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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

¡Oh capitán! ¡mi capitán!

Lagrimones como puños resbalan de mis ojos al oír las hermosas palabras que brotan de los límpidos labios de los inefables dirigentes de la izquierda española, que es lo que tiene la izquierda, que es mucho más proclive a la poesía que la derecha, siempre aferrada al inhumano materialismo de las cosas, sobre todo cuando son gratis.

Esta semana pretérita hemos tenido tres ejemplos de esta tendencia a la lírica de los líderes de la cáscara amarga, que no sé por qué les han atribuido tal epíteto, cuando lo que rezuman es almíbar en estado puro. El primer poema ha corrido a cargo del vate Pablo Iglesias, que ante las acusaciones de malquerer a su conmilitón Íñigo Errejón, le ha escrito una sentida carta, que si no es amor, se le parece.

En la misiva, el Amado Líder intenta reconciliarse con su número dos, a pesar de las diferencias ideológicas que los separan, ya que mientras uno no quiere llegar al extremo, el otro no ansía más que pasarse; posturas políticas que más o menos pueden resumirse en lo que otro gran poeta, don Pedro Muñoz Seca, escribió hace unos años en su cabal tratado de política titulado ‘La venganza de don Mendo’, que reza así:

Un juego vil que no hay que jugarle a ciegas/ pues juegas cien veces, mil…/y de las mil ves febril/que te pasas o no llegas/y el no llegar da dolor/pues indica que mal tasas/y eres del otro deudor/Más ¡ay de ti si te pasas!/¡Si te pasas es peor!

Como verán, las siete y media es como la política misma, aunque don Mendo, sincero, achaca sus desvaríos al cariñena.

Pablo, en su carta, asegura que quiere un Podemos “en el que tú, uno de los tipos con más talento y brillantez que he conocido, puedas trabajar a mi lado y no frente a mí”. Un Podemos “en el que cuidemos el debate, Íñigo, para que, con acuerdo o sin acuerdo, podamos siempre decirnos amigo, hermano, compañero” (snifff, snifff). A lo mejor va a ser cierto lo del cariñena.

Yo también te quiero, ladrón

A vuelta de correo, Errejón responde emocionado, tras haber confesado días antes que “tú eres mi secretario general”: “Bien sabes que mis ideas no son incompatibles contigo, bien al contrario. Llevamos años haciendo política a corazón abierto porque así nos lo enseñaron los que fueron para que hoy seamos. La hacemos porque creemos, con Machado, que lo mejor de España es su pueblo. Encontrémonos en el debate, compañero, hermano, amigo”.

Mientras me enjuago las lágrimas con una sábana de 1,60, recuerdo emocionado a otro de los grandes, Walt Whitman y su muy afamado “¡Oh capitán! ¡mi capitán!/ nuestro terrible viaje ha terminado,/hemos ganado el premio que anhelábamos,/ el pueblo entero regocijado”. Aunque la cosa no termina bien: “Mas, ¡oh corazón! ¡oh corazón!/ debe ser un sueño que yazcas sobre el puente,/ derribado, frío y muerto”. Y perdón por el ‘spoiler’.

Los dioses toquetean

El tercer poeta de nuestro particular parnaso es Javier Lambán, a la sazón presidente socialista de Aragón, que en una reciente visita a Andalucía para asistir a unos juegos florales en honor de Susana Díaz, se nos puso lírico (y hasta épico) y aseguró que nuestra jefa es “una trianera tocada por los dioses del socialismo y de la política, que la cubren con su manto poderoso”. Tampoco descartemos lo del cariñena, con más razón en este caso, por mera proximidad geográfica.

Viendo la calidad poética de nuestros queridos líderes de la izquierda y sus correspondientes resultados electorales, propongo que se asocien para mejor defender su fecunda inspiración. El grupo podría llamarse, recordando otra vez a Whitman, el Club de los Poetas Muertos.

Quien lleva peor lo de la lírica es el PP, mucho más práctico. Siguiendo el ejemplo de su carismático líder, ellos son más de prosa básica (muy españoles y mucho españoles), con lenguaje a la antigua, pero no por ello alejado de la rentabilidad que tienen que tener las letras. Algo a medio camino entre ‘Rinconete y Cortadillo’ y el Boletín Oficial del Estado, que donde no llega la picaresca sí puede llegar el BOE y su relación de contratos públicos; que más vale que sobre que no que falte, dicho lo de sobre sin ninguna mala intención.

Como no quiero ser menos que tan colorido ramillete de rapsodas, también he rescatado un antiguo ripio infantil que dedico a cada uno de tan preclaros y útiles líderes izquierdosos: “Tú que eres tan gran poeta/ y tan buenos versos compones,/ por qué no me coges la baqueta/ y me retocas los renglones”.

Lagrimones como puños resbalan de mis ojos al oír las hermosas palabras que brotan de los límpidos labios de los inefables dirigentes de la izquierda española, que es lo que tiene la izquierda, que es mucho más proclive a la poesía que la derecha, siempre aferrada al inhumano materialismo de las cosas, sobre todo cuando son gratis.

Esta semana pretérita hemos tenido tres ejemplos de esta tendencia a la lírica de los líderes de la cáscara amarga, que no sé por qué les han atribuido tal epíteto, cuando lo que rezuman es almíbar en estado puro. El primer poema ha corrido a cargo del vate Pablo Iglesias, que ante las acusaciones de malquerer a su conmilitón Íñigo Errejón, le ha escrito una sentida carta, que si no es amor, se le parece.