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Pongamos en marcha un AfroErasmus
Dos alarmas saltan esta semana. Son elocuentes si se piensa. De un lado, un informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) revela que la población europea no blanca siente creciente desafecto por una UE que no le representa (lo que también le pasa a los jóvenes) y, por otro la asamblea general de Naciones Unidas en Nueva York es una denuncia continua de los mandatarios del sur sobre el ninguneo del círculo de grandes potencias, liderado por ese norte que se etiqueta como “Occidente, faro de la civilización”.
La impresión de la juventud no blanca europea sobre el ninguneo de la política UE está sustentada por los datos. El Europarlamento que elegimos el 9 de junio sólo cuenta con un 3 por ciento de eurodiputados no blancos cuando esta población es el 10 por ciento continental. Para más descaro, en la Comisión Europea recién renovada que preside Von der Leyen no hay ni un solo comisario o comisaria no blanco. Por lógica proporcional le corresponderían casi 3. Pero, ¿qué esperar de una Comisión que retrocede hasta en paridad de género?
A nivel global, queda patente en la ONU estos días que el norte que exhibe poderío económico, industrial y militar, científico e intelectual no para el genocidio retransmitido en directo de las y los palestinos, ahora de los libaneses, por un Israel que viola impunemente las leyes internacionales y los derechos humanos. Ni Occidente evita la destrucción suicida del planeta. Ni vivifica la democracia frente al voraz auge neofascista. Pese a lo cual, con ridícula soberbia, con un supremacismo blanco obvio, irritante e intolerable para la inmensa mayoría con pieles de la amplia paleta, las potencias que abierta o subrepticiamente se identifican como “occidentales, blancas, cristianas” se aferran a decidir por todos.
La ciencia prueba que conocerse acerca
Bajo ambas alarmas, andaba yo preparándome para presentar en Sevilla La conciencia explicada por un sapiens a un neandertal de Millás y Arsuaga, libro donde, en un momento dado, refieren un experimento en que al novelista le cubren la cabeza de electrodos para cartografiar su actividad cerebral. Es una prueba en busca del yo que revela la inexistencia de una frontera blindada entre nuestros “yo” y el mundo, sino que parientes y amigos son partes del yo. Una evidencia científica de lo que todos sabemos de forma intuitiva: que no sufrimos igual la enfermedad o muerte de una amistad o familiar con quien reímos y lloramos que la del anónimo miembro de un “contingente” de rescatados de pateras o naufragados.
Siendo así, ¿por qué no creamos un AfroErasmus? Arsuaga dijo este miércoles en la biblioteca pública de Sevilla que el programa Erasmus de intercambio de universitarios “es lo mejor que le ha pasado a Europa” y yo coincido porque siempre he pensado que vivir en otro país, impregnarse de su realidad, el colegueo, los romances, los amores e hijos nacidos del Erasmus han construido más Europa que las cumbres y tratados.
Experimentos citados en el último libro de Millás y Arsuaga prueban que no existe frontera blindada entre el yo y el mundo, sino que amistades y parientes son parte del yo. Lo que inspira crear, frente a la estrategia de odio neofascista, programas de intercambio de alumnado entre Europa y África.
¿Qué, si no prejuicios racistas añejos y dañinos, hace imposible que España se plantee impulsar un plan de enriquecedores intercambios con el continente más cercano? ¿Cómo perpetuamos la demoniaca restricción de visados que obstaculiza la conexión de ideas como ha testimoniado también esta semana en Sevilla la antropóloga feminista y catedrática marroquí de Ciencias Sociales y Gobernanza Hayat Zirari?
Innovar frente al derrotismo…
Muchos dirán -o diréis- que mi AfroErasmus es imposible. Repasaréis, mentalmente o en comentarios, las razones que lo impiden. Dejo al lado de momento el imperativo de que el nombre del programa sea consensuado con África. Quizá pudiera ser programa Herodoto si ambos reconocemos como umbral de encuentro al historiador griego, o programa Cheik Anta Diop o Aimé Césaire o Fátima al-Fihri, la emigrante tunecina, musulmana, que en el año 859 fundó en Marruecos la Universidad más antigua que pervive en el mundo.
¿Crear un AfroErasmus es más difícil que reformar el Consejo de Seguridad de la ONU como acaba de proponer el presidente Sánchez? Abramos la mente y pongamos en marcha proyectos audaces para escapar al abismo al que nos están empujando y construir futuro en convivencia.
Pero, ¿no han defendido esta semana nuestro presidente, Pedro Sánchez, y el del Consejo Europeo, el belga Charles Michel, que se reforme el Consejo de Seguridad de la ONU para que sus 5 miembros permanentes (EEUU, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia) no paralicen siempre todo con su derecho a veto? ¿El AfroErasmus va a ser más difícil?
Propuestas así son ambiciosas, complejas, retadoras. Por supuesto, no lo niego. Pero sin atrevernos a pensar fuera de los marcos impuestos, sin concebir proyectos para potenciar las democracias y avanzar juntos en un camino de respeto y cuidado, ya sabemos el sombrío panorama al que, individuos y especie, estamos abocados.
… O resignarse al desastre
La inercia actual pinta fatal: con el canciller socialista, Olaf Scholz, boicoteando el tratado de Schengen de libre movilidad europea al asumir el 'antimigrantismo' facha y cerrar las fronteras alemanas, con el primer ministro laborista británico, Keir Starmer, rindiendo pleitesía a las políticas 'antimigrantistas' de la neofascista presidenta italiana Giorgia Meloni -con quien también el presidente Sánchez mostró sintonía antiinmigratoria en 2023-, y el gobierno de PSOE y Sumar consintiendo la deportación de los activistas saharauis de Barajas y la neoesclavitud de los jornaleros africanos de nuestros campos.
O seguimos con la impotencia a cuestas hasta que nos venza o nos remangamos y trabajamos por las medidas que a corto, medio y largo plazo van a merecer la pena. Empezando, por ejemplo, a nivel ciudadano por iniciativas como la muñeira de confraternización con inmigrantes malienses, senegaleses y mauritanos organizada por un pueblo de Lugo. Y a nivel institucional aprobando de una vez la regularización en el Congreso del medio millón de inmigrantes que curran como el que más y no tributan porque no les dejamos.
Yo al AfroErasmus le veo sentido. En cambio, no a cerrarnos en banda a la inmigración, cuando la patronal del transporte pide ya movilizar al ejército porque nos faltan 14.000 conductores de bus y camioneros. Claro que también me explota la cabeza enterarme de que mientras enviamos dinero y armas a Ucrania, se supone que para ayudarla frente a la invasión de Rusia, consentimos -según datos de la Armada- que aumente el 50 por ciento el paso de buques de guerra y submarinos rusos por el Estrecho de Gibraltar para bombardearla. Todo porque en cambio Turquía ha impuesto controles en el mar Negro.
Dos alarmas saltan esta semana. Son elocuentes si se piensa. De un lado, un informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) revela que la población europea no blanca siente creciente desafecto por una UE que no le representa (lo que también le pasa a los jóvenes) y, por otro la asamblea general de Naciones Unidas en Nueva York es una denuncia continua de los mandatarios del sur sobre el ninguneo del círculo de grandes potencias, liderado por ese norte que se etiqueta como “Occidente, faro de la civilización”.
La impresión de la juventud no blanca europea sobre el ninguneo de la política UE está sustentada por los datos. El Europarlamento que elegimos el 9 de junio sólo cuenta con un 3 por ciento de eurodiputados no blancos cuando esta población es el 10 por ciento continental. Para más descaro, en la Comisión Europea recién renovada que preside Von der Leyen no hay ni un solo comisario o comisaria no blanco. Por lógica proporcional le corresponderían casi 3. Pero, ¿qué esperar de una Comisión que retrocede hasta en paridad de género?