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Orgasmos
Por fin un domingo normal, sin grandes sobresaltos. Parece que nos hemos dado, nos han dado un respiro. Zorionak al Athletic, felicidades y muchos hijos al matrimonio Almeida. Hoy la prensa se asemeja bastante a los ecos de sociedad antiguos, reyes, nobles, peces gordos de lo que sea, señoras bien, vestidos y tocados para la ocasión.
Y un gran álbum de felicidad de los bilbaínos y de tristeza orgullosa de los mallorquines. Gran hombre, Aguirre. Mi calle ha sido durante estos días una más del centro de Bilbao; esta mañana ya se escuchaban otra vez los pájaros y las campanas dominicales de las iglesias, y ya entrada la mañana, los pitidos de los conductores de un semáforo cercano que en vez de disfrutar en su pueblo de su merecido reposo se dedican a bajar a la ciudad a dar por saco; los vascos se habrán dado cuenta de que por aquí abajo se les quiere. Espero que unos y otros se lo hayan pasado tan bien como yo cuando voy a sus dos maravillosas ciudades.
Este fin de semana hemos sido obsequiados, yo les agradezco el gesto, con un aurresku en Triana, también con un chotis desde Madrid de esos que uno difícilmente olvida. Como no olvidarán el día, otra boda, los que decidieron casarse ese día en la Catedral de Sevilla. No les bailaron los seises, se encontraron una multitud de invitados sin derecho a ágape. Dos danzas, una de homenaje en Triana, otra de cortejo, se supone, que eso eran antes las danzas nupciales, como el chotis de Almeida.
Si la campaña electoral vasca se está destacando por algo, es por su tono moderado, lejos de la radicalidad. Los partidos allí están sorprendiendo por su sentido del tiempo que les toca vivir
Los expertos en corazón no pueden hacer crítica de la vestimenta de los bilbaínos, todos iban iguales; sí de los asistentes a la boda televisada de Madrid; dicen y comentan mucho el colorido de las señoras y de sus tocados. De la simpleza, no obstante, de las nobles, alejadas del pintoresco aspecto de las plebeyas venidas a más. También se ha comentado la desigual edad de los contrayentes, una especie de hipogamia generacional. Pero es el amor.
Los asistentes estaban entusiasmados, se les notaban ganas de darlo todo, como los espectadores tras la valla que aplaudían a rabiar al rey honorífico y su parentela. Se le echa de menos en Madrid, así como a su nieto.
La crónica ha recibido con desigual atención la presencia del otro rey, Felipe, en el estadio de la Cartuja. Aquí apenas aplausos, pitos y bronca y a otra cosa, sin acritud. Los que quieren ver tensión no la encuentran. Creo que fue un desahogo en el cambio de ciclo en Euskadi. Si la campaña electoral vasca se está destacando por algo, es por su tono moderado, lejos de la radicalidad. Los partidos allí están sorprendiendo por su sentido del tiempo que les toca vivir.
"El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna". Eso decía el sabio Eduardo Galeano
La política menor ha estado presente, no obstante, arriba, no en la calle ni en los bares, sino en el palco, codazos de protocolo, alguien habrá echado de menos a Rubiales, ya nos enteraremos. Nos olvidaremos de los presentes en el palco pero la lista de asistentes al enlace Almeida-Urquijo conviene tenerla a mano.
En fin, que hemos cabido como hemos podido, pero pocos goles. “El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna”. Eso decía el sabio Eduardo Galeano y añadía: “la multitud delira y el estadio se olvida de que es de cemento y se desprende de la tierra y se va al aire”. Para los que han gozado ya de su orgasmo este fin de semana, felicidades, zorionak; para los demás, todo es ponerse. A veces llega, hasta en el matrimonio.
Por fin un domingo normal, sin grandes sobresaltos. Parece que nos hemos dado, nos han dado un respiro. Zorionak al Athletic, felicidades y muchos hijos al matrimonio Almeida. Hoy la prensa se asemeja bastante a los ecos de sociedad antiguos, reyes, nobles, peces gordos de lo que sea, señoras bien, vestidos y tocados para la ocasión.
Y un gran álbum de felicidad de los bilbaínos y de tristeza orgullosa de los mallorquines. Gran hombre, Aguirre. Mi calle ha sido durante estos días una más del centro de Bilbao; esta mañana ya se escuchaban otra vez los pájaros y las campanas dominicales de las iglesias, y ya entrada la mañana, los pitidos de los conductores de un semáforo cercano que en vez de disfrutar en su pueblo de su merecido reposo se dedican a bajar a la ciudad a dar por saco; los vascos se habrán dado cuenta de que por aquí abajo se les quiere. Espero que unos y otros se lo hayan pasado tan bien como yo cuando voy a sus dos maravillosas ciudades.