadoras sufrieron a manos de su entrenador. Ahora, por el contrario, la Asociación de Jugadores ha dado muestras de una insólita insensibilidad. Cuando dice que estas nacionalizaciones exprés envían un mensaje “muy nocivo”, pero lo centra exclusivamente en sus intereses profesionales, valida por omisión un contexto de racismo y xenobia. Son dos de esas lacras que, como se suele repetir, el deporte combate. Excepto, se conoce, cuando llega el Eurobasket.

Cerca de 30.000 personas llegaron a España de forma irregular el año pasado. Según datos del Ministerio de Interior que, como es evidente, solo son aproximativos, suponen un 51% más que el año anterior. Muchas otras murieron ahogadas en la fosa común del Mediterráneo o en algún operativo “bien resuelto”, como esas 58 de la valla de Melilla (según los últimos recuentos), por las que Marlaska ha felicitado al Gobierno marroquí.

En el extremo contrario tenemos a algunas personas que, sin moverse de su sofá al otro lado del Atlántico, han conseguido la nacionalidad española. Es el caso de Lorenzo Brown, base estadounidense de baloncesto. El consejo de ministras ha tenido con él un detallazo. Ya que no cuenta con ningún vínculo con España, no habla la lengua, no conoce a casi nadie por aquí, no tiene ningún ascendiente y solo ha pisado el país para jugar con su equipo algún partido, le han permitido jurar la Constitución en la ciudad de Atlanta. Todo ello debido a “circunstancias excepcionales”.