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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El “Parlamento de las tentaciones”

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La política hace tiempo que decidió dejar la realidad como campo de acción, y la convirtió en un reality en el que poder desarrollar sus papeles e introducir personajes para alimentar historias que funcionen según la audiencia de las encuestas.

La política ha preferido renunciar a los parámetros de una realidad que encasilla a sus protagonistas en los problemas de la sociedad, para moverse en escenarios capaces de hacer de cada Parlamento una isla donde desarrollar ese reality lleno de historias y postverdades, capaces de mantenerse en el aire de las redes sociales y las tertulias de plató, en lugar de comunicar y escuchar a quienes no pueden salir de su realidad.

Hemos tenido realities parlamentarios de todo tipo, desde al modo “Supervivientes”, con personajes que intentaban resistir en las condiciones más difíciles pescando lo justo para cada día, hasta de cocinas y fogones a lo “Máster Chef”, donde se cocinaba todo lo que luego terminaba por alimentar la actualidad. Ahora, una vez que se decidió abandonar la realidad, las circunstancias nos han apartado progresivamente de ella, y esa marea de acontecimientos es la que nos ha llevado hasta la isla del “Parlamento de las Tentaciones”.

En dicha isla existen dos residencias, Villa Derecha y Villa Izquierda, en las que sus residentes se relacionan con cierta libertad bajo una serie de elementos comunes que definen sus ideas y posición, aunque también hay celos y algunas discusiones entre sus miembros. Por eso en Villa Izquierda se oyen conversaciones que hablan de “deslealtad”, de electoralismo, de noches de insomnio... Y en Villa Derecha se escuchan voces en las que se llaman “cobardes”, “hasta aquí hemos llegado”, “yo más que tú”... A pesar de todo, las relaciones en cada villa transcurren dentro de una cierta normalidad, y cuando no están en la piscina, están en la playa, y cuando no están en la playa se les ve tan amigos tomando algo sentados en cómodos sofás y hablando de la otra villa.

La situación cambia cuando entran en juego los tentadores, es decir, personas de cada una de las villas que se introducen con disimulo en la otra para intentar mantener un idilio con alguno de sus miembros, y convencerlos para que abandonen su villa y se pasen a la otra.

Y no todo el mundo puede ser tentador. Para serlo hace falta un físico atractivo y musculado que transmita confianza y seguridad, lo cual sólo está al alcance de los grandes partidos del “Parlamento de las Tentaciones”, que llevan toda la vida en ese tipo de escenarios y ejercicio. Pero, además, tienen que hacerlo jugando con una serie de promesas que, dadas las circunstancias, no se mueven precisamente por el romanticismo del “amor eterno” y el “yo siempre te he querido”, sino que son más terrenales e inmediatas y se traducen en regalos y bienes materiales que mejoren su situación en el Parlamento o fuera de él con algún cargo, para mostrarse ante el resto de los habitantes de la villa como superiores, y que toda la audiencia vea lo importantes que son y el poder que tienen. Esta situación limita aún más a los tentadores, y los reduce a quienes tienen acceso a los regalos del poder y a quien se los puede proporcionar.

Lo ocurrido estos últimos días ha puesto de manifiesto que la verdadera vocación del PP es actuar como "tentador" para cortejar a cualquiera que vea presa fácil, y llevárselo a su villa a cambio de regalos y promesas.

Lo curioso de este reality es que pone de manifiesto las pasiones ocultas que habitan el “Parlamento de las tentaciones”, y mientras que algunos de sus participantes llevan a cabo estrategias que forman parte de la dinámica y de las reglas de juego, como por ejemplo ocurre con la hoguera de la “moción de censura”, otros, en cuanto suena la alarma de la tentación y ven brillar su luz en la pared, se sienten despechados y liberados para actuar echando la culpa al otro. A partir de ahí, se ponen su bañador más sexy y sacan a relucir su espíritu tentador para comenzar a tentar a unos y a otras con el objeto de iniciar un idilio bajo los focos y los regalos, pero destinado al fracaso en cuanto se apaguen las cámaras.

Lo ocurrido estos últimos días ha puesto de manifiesto que la verdadera vocación del PP es actuar como “tentador” para cortejar a cualquiera que vea presa fácil, y llevárselo a su villa a cambio de regalos y promesas. Y lo más sorprendente, circunstancia que confirma que no es producto de las circunstancias y que forma parte de su identidad, es la manera de presumir y pavonearse de ello por todas las cámaras del “Parlamento de las tentaciones”, y de presumir por lo conseguido en la arena de los medios, justo como lo ocurrido en ediciones anteriores.

Las conquistas en este reality son muy comentadas y aplaudidas entre los suyos, pero la realidad se basa en el compromiso serio y en el trabajo diario para ayudar a la audiencia, no para entretenerla con sus pavoneos y tentaciones.

La política, como decía, ha convertido la realidad en un reality para que los ciudadanos la miren desde el otro lado de la pantalla, y apoyen a sus personajes favoritos con llamadas al plató y SMS con el mensaje “.Salvad a...”.

Pero la vida no es un reality ni los tentadores son de fiar, por más audiencia que consigan en un momento dado. Al final es la realidad la que se impone y la democracia la que decide. No deberían de olvidarlo.

La política hace tiempo que decidió dejar la realidad como campo de acción, y la convirtió en un reality en el que poder desarrollar sus papeles e introducir personajes para alimentar historias que funcionen según la audiencia de las encuestas.

La política ha preferido renunciar a los parámetros de una realidad que encasilla a sus protagonistas en los problemas de la sociedad, para moverse en escenarios capaces de hacer de cada Parlamento una isla donde desarrollar ese reality lleno de historias y postverdades, capaces de mantenerse en el aire de las redes sociales y las tertulias de plató, en lugar de comunicar y escuchar a quienes no pueden salir de su realidad.