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¿Quién se pide ser político en 2025?

Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo, Yolanda Díaz y Santiago Abascal
26 de diciembre de 2024 21:14 h

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Pasadas ya la Nochebuena y Navidad vamos rumbo a la Nochevieja con su balance de lo vivido y propósitos de año nuevo. Todos tenemos ilusiones, sueños. Generalizo, la mayoría los tenemos. Y resisten temblorosos aún ante el terrible panorama con la inminente investidura del golpista Trump, con el exterminio de palestinos por Israel, que ayer sumó tres bebés gazatíes congelados y 23 bombardeados entre ellos cinco periodistas a los ya más de 45.361 asesinados, con las 10.457 personas ahogadas tratando de migrar a España en 2024 sin que ello lleve a los gobiernos a acabar con la mafia estatal de cobrarles por visados que les denegamos porque violamos su derecho humano a viajar.

Por duro que esté el mundo alrededor, todos hacemos planes, proyectamos horizontes estimulantes: a ver si hago una vida más sana, menos sedentaria, ojalá me lance a ese viaje, mira que si ligo con este o aquella, o se convierte en mi pareja, sería genial que el proyecto creativo al que doy vueltas lo petara. Pero, ¿quién sueña ser político en 2025?

Uf, está la cosa fatal. Hay negligencias de consecuencias mortales como la del presidente popular valenciano Carlos Mazón, que sigue ocultando la cuenta de su comilona en plena DANA, y contrataciones a dedo por su homólogo andaluz Juan Manuel Moreno pese a ser el mirlo blanco del PP y la derecha española. Está el fraude fiscal confesado por el novio de la homóloga de ambos en Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que ha acabado en persecución del fiscal general del Estado y de periodistas del caso. Hay berenjenales que deberían habernos evitado con una separación más nítida de la actividad profesional de Begoña Gómez de la posición de su marido como presidente del Gobierno. Está lo de Errejón que nos dejó a todos helados y ahora se ha congelado.

Y a todo eso hay que sumar el legítimo derecho que como ciudadanía tenemos a criticar la falta de medidas efectivas sobre vivienda, impuestos, salarios, precios, servicios públicos… Pero viendo las pugnas internas de los partidos, el ataque exagerado entre miembros de siglas opuestas, de muchos tertulianos y medios de comunicación hacia los políticos, la persecución hasta policial y judicial hacia Podemos y grupos independentistas… ¿Quién no sale corriendo antes de haberse metido?

Clima “atronador” y 'mindfulness'

El rey en su discurso de Nochebuena ha llamado a la serenidad y alertado del clima político “atronador”. Quizá por esto de que el nuevo jefe de la Casa Real quiere darle al monarca un rol más político o porque recibir rey y reina bolazos de barro los ha hecho conscientes del peligro de contagio de la agresividad que muchos ya veníamos notando.

Hay gente muy exaltada en primera línea política: ese Alvise que amenaza con encarcelar al presidente Sánchez democráticamente elegido, Vox que basa su estrategia en el insulto personal, la independentista catalana Míriam Nogueras de Junts que hace nada instó al gobierno a “mover el culo” para cumplir sus pactos, Ayuso que usa un lenguaje belicista –en comparecencias como la de ayer– lleno de “enemigos de España”, “batallas”, atrincherarse“, ”destrucción“, ”ataques a la nación“…

El clima político es de tal tensión, más crispado aún por las redes sociales, que muchos líderes recurren a la meditación, ejercicios de respiración y 'mindfulness', hasta en los parlamentos, para sobrellevarlo.

El ambiente político es de tal tensión, más enrarecido aún por las redes sociales cuyo acelere y crispación todos sufrimos, que ayer revelaba Javier Martín-Arroyo en El País que, para sobrellevarlo, abundan los líderes que tienen incorporada a su rutina la meditación y ejercicios de respiración o mindfulness.

No dan pena… Envidia tampoco

Que diréis: “No dan pena”. Seamos sinceros, envidia tampoco. Cierto que tienen unas asombrosas “vacaciones de enero” consignadas en el art. 61 del reglamento del Congreso, pero ni con ese acicate ni con los bulos de falsos sueldazos veo yo una lista de aspirantes como la del casting de Master Chef o para ir de público a La Revuelta.

El “bien común” que también ha citado Felipe VI en su discurso -y para el que sería tan útil que el defraudador de su padre devolviera las millonadas de nuestros impuestos que tiene en guaridas fiscales- requiere que ciertas personas representen al conjunto. La democracia, por imperfecta que sea, es infinitamente mejor que la alternativa de apolíticos como el dictador Franco que solía aconsejar: “Haced como yo, no os metáis en política”.

No está de más recordarlo cuando, tras el reciente nombramiento como vicepresidente para la reconstrucción de Valencia del militar Francisco José Gan Pampols que hace gala de apolítico, ahora en el vecino Portugal suena con fuerza el jefe del Estado Mayor de la Armada lusa, Henrique Gouveia e Melo, como presidente de la República en 2026, por “postularse como figura independiente de los partidos políticos”, según teletipo de EFE.

La salud democrática requiere que la implicación política esté, como los buenos Gordos de la lotería, muy repartida. ¿Y si siguiendo el modelo de las mesas electorales y los tribunales populares creáramos cuotas rotatorias de participación ciudadana en instituciones?

La salud democrática requiere, me parece a mí, que la implicación política esté como nos gusta que caiga el Gordo de la lotería: muy repartida. Quienes seáis o hayáis sido miembro de una asociación o sindicato, de un AMPA, Consejo escolar o comité de empresa, que participéis en las reuniones de vecinos o en los presupuestos participativos municipales, en crianzas en tribu, bancos de tiempo, comunidades energéticas, acompañamiento de mayores de vuestra familia u otras… sabéis la complejidad que conllevan los proyectos colectivos que afectan a decenas, centenares de personas. ¿Lo multiplicamos por millones? ¿Pensamos en cómo suben la exposición, las presiones, las amenazas, los sinsabores…?

Implicación política ciudadana

No escribo esto para tocarle las palmas a nuestros representantes que, de hecho, me irritan la mayor parte del tiempo: los de derecha porque difiero de ellos, los de izquierda porque a menudo siento que no representan lo que pienso (o cuando lo hacen se pelean, se atomizan y no consiguen los votos para llevarlo a cabo). Y, sobre todo, los fascistas porque amenazan nuestra convivencia colectiva.

Escribo este artículo como una reflexión porque todos anhelamos que el ecosistema político se regenere, se rejuvenezca con gente mejor, más preparada, más generosa, más capaz y entusiasta, pero no estamos trabajando en construir la manera de que la vida política no sea una picadora, una achicharradora de representantes. El 15M 2011 fue un revulsivo que metió mucha savia nueva en el sistema, pero la presión de las elites y las debilidades humanas han hecho que muchos nuevos políticos hayan abandonado decepcionados.

Existe una mínima militancia ciudadana en los partidos. Es 8 veces menos de lo que estos dicen (cantidad no actualizada desde 2017 porque Hacienda da poca luz a los datos pese a requerimientos del Consejo de Transparencia). A la vez, las formaciones políticas se abren poco y con recelo a la participación de independientes. Así cuesta garantizar un buen relevo generacional, uno que convenza y entusiasme al lectorado. Lo escribo desde Andalucía donde lo estamos viviendo.

En este contexto lanzo un deseo de Año Nuevo: seamos imaginativos, creativos. Permitámonos pensar en cómo mejorar nuestra dinámica democrática librándonos de las anteojeras que llevamos como caballos de tiro para que veamos la realidad más estrecha de lo que es. ¿Y si siguiendo el modelo de las mesas electorales o de los tribunales populares en los juicios creáramos cuotas rotatorias de participación ciudadana en ciertas instituciones? Aporto esta idea, pensemos otras. Reflexionemos sobre la política en vez de denostarla y bajar los brazos. Porque de su devenir depende, no nos engañemos, muchos si no todos de nuestros sueños privados. A por ello y mis mejores deseos para todas y todos en nuestro nuevo año.

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