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Defina normalidad democrática

Ya se sabe que las palabras las carga el diablo o más bien, la mente de quien dispara. Por eso el lenguaje tiene estas cosas, esta riqueza: un concepto puede tener varios significados dependiendo del contexto y de las circunstancias. Sin embargo, reconozco que algunas veces me resulta muy difícil encajar este asunto y ver todos los matices. Y en el contexto político actual el tema de las diferencias se está complicando.

Es el caso de la “normalidad democrática”, un concepto que se empuña cual espada en los últimos meses en todo mitin de altura. Desde que llegara Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) al Gobierno andaluz, con el apoyo de Ciudadanos y Vox, no se ha cansado de repetir que el acuerdo con el partido de extrema derecha Vox entra dentro de la “normalidad democrática” porque, efectivamente, ha sido elegido por cientos de miles de votantes en la comunidad autónoma. Sin embargo, y aquí empieza el conflicto, para PP, Cs y Vox negociar con partidos independentistas que también han sido elegidos por los votantes y tienen representación en cámaras como el Congreso no es normalidad democrática.

Normalidad es gobernar con 26 diputados de 109, un 23 por ciento del Parlamento andaluz (como en el caso del PP), pero por lo visto no lo es gobernar con 87 escaños de 350 (casi un 25%), como está haciendo Pedro Sánchez.

Normalidad democrática es que una persona de Vox presida la comisión parlamentaria que se va a encargar de los asuntos de memoria histórica cuando no cree en la memoria histórica. Es más, considera la ley vigente en Andalucía (y sin votos en contra entonces) como una ley “sectaria” y no le duele en prenda homenajear a Primo de Rivera si es menester. Pero no lo es que otros partidos utilicen un mecanismo reconocido en la Constitución española como es la moción de censura para sacar a otro presidente de Moncloa; eso es intrusismo y el presidente es “ilegítimo y traidor”.

Dicen que es normal en democracia que tres partidos fleten autobuses para organizar una manifestación y reclamar la salida de un presidente; pero una concentración en la puerta del Parlamento andaluz, en defensa de las leyes que protegen la igualdad entre hombres y mujeres, oficialmente convocada y autorizada también, por lo visto es kale borroca.

La cosa se pone compleja a pesar de que las comparaciones son sencillas, y las incoherencias, visibles. Porque sospecho que vamos a seguir sumando ejemplos de definiciones ambiguas. Y porque lo que no me gustaría en absoluto es que entrase dentro de esa normalidad democrática en la que nos movemos que se empezase a tomar por tonta a la ciudadanía. Entonces, no habría significado doble posible.

Ya se sabe que las palabras las carga el diablo o más bien, la mente de quien dispara. Por eso el lenguaje tiene estas cosas, esta riqueza: un concepto puede tener varios significados dependiendo del contexto y de las circunstancias. Sin embargo, reconozco que algunas veces me resulta muy difícil encajar este asunto y ver todos los matices. Y en el contexto político actual el tema de las diferencias se está complicando.

Es el caso de la “normalidad democrática”, un concepto que se empuña cual espada en los últimos meses en todo mitin de altura. Desde que llegara Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) al Gobierno andaluz, con el apoyo de Ciudadanos y Vox, no se ha cansado de repetir que el acuerdo con el partido de extrema derecha Vox entra dentro de la “normalidad democrática” porque, efectivamente, ha sido elegido por cientos de miles de votantes en la comunidad autónoma. Sin embargo, y aquí empieza el conflicto, para PP, Cs y Vox negociar con partidos independentistas que también han sido elegidos por los votantes y tienen representación en cámaras como el Congreso no es normalidad democrática.