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París y Barcelona: dos mujeres andaluzas

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Cruce de impresiones dándole al zapping en duermevela entre las retransmisiones desde París y Barcelona en la canícula de agosto. Las dos ciudades olímpicas han hecho historia. Me atrevo a ver en las retransmisiones una conexión andaluza. La de dos mujeres políticas nacidas en el sur, Anne Hidalgo y María Jesús Montero, como alcaldesa de París la primera y como número dos del PSOE y del Gobierno de España la segunda.

Han sido protagonistas de desenlaces felices en París y Barcelona el mismo fin de semana. Hidalgo sonreía satisfecha en un plano discreto bajo la bancada de Emmanuelle Macron en la ceremonia final de unos Juegos exitosos. Montero, de amarillo toda como la de los lazos independentistas, reía exultante en Barcelona en la toma de posesión de Salvador Illa como presidente de la Generalitat de Cataluña. Un hecho que es un triunfo para el PSOE y el Gobierno de Pedro Sánchez. Otras coincidencias además del nacimiento en Andalucía: son socialistas, feministas y admiradoras y leales a Sánchez. Pero esa felicidad que rezuman, como las rosas, lleva sus espinas.

Anne Hidalgo es la alcaldesa de un París que ha asombrado al mundo no solo por su belleza, sino por su porfía de una urbe ecológica contra el cambio climático en las Olimpiadas más sostenibles. Hidalgo deberá conciliarse con unos parisinos enojados por las molestias de unos Juegos en los que la propia ciudad era el gran estadio, pero su cara la noche del 11 de agosto mientras entregaba la bandera olímpica a su admiradora Karen Bass, la alcaldesa de Los Ángeles, del partido de Kamala Harris –cuántas mujeres poderosas este agosto de 2024–, reflejaba la satisfacción de que ha merecido la pena el sufrimiento por las críticas feroces de una oposición durísima y los recelos vecinales a sus proyectos de ciudad verde.

Hidalgo, referente del trastocado Partido Socialista Francés y feminista activa, no titubeó cuando apostó por Pedro Sánchez frente a Susana Díaz en las primarias del PSOE de 2017

Porque la de Anne Hidalgo ha sido una carrera de fondo con muchos obstáculos. Cambio climático y protección social han sido su brújula de trabajo al frente de la Alcaldía de París desde 2014 en unos años de ascenso de la ultraderecha en Francia y declive de la socialdemocracia humanista que ella defiende. Su legado no solo incluye instalaciones deportivas para regenerar barrios pobres de París, una villa olímpica que se destinará a viviendas sociales y la limpieza millonaria del Sena que permitirá a los parisinos volver a bañarse en el río tras un siglo. Todo ello ha sido destacado en la prensa durante los Juegos, pero atrás quedan otras gestiones durante años como peatonalizar plazas y calles, buscar espacios públicos para mayores, llenar de árboles y dotar a París de carriles bici y convertir la orilla del Sena en un paseo solaz para niños y adultos. 

Anne Hidalgo, 65 años, nació en San Fernando (Cádiz), lugar a cuyas playas suele volver cada verano pasando, hasta ahora, desapercibida entre cientos de veraneantes. La familia paterna, oriunda de Antequera, sufrió el exilio y la persecución tras la guerra civil española. Sus padres, afincados en Cádiz, emigraron a Francia cuando Anne (Ana María en San Fernando) tenía dos años. A los 14 obtuvo la nacionalidad francesa, pero nunca ha dejado de presumir de su doble patria. Con naturalidad manifestó, ante la final de fútbol entre España y Francia, que tenía suerte porque quería que ganara la selección gala, pero si lo hacía la española también se alegraría. Y ganó España. 

Hidalgo, referente del trastocado Partido Socialista Francés y feminista activa, no titubeó cuando apostó por Pedro Sánchez frente a Susana Díaz en las primarias del PSOE de 2017. Y eso que ambas coincidían en ser las primeras mujeres en sus respectivos cargos. Díaz era presidenta de Andalucía y contaba con los afectos de dirigentes históricos del PSOE como Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba. Anne Hidalgo acudió con sus padres al mitin de final de la campaña de aquellas primarias organizado en Sevilla a la orilla de otro río, el Guadalquivir. “Con líderes como Pedro vamos a poder decir en Europa que hay otra vía”, tuvo el olfato de intuir un año antes de que Sánchez alcanzara imprevisiblemente la Moncloa.

Como consejera de Hacienda, Montero siempre batalló en contra de privilegios a Cataluña respecto a otras comunidades en materia de financiación

El mitin a 48 horas del voto de los militantes se celebró en el muelle de la Sal bajo el puente de Triana, la vía principal para adentrarse en el barrio del mismo nombre, donde nació Susana Díaz y también María Jesús Montero (58 años). La entonces consejera de Hacienda de la Junta no estaba con Hidalgo en el muelle de la Sal, sino a 500 metros, en el muelle de las Delicias en el mitin de Susana Díaz apadrinada por Alfonso Guerra, que no habló. Sí lo hizo Juan Espadas, ahora el mayor crítico de la expresidenta, y entonces alcalde de Sevilla. Aquel duelo bajo un sol como el de este agosto en el que Hidalgo fue premonitoria y su colega sevillano no tuvo ese don queda lejos y tan difuminado como la influencia política de Díaz. Ha menguado esta tanto como la de Sánchez, Hidalgo y Montero ha crecido.

Una cualidad de Montero es la lealtad. Una vez que Pedro Sánchez la llamó para que fuera ministra de Hacienda cuando ganó la Presidencia en la primera moción de censura que sale adelante, su lealtad institucional mudó de lugar. No fue difícil porque ya existía afinidad. Montero, que se afilió al PSOE muchos años después de ser cargo en el gobierno de la Junta andaluza, simpatizaba con la vena más izquierdosa del partido que la de Díaz. Una fidelidad entusiasta como se vio en su acalorada arenga en los cinco días de reflexión de abril. Ahí, en esa lealtad al proyecto político de Sánchez puede hallarse la clave de su trágala respecto a la concesión de una financiación singular a Cataluña y que supondría la salida de esta comunidad del régimen común.

Como consejera de Hacienda, Montero siempre batalló en contra de privilegios a Cataluña respecto a otras comunidades en materia de financiación y logró un acuerdo en el Parlamento con los partidos de derecha a izquierda (desde el PP a Podemos e IU) para reivindicar al Gobierno de Mariano Rajoy un sistema en el que Andalucía recibiera como poco cuatro mil millones de euros anuales más. Dos semanas antes del pacto entre PSC y ERC para la investidura de Salvador Illa como presidente de Cataluña, Montero se manifestó en contra de un cupo para Cataluña como el vasco y el navarro.

No hay duda de que Montero es también una mujer valiente, pero Hidalgo no siempre salió indemne

Su irrupción estelar en la toma de posesión de Salvador Illa, su mensaje críptico en apoyo del acuerdo del PSC con ERC sin más aclaración, la aparición en el mismo acto del presidente de Asturias, Adrián Barbón, muy crítico con el acuerdo y en contra del concierto catalán, hacen prever que Montero prepara una compensación para el resto de comunidades que pueda acallar una revuelta no solo de las regiones gobernadas por el PP (la gran mayoría), sino de su propio partido.

Si no es así, Montero quedará desacreditada en Andalucía, lo que perjudicará sobre todo al PSOE andaluz, para el que la ministra es su principal referente. Para el PP de Juan Manuel Moreno es la ocasión esperada para dinamitar su posible vuelta como candidata a la Junta. El PP no va a dejar escapar la oportunidad. La política del agravio con Cataluña, practicada por los socialistas en la Junta durante décadas, sigue dando réditos. El PSOE ya no es fuerza hegemónica en Andalucía, pero esta comunidad sigue aportándole un caudal de votos importantísimo: 935.603 sufragios en las europeas y 1.467.501 en las generales de 2023. No se trata solo de la Junta, sino de la Moncloa.

La trayectoria de Montero como hacedora de acuerdos imposibles y su talante riguroso en las negociaciones obran en su favor en una previsible oferta compensatoria a las comunidades, pero la controversia en contra es poderosa y no siempre que se pasea uno al filo de la navaja sale airoso. Anne Hidalgo podría servir de ejemplo a la ministra española en algo más que su valentía (así definió a la alcaldesa de París su homóloga de Los Ángeles, como una mujer valiente). No hay duda de que Montero lo es también, pero Hidalgo no siempre salió indemne. En 2022 se presentó a la presidencia de Francia en un intento del PSF de recomponerse. Hidalgo había dicho en su campaña a las municipales de París que no lo haría. El resultado fue catastrófico: el 1,7% de los votos.

Cruce de impresiones dándole al zapping en duermevela entre las retransmisiones desde París y Barcelona en la canícula de agosto. Las dos ciudades olímpicas han hecho historia. Me atrevo a ver en las retransmisiones una conexión andaluza. La de dos mujeres políticas nacidas en el sur, Anne Hidalgo y María Jesús Montero, como alcaldesa de París la primera y como número dos del PSOE y del Gobierno de España la segunda.

Han sido protagonistas de desenlaces felices en París y Barcelona el mismo fin de semana. Hidalgo sonreía satisfecha en un plano discreto bajo la bancada de Emmanuelle Macron en la ceremonia final de unos Juegos exitosos. Montero, de amarillo toda como la de los lazos independentistas, reía exultante en Barcelona en la toma de posesión de Salvador Illa como presidente de la Generalitat de Cataluña. Un hecho que es un triunfo para el PSOE y el Gobierno de Pedro Sánchez. Otras coincidencias además del nacimiento en Andalucía: son socialistas, feministas y admiradoras y leales a Sánchez. Pero esa felicidad que rezuman, como las rosas, lleva sus espinas.