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No, no es la cloaca máxima

La trama urdida puesta al descubierto en el Caso Villarejos debería preocuparnos a todos, da igual quienquiera que sea la víctima, sin que eso signifique que Podemos y Pablo Iglesias no merezcan la satisfacción legal, política y personal que les corresponda. Pero esto va más a allá, es contra el sistema democrático.

Lo que ocurre ahora en la Audiencia Nacional no es que sea grave, es gravísimo, afecta a los cimientos de la democracia. Grande-Marlaska, en cuyo ministerio se han residenciado la mayoría, aunque no todas, de las tropelías antidemocráticas, se ha limitado a decir, de momento espero, que deberían de derivarse responsabilidades políticas. Tiene razón. Sus protagonistas políticos campan a sus anchas, empezando por el ministro Jorge Fernández Díaz, el director general de la Policía, Ignacio Cossidó, los dos en activo, y por encima de ellos, la vicepresidenta del Gobierno de entonces, Soraya Sáenz de Santamaría y su presidente, Mariano Rajoy, alias M.Rajoy, quizá.

En un artículo memorable de Norberto Bobbio en La Stampa, en 1980, en plena escalada de corrupción en la Italia más antidemocrática, el sabio italiano, afirmó que la democracia es el gobierno de un poder visible, a la luz pública, sometido a control y responsabilidad y a la supervisión de la opinión pública. La opacidad es la enfermedad mortal de la democracia; la impunidad, más.

Es decir, luz. Grande-Marlaska no se puede quedar ahí. Nadie va a creer que se trata de una especie de cooperativa o hermandad de policías “freelancers” vendidos al mejor postor. La cloaca de Interior no es la cloaca máxima, tal vez una de tantas, aunque tampoco es una simple tajea, pero hiede a un pestazo recocido desde décadas sin que pueda apreciarse ni siquiera una ruptura clara con los tiempos de la dictadura.

Los demócratas necesitamos tener la confianza y la tranquilidad de que en la policía no se imponen ni matones de discoteca ni mafiosos impunes o cloaqueros peculadores que desafíen al propio poder democrático legítimo, pero también que no se alquilan al poder de turno o están al servicio de intereses privados o partidistas sino de los intereses de todos. La sensación que efluye desde el interior de Interior es, sin embargo, esa.

Esta policía mafiosa, al servicio de quienquiera que se demuestre, no solo despeluca en cada una de sus acciones el Código penal sino, lo que es más grave, la mismísima Constitución española. Empezando, en este caso, por el artículo 6 y siguiendo por todos los que recogen derechos fundamentales que descansan en la Carta Magna.

Entender los valores constitucionales y retorcer la voluntad popular democrática y la función de los partidos como lo entienden estos policías y sus mandantes, si se demuestra, constituye un verdadero golpe de estado. Decir que se es constitucionalista y defender, ocultar y promover estas conductas es situarse, precisamente, fuera de la Constitución.

La oscuridad del poder, sigo con Bobbio, “socava las raíces de la democracia, se trata de amenazas mortales, como los comportamientos desviados de los servicios de seguridad, las tramas ocultas de los cuerpos separados del Estado, la desestabilización de las instituciones por sus propios servidores , unido todo a la corrupción política y económica, la malversación, la extorsión”.

¿Políticos y medios ingenuos?

En el caso que nos ocupa , algunos medios o periodistas pretenden convencernos de la ingenuidad de políticos o de determinados medios o profesionales de la comunicación; pero no, la trama debía contar imprescindiblemente, era condición necesaria, con la colaboración e implicación de políticos, empresarios, gurús, medios y periodistas. A todas las corrupciones que socavan la democracia hay que añadir la corrupción mediática.

A los protagonistas de todo esta trama, cuando se demuestre, les corresponde el repudio legal y ciudadano, pero habría que añadir, aunque la justicia no les endorse pena ni la ciudadanía, gloria, la entusiasta participación de políticos, más medios y más periodistas, todos con flores a María en una causa que hicieron suya sin tener en cuenta que las tramas oscuras, además de golpistas, corroen despacio pero sin remedio la confianza de los ciudadanos en la democracia y abren las puertas de par en par al fascismo.

La trama urdida puesta al descubierto en el Caso Villarejos debería preocuparnos a todos, da igual quienquiera que sea la víctima, sin que eso signifique que Podemos y Pablo Iglesias no merezcan la satisfacción legal, política y personal que les corresponda. Pero esto va más a allá, es contra el sistema democrático.

Lo que ocurre ahora en la Audiencia Nacional no es que sea grave, es gravísimo, afecta a los cimientos de la democracia. Grande-Marlaska, en cuyo ministerio se han residenciado la mayoría, aunque no todas, de las tropelías antidemocráticas, se ha limitado a decir, de momento espero, que deberían de derivarse responsabilidades políticas. Tiene razón. Sus protagonistas políticos campan a sus anchas, empezando por el ministro Jorge Fernández Díaz, el director general de la Policía, Ignacio Cossidó, los dos en activo, y por encima de ellos, la vicepresidenta del Gobierno de entonces, Soraya Sáenz de Santamaría y su presidente, Mariano Rajoy, alias M.Rajoy, quizá.