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¿Nos hemos perdido algo en el escándalo Soria?
Hay quien cree en los Reyes Magos, hay quien cree en los gnomos, hay quien cree en las casualidades y hay quien cree que en el PP es normal que se produzcan rebeliones internas espontáneas en contra de una decisión avalada por Mariano Rajoy. Si me preguntan a mí, yo sólo creo en los Reyes Magos (y no en todos). Así que permítanme que, con razón o sin ella, levante una ceja ante la insólita cascada de críticas desatada estos días entre algunos dirigentes del PP a cuenta del retiro de oro en el Banco Mundial que el Gobierno había buscado para el ex ministro Soria, implicado en el caso de los papeles de Panamá. Una polémica que ha acabado con la renuncia del ex ministro al puesto, anunciada este martes.
En circunstancias normales, o en una democracia normal si lo prefieren, no debería extrañarnos que un nombramiento tan evidentemente inapropiado generara oposición incluso dentro del partido en el poder. Pero cuando hablamos de unos dirigentes que han cerrado filas junto a Rajoy en momentos mucho más escandalosos, cuando esas críticas se producen en un momento de especial debilidad del presidente tras las dos votaciones perdidas en el Congreso, cuando en algunos ambientes se empieza a hablar de que dé un paso atrás para favorecer la investidura y cuando la perspectiva de unas terceras elecciones ya no puede descartarse, este pequeño motín en favor de la ejemplaridad política, ha resultado, como poco, llamativo.
¿Nos estamos perdiendo algo?, me pregunto con mi sentido arácnido en estado de alerta. ¿Un arranque de ética? ¿Un movimiento táctico? ¿Un quedabien? ¿Una reacción precipitada? Vale que Feijoo se distancie, teniendo elecciones en Galicia en pocos días, pero ¿qué hacen Cifuentes y Esperanza Aguirre, que no dan puntada sin hilo, estando de acuerdo en algo? ¿Y los barones de Extremadura, Castilla y León, Valencia, Baleares y hasta Andalucía? Y sobre todo, ¿qué hace el mismísimo Marhuenda criticando la decisión a toda página en la portada de La Razón? ¿Tenemos que empezar a preocuparnos? ¿Ha llegado el fin del mundo? ¿Por qué me tiemblan las piernas?
Para el carro, Cañal, no es verosímil que haya una conspiración en marcha, me digo. Y menos con esa combinación de protagonistas. El PP es un partido serio. En todo caso, y como apuntan algunos, lo ocurrido es tal vez una manifestación más de esa guerra fría entre los llamados sorayistas y el núcleo que capitanea el ministro Margallo, y que al parecer ha arropado a Soria hasta ahora. O una campaña contra De Guindos. Pero incluso si es así, se me ocurren pocos momentos más inoportunos que éste para tensiones internas. ¿Puede haber movimientos subterráneos, aunque sean incipientes, para moverle el suelo al presidente? Seguramente no. Pero para alguien que aún cree en los Reyes Magos (vale, solo en Baltasar), déjenme seguir soñando.
Hay quien cree en los Reyes Magos, hay quien cree en los gnomos, hay quien cree en las casualidades y hay quien cree que en el PP es normal que se produzcan rebeliones internas espontáneas en contra de una decisión avalada por Mariano Rajoy. Si me preguntan a mí, yo sólo creo en los Reyes Magos (y no en todos). Así que permítanme que, con razón o sin ella, levante una ceja ante la insólita cascada de críticas desatada estos días entre algunos dirigentes del PP a cuenta del retiro de oro en el Banco Mundial que el Gobierno había buscado para el ex ministro Soria, implicado en el caso de los papeles de Panamá. Una polémica que ha acabado con la renuncia del ex ministro al puesto, anunciada este martes.
En circunstancias normales, o en una democracia normal si lo prefieren, no debería extrañarnos que un nombramiento tan evidentemente inapropiado generara oposición incluso dentro del partido en el poder. Pero cuando hablamos de unos dirigentes que han cerrado filas junto a Rajoy en momentos mucho más escandalosos, cuando esas críticas se producen en un momento de especial debilidad del presidente tras las dos votaciones perdidas en el Congreso, cuando en algunos ambientes se empieza a hablar de que dé un paso atrás para favorecer la investidura y cuando la perspectiva de unas terceras elecciones ya no puede descartarse, este pequeño motín en favor de la ejemplaridad política, ha resultado, como poco, llamativo.