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Niñatas

Laura Hojman

22 de septiembre de 2023 21:06 h

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Por primera vez en mi vida me he comprado una camiseta de fútbol, concretamente la del número 11 de la Selección femenina de fútbol de España, la de Alexia Putellas, con su nombre en la espalda. Y lo he hecho porque quiero acordarme siempre de lo que están haciendo estas mujeres, y porque a las referentes, a las que derriban muros y se la juegan por hacer de esta sociedad un lugar más justo, hay que reivindicarlas, nombrarlas y acompañarlas. Estas mujeres representan ahora mismo mi bandera.

Soy consciente de que quizá haya que haberlo vivido para entenderlo; quien nunca haya sentido en su piel esa discriminación tan sutil y sibilina que sufrimos las mujeres que trabajamos en entornos masculinizados o que, peor aún, logramos colarnos en premios, nominaciones o reconocimientos, igual no podrá llegar a comprender la frustración y el dolor que provoca darse de bruces con la injusticia, con la realidad de una sociedad que está lejos de ser igualitaria.

“¿Pero qué más quieren? Niñatas, caprichosas, deberían estar contentas y agradecidas, que se dediquen a jugar al fútbol y se callen ya, malcriadas...”. Estas son solo algunas de las palabras que no paramos de escuchar y leer de quienes no han entendido nada.

Me tomo esta lucha como algo personal porque lo es, porque también yo me he visto señalada y tratada como una niñata caprichosa cuando he pedido un trato igualitario y unas condiciones justas

Intentaré aclararlo. Lo que quieren es respeto, unas condiciones dignas de trabajo, que las personas que les hicieron la vida imposible tras proclamarse campeonas del mundo, presionando a una compañera y a su familia, haciéndola sentir culpable y responsable de una agresión sexual (“fue ella quien pegó su cuerpo al mío...”), que quienes inventaron y publicaron declaraciones falsas, que quienes protegieron y aplaudieron todo ese mecanismo perverso no sigan siendo las responsables de sus puestos de trabajo.

Me tomo esta lucha como algo personal porque lo es, porque también yo me he visto señalada y tratada como una niñata caprichosa cuando he pedido un trato igualitario y unas condiciones justas. Precisamente porque he llegado desde abajo y no desde un entorno de poder, he sentido y sufrido esa misma mirada de: “pero si ya te hemos dejado entrar en el club, deberías estar contenta y agradecida, no estés tan subidita, a ver quién te crees que eres, confórmate y cállate”.

Esto no va de fútbol, esto va de qué tipo de sociedad queremos ser, va de visibilizar, señalar y poner sobre la mesa por fin algo que llevamos sufriendo las mujeres en nuestros entornos laborales toda la vida; esto va de decir basta ya, hasta aquí, se acabó.

Hablamos de la RFEF pero realmente hablamos de todo un sistema, de las estructuras de poder que sustentan todas las empresas, todos los organismos. Es ahí donde tenemos que poner el foco. Podremos ver avances, podremos celebrar y reivindicar con discursos bonitos los logros de las mujeres en el cine, en el deporte, donde sea, pero fijémonos en quienes tienen el poder, el dinero; digámoslo claro, quienes manejan realmente el mundo, y hasta que eso no cambie no podremos hablar de una verdadera igualdad.

Estas bisontas están revolucionando uno de los campos más intocables y complicados y lo están haciendo poniendo en riesgo sus carreras, sus sueldos, su prestigio y el trabajo para el que llevan toda una vida preparándose

¿Se acuerdan ustedes de las bisontas? ¿Esas mujeres que entraron en tropel en la literatura y tenían la desfachatez de tener éxito, ser leídas y ganar premios? Pues aquí están de nuevo, y esta vez en el que quizá sea uno de los terrenos más difíciles, tradicionalmente asociado a esa virilidad mal entendida: la de Rubiales agarrándose el paquete.

Estas bisontas están revolucionando uno de los campos más intocables y complicados y lo están haciendo poniendo en riesgo sus carreras, sus sueldos, su prestigio y el trabajo para el que llevan toda una vida preparándose.

La historia las recordará y yo seguiré llevando sus nombres en mi espalda, en mi pecho, en mi corazón, en mi cabeza, en mis ganas de tirar la toalla cada vez que me choco con la injusticia. Estas niñatas van a cambiar el mundo y ustedes lo verán.

 Todo el respeto, señoras bisontas. Gracias. Por todas.  

Por primera vez en mi vida me he comprado una camiseta de fútbol, concretamente la del número 11 de la Selección femenina de fútbol de España, la de Alexia Putellas, con su nombre en la espalda. Y lo he hecho porque quiero acordarme siempre de lo que están haciendo estas mujeres, y porque a las referentes, a las que derriban muros y se la juegan por hacer de esta sociedad un lugar más justo, hay que reivindicarlas, nombrarlas y acompañarlas. Estas mujeres representan ahora mismo mi bandera.

Soy consciente de que quizá haya que haberlo vivido para entenderlo; quien nunca haya sentido en su piel esa discriminación tan sutil y sibilina que sufrimos las mujeres que trabajamos en entornos masculinizados o que, peor aún, logramos colarnos en premios, nominaciones o reconocimientos, igual no podrá llegar a comprender la frustración y el dolor que provoca darse de bruces con la injusticia, con la realidad de una sociedad que está lejos de ser igualitaria.