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El pasillo de la vida
Quien entiende la vida como un pasillo se confunde de destino y, probablemente, de camino.
El pasado mes de diciembre dos ancianos murieron en el pasillo de Urgencias del Hospital de Toledo, y a los responsables del centro no se les ocurre otra cosa que discutir si la muerte, entendida como el cese definitivo de las funciones vitales, se produjo en el pasillo o si fue en la sala de reanimación, una vez la vida ya había hecho el equipaje en ese “corredor de la muerte” y estaba a punto de cerrar la puerta de este mundo. Recuerda a los malos aficionados que discuten si el penalti se produjo dentro o fuera del área, pero no dicen nada de la falta que cometió el defensa de su equipo, que fue el verdadero problema, es cierto que de consecuencias diferentes, pero un problema siempre delicado dada la proximidad del área.
Los responsables del Hospital de Toledo se han preocupado más de proteger a los políticos que los han nombrado que de atender a los pacientes, de ahí la secuencia de sus argumentos. Primero han dicho lo del “pasillo no, sala de reanimación sí”; después, que los pacientes tenían más de 90 años, y más adelante que a Urgencias llega gente para morirse con independencia de la atención que reciban. Es decir, que a las personas fallecidas les había llegado su hora, y que daba igual que se encontraran en un pasillo, en reanimación o en la sala de espera... su patología era la propia vida que se había agotado. Lo que no sé es cómo habían llegado a esa conclusión diagnóstica, si por un análisis, un TAC o una radiografía.
Quizás tendrían que responder qué relación puede haber entre estos resultados y el cierre de más de 100 camas de ese mismo hospital, o entre la presencia de camas en los pasillos (con independencia de que los enfermos mueran o no) y la saturación de unas Urgencias incapaces de asumir el volumen de enfermos... Y alguien, ya no del hospital, tendría que explicar también la vinculación de esta situación con los recortes en sanidad.
Sorprende cómo las mismas posiciones que maltratan la vida cuando más atención requiere, sean las que la defiendan cuando se trata de un embrión, no de una persona, para justificar la reforma de la Ley del Aborto actual.
No es la vida lo que se defiende, de lo contrario no se actuaría de forma tan irresponsable con la sanidad ni en tantas otras circunstancias, lo que se defiende son las ideas y creencias que utilizan el argumento de defender la vida para mantener su status y posiciones de poder.
El ejemplo más cercano lo tenemos en las insinuantes palabras de Rajoy cuando en la sesión de control del Senado ha dicho que la reforma del aborto nos llevará a la ley de 1985, apuntando que se admitirá el supuesto de malformación como causa para interrumpir el embarazo. De nuevo el PP muestra su incoherencia con aquello que dice defender. Si lo que se defiende es la vida, una “vida malformada en lo físico” no debe ser justificación para abortar, como argumentan desde las posiciones más radicales de su propio partido. Pero no es eso. Lo que pretenden es defender su “buena vida” cediendo un poco por aquí y concediendo un poco por allá, pero sin perder poder.
Para estas posiciones conservadoras la vida es como un pasillo que hemos de transitar para volver al lugar de donde partimos. Un destino que no nos pertenece y que sólo su dueño puede decir cuando comienza y cuando termina, pero mientras que al final del pasillo conviene aligerar la salida para evitar que se acumulen camas y costos (siempre y cuando que el hospital no sea el de Leganés y el responsable responda al nombre de Dr. Montes), al principio de ese pasillo debe facilitarse el recorrido porque, según dicen, es bueno para la economía.
No, si al final va a ser el económico el único criterio serio que manejan para defender o aligerar la vida.
Quien entiende la vida como un pasillo se confunde de destino y, probablemente, de camino.
El pasado mes de diciembre dos ancianos murieron en el pasillo de Urgencias del Hospital de Toledo, y a los responsables del centro no se les ocurre otra cosa que discutir si la muerte, entendida como el cese definitivo de las funciones vitales, se produjo en el pasillo o si fue en la sala de reanimación, una vez la vida ya había hecho el equipaje en ese “corredor de la muerte” y estaba a punto de cerrar la puerta de este mundo. Recuerda a los malos aficionados que discuten si el penalti se produjo dentro o fuera del área, pero no dicen nada de la falta que cometió el defensa de su equipo, que fue el verdadero problema, es cierto que de consecuencias diferentes, pero un problema siempre delicado dada la proximidad del área.