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El partido de los pícaros
Estaba yo como el tomate, muy tranquilo en mi mata, ya harto de Puigdemont y de Rajoy, y dispuesto a explicarles a ustedes las escasas posibilidades de que el asteroide AJ129 2002 impacte sobre nuestras cabezas el día 4 de febrero, tal y como dicen algunos agoreros en Twiter, cuando hete aquí que recibo una carta de doña Fátima Báñez, ministra del ramo, que ha encontrado tiempo entre novena y novena a la Virgen del Rocío, para informarme de que, gracias a la munificencia del Gobierno, mi pensión subirá la nada despreciable cifra de cinco euros al mes. Así que, aquí me tienen, cabreado como una mona, de vuelta a la pelea.
Tras descartar el impulso de pagar el primer plazo del yate o de gastármelo todo en vino, he decidido seguir los consejos de otra andaluza de postín y del PP, doña Celia Villalobos, y destinar el 40 por ciento del incremento (¿o es excremento?), dos euros, a engrosar mi fondo de contingencia. Así, a final de año tendré ahorrados 24 euros y al cabo de un siglo 2.400, que es un dinerito.
Otra cosa no, pero sí es de admirar la desfachatez -fachatez dirían los malpensados- con la que las autoridades competentes (?) se atreven a gastarse los cuartos enviando cartas a ocho millones de criaturas para informarles de que les están tomando el pelo, por si no se habían dado cuenta ellos solos. Y más cuando el día que recibes la misiva te enteras de que 10 millones de españoles están en riesgo de pobreza, que los jóvenes cobran un 30% menos que antes de la crisis mientras los sueldos de los ricos han aumentado un 15% y que don Tancredo Rajoy asegura que no es el momento de igualar los salarios de las mujeres.
Para explicar tal ansia de botafumeiro postal hay que mirar en la propia ideosingracia del PP, cuyos miembros destacados son capaces de pagar decenas de miles de euros a un chorizo de la trama Púnica para mejorar su reputación ‘online’ o de publicar un manifiesto anónimo loando las altas capacidades del consejero de Salud de Castilla y León, firmado por él mismo, que es quien mejor se conoce. Todo ello, por supuesto, pagado con nuestro dinero.
Es en esta confusión entre lo suyo y lo de todos, como se está viendo en Valencia, donde se ha gestado ese patio de Monipodio (corte de truhanes, pícaros y timadores donde Cervantes coloca a Rinconete y Cortadillo), en la que se ha convertido el PP, también conocido como Partido de los Pillos, inmerso en 56 casos de corrupción que afectan a 800 destacados líderes, “esas personas aisladas por las que usted me pregunta y que ya no están en el partido”, tal y como las define don Mariano Tancredo.
Estepona y olé
De esta actitud participa también el PP-A de Moreno Bonilla, convertido en martillo de corruptos, siempre que sean del PSOE, por supuesto. Así, mientras no hacen más que malmeter para que la Justicia se ponga tiquismiquis con los ERE (que no hace ninguna falta, que se lo pregunten si no a la jueza Alaya) siguen mirando con benevolencia lo que pasa en Almería con Gabriel Amat o en Granada con Torres Hurtado y sus 40 concejales. O en Estepona, donde el alcalde acaba de dar un contrato de seis millones a una empresa de la trama Lezo, por la única razón de que han presentado una buena oferta. La pregunta es para quién.
Y lo peor de esta podredumbre generalizada no es que nos estén desvalijando, a través de las cuentas en dinero negro o de los sueldos y las pensiones, sino que no tiene pinta de acabar; que el propio Rajoy, que no sabe nada el pobre de tanto choriceo, ha anunciado que se presenta otra vez para revalidarse en el cargo de Monipodio si nadie se lo impide. Que no se lo impedirán, ya que los socialistas están muy ocupados en los cerros de Úbeda, y los podemitas todavía no han concluido su exploración de Babia, y todavía tienen que acabar de darse de hostias por las esquinas.
Así que la única y remota esperanza que nos queda para acabar con nuestras miserias y no recibir otra carta anunciando la buena nueva de los cinco euros, va a ser el asteroide AJ129 2002, que a lo mejor podría caer en Génova 13, Rúe del Percebe, aunque con la suerte que tienen seguro que les da tiempo a desalojar, no sin antes poner los ordenadores bien a la vista. Y eso que se ahorran en martillos.
Estaba yo como el tomate, muy tranquilo en mi mata, ya harto de Puigdemont y de Rajoy, y dispuesto a explicarles a ustedes las escasas posibilidades de que el asteroide AJ129 2002 impacte sobre nuestras cabezas el día 4 de febrero, tal y como dicen algunos agoreros en Twiter, cuando hete aquí que recibo una carta de doña Fátima Báñez, ministra del ramo, que ha encontrado tiempo entre novena y novena a la Virgen del Rocío, para informarme de que, gracias a la munificencia del Gobierno, mi pensión subirá la nada despreciable cifra de cinco euros al mes. Así que, aquí me tienen, cabreado como una mona, de vuelta a la pelea.
Tras descartar el impulso de pagar el primer plazo del yate o de gastármelo todo en vino, he decidido seguir los consejos de otra andaluza de postín y del PP, doña Celia Villalobos, y destinar el 40 por ciento del incremento (¿o es excremento?), dos euros, a engrosar mi fondo de contingencia. Así, a final de año tendré ahorrados 24 euros y al cabo de un siglo 2.400, que es un dinerito.