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El necesario camino hacia la autosuficiencia alimentaria en Europa tras la llegada de Trump
En la actualidad, la agricultura representa una ínfima parte de la economía de la Unión Europea: según Eurostat, la agricultura aportó 215.500 millones de euros al producto interior bruto (PIB) del bloque en 2022. En términos relativos, esto supone el 1,4% del PIB total, una proporción que se ha mantenido estable en los últimos 20 años.
Tras vender sus numerosos productos en los mercados, el sector cosechó más de 537.000 millones de euros en 2022, de los cuales 287.900 millones procedieron de cultivos como cereales, hortalizas, frutas, vino y patatas, y 206.000 millones de leche, ganado porcino, vacuno, aves de corral y huevos.
Los costes de producción ascendieron a 316.700 millones en 2022, lo que supone un aumento de casi el 22% respecto al año anterior. El aumento se debió principalmente a la invasión rusa de Ucrania, que disparó los precios de la energía y los fertilizantes a máximos históricos.
Se calcula que 8,6 millones de personas trabajan en el sector agrario, lo que representa el 4,2% del empleo de la Unión Europea (UE). Todos estos agricultores trabajan en 157 millones de hectáreas de tierras agrícolas, repartidas a su vez en 9,1 millones de explotaciones. Pero este reparto es marcadamente desigual: alrededor del 52% de las tierras agrícolas están controladas por el 4% de todas las explotaciones, las mayores de 100 hectáreas. Por el contrario, las pequeñas explotaciones, las de menos de cinco hectáreas, sólo utilizan el 6% de toda la tierra disponible, a pesar de representar el 40% de todas las explotaciones.
La PAC ha recibido continuas críticas por su desequilibrada distribución: cerca del 80% del presupuesto acaba en manos del 20% de los agricultores
La agricultura es un negocio arriesgado que está a merced de los fenómenos meteorológicos, la volatilidad de la demanda y la competencia extranjera, lo que dificulta la obtención de beneficios y la atracción de inversiones. Esto explica por qué la agricultura es una de las industrias más subvencionadas de la UE, a pesar de su minúscula contribución al crecimiento económico.
Creada en 1962, la Política Agrícola Común (PAC) es un programa masivo de ayudas estatales cuyo objetivo es garantizar que los agricultores europeos reciban unos ingresos mínimos y estables y puedan competir más allá de sus fronteras. Durante décadas, la PAC fue la 'razón de ser' del presupuesto común, con más del 60% del gasto total. Hoy representa un tercio.
La PAC es uno de los elementos más discutidos de la política de la UE y ha recibido continuas críticas por, entre otras cosas, su desequilibrada distribución (cerca del 80% del presupuesto acaba en manos del 20% de los agricultores), su cuestionable eficacia (los ingresos de los agricultores siguen siendo un 40% inferiores a los salarios medios de la UE) y la distorsión comercial que provoca frente a la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Los fenómenos meteorológicos extremos y el aumento de las temperaturas suponen una grave amenaza para la seguridad alimentaria y podrían provocar un aumento de determinadas importaciones a largo plazo
Como reacción a la pandemia de COVID-19, la guerra de Ucrania y la crisis energética, la Comisión Europea ha adoptado la “autonomía estratégica” como filosofía rectora para reducir las costosas dependencias de proveedores poco fiables. Por suerte para Bruselas, la agricultura es un sector muy avanzado en ese sentido.
La UE ha adquirido la autosuficiencia (es decir, puede satisfacer todas sus necesidades internas mediante la producción nacional) en una amplia gama de bienes que consumimos a diario, como trigo, aceite de oliva, tomates, manzanas, melocotones, queso, mantequilla, carne de vacuno, porcino y aves de corral. Para otros, como el arroz, el azúcar, las semillas oleaginosas y el aceite vegetal, las importaciones siguen siendo muy necesarias.
Esto ha permitido al bloque convertirse en una potencia comercial en los mercados mundiales en 2022, cuando exportó 229.100 millones de euros en productos agrícolas e importó 195.600 millones, lo que arrojó un cómodo superávit de 33.400 millones. La exportación más valiosa de la UE fue la de bebidas y licores, con 39.000 millones de euros.
Sin embargo, esto no significa que la UE esté completamente fuera de peligro. Los fenómenos meteorológicos extremos y el aumento de las temperaturas suponen una grave amenaza para la seguridad alimentaria y podrían provocar un aumento de determinadas importaciones a largo plazo. Al mismo tiempo, algunos de los clientes del bloque están desarrollando estrategias de autosuficiencia y puede que en el futuro no compren tantos alimentos fabricados en la UE como ahora.
El “America First” de Trump está aquí y ello implica un gran proteccionismo. Eso tendrá, evidentemente, un gran impacto en el sector agrario
Un informe de la Comisión Europea advertía de que la ralentización económica de China, que se agravará debido al rápido envejecimiento de su población, podría limitar gravemente las exportaciones mundiales de trigo blando, maíz, cebada, carne de vacuno y porcino y la mayoría de los productos lácteos.
A lo largo de toda su campaña electoral, Donald Trump, que vuelve a la Casa Blanca, ha prometido repetidamente aumentar los aranceles de los productos importados hasta el 10%, y hasta un 60% en el caso de China. La medida afectará muy directamente a Europa, con la que tiene unos estrechos lazos comerciales, como ya ha avisado el propio Banco Central Europeo (BCE). Si una jurisdicción tan importante como Estados Unidos impone aranceles del 60% a cualquier otra jurisdicción importante –hablemos de China–, los efectos directos e indirectos y las desviaciones del comercio serán enormes.
Esta preocupación ha llegado también al campo, ya de por sí en una situación complicada por el viraje de la Unión Europea de los últimos años. Todavía hay que esperar un poco a ver qué aplica al final, pero hay una cosa que es evidente: el “America First” de Trump está aquí y ello implica un gran proteccionismo. Eso tendrá, evidentemente, un gran impacto en el sector agrario. Las ventas con Estados Unidos, el segundo mercado para la UE después de Reino Unido, se verían muy reducidas, porque se impulsará el comercio nacional a base de un aumento de los precios de los productos extranjeros.
Los aranceles que promete Trump afectarían muy especialmente a Europa porque los productos que se compran aquí son de mucho valor añadido y estos son los que más van a sufrir
La preocupación por cómo puede repercutir la imposición de los aranceles va más allá de las vías oficiales. Los agricultores y ganaderos trasladan a nivel particular su preocupación por el golpe que podría representar la implantación de aranceles. Están preocupados porque, a nivel general, el campo puede verse afectado. Las ventas se podrían reducir, y no estamos en una situación como para perder ventas. Si se produce el 'veto' de EEUU… nos enfrentamos a un gran problema.
Estas nuevas tasas a la importación a nivel mundial afectarían muy especialmente a Europa porque los productos que se compran aquí son de mucho valor añadido, y estos son los que más van a sufrir. Aunque no hay todavía una resolución firme, existe incertidumbre y preocupación por lo que pueda pasar. Ante la evidencia de que el comercio con Estados Unidos se va a reducir, se debería empezar a reforzar desde ya el comercio con otros países.
La UE se encuentra hoy ante la imperiosa necesidad de conseguir lo que aplaza desde hace demasiado tiempo: o avanzamos hacia la unión política, o iremos hacia la irrelevancia, que significa fracaso y desaparición del proyecto. Pongamos en valor un propósito: caminar en contra de la dependencia alimentaria.
En la actualidad, la agricultura representa una ínfima parte de la economía de la Unión Europea: según Eurostat, la agricultura aportó 215.500 millones de euros al producto interior bruto (PIB) del bloque en 2022. En términos relativos, esto supone el 1,4% del PIB total, una proporción que se ha mantenido estable en los últimos 20 años.
Tras vender sus numerosos productos en los mercados, el sector cosechó más de 537.000 millones de euros en 2022, de los cuales 287.900 millones procedieron de cultivos como cereales, hortalizas, frutas, vino y patatas, y 206.000 millones de leche, ganado porcino, vacuno, aves de corral y huevos.