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¿Cuál es el problema?
Estas semanas muchas personas se ha echado las manos a la cabeza al aparecer en el CIS la inmigración: el 30% de los encuestados la considera uno de los tres principales problemas del país, y un 9,2%, el primer problema. Y aunque solo un 13,7% cree que es un problema que les afecta personalmente, es llamativo cómo el racismo, tanto a nivel general como particular, no es un problema en España.
Estos datos son llamativos pero, aunque reflejen un problema relativamente silencioso, no es nada sorprendente cuando observamos los medios y discursos mayoritarios desde 1 de junio a día de hoy: desokupa (organización que activamente fomenta el racismo y la xenofobia en el ámbito de la vivienda) hace un convenio con el sindicato policial mayoritario para formarles; el rechazo a cumplir con el deber de protección al menor por ser migrantes no acompañados; la deshumanización de los mismos al reducirlos a menas; el uso de crímenes para culpar al moro, y un largo etcétera que me ocuparía todo el artículo, con hechos ocurridos tan solo este verano, solo en este territorio.
Y a todo esto, le sumamos los datos presentados en la Memoria anual de resultados del Servicio de asistencia y orientación a víctimas de discriminación del Consejo para la eliminación de la discriminación racial o étnica (CEDRE), que muestra 2.582 casos de racismo en 2023. Además, el CEDRE señala que, en lo que va de año hasta el pasado 23 de agosto, recibió 1.796 casos. Al mismo tiempo, el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (Oberaxe) recoge, desde que comenzó el año, más de 2.100 casos, superando las cifras del año pasado.
Con estos datos, la Ministra de Igualdad, Ana Redondo, reduce el asunto a casos puntuales porque, según ella, una persona para nada importante ni a cargo de una institución, España no es racista.
Yo me pregunto, con los variados informes sobre racismo en España (tanto en el acceso a la vivienda, el empleo, etc), si este Ministerio realmente sabe lo que es el racismo, pues tanto en la presentación del spot publicitario (“No mires hacia otro lado”), cuyo supuesto objetivo es visibilizar el racismo para su denuncia, se observa una cierta infantilización del racismo, devolviéndolo a un campo moral e individual, un pensamiento o un comentario.
Si las situaciones racistas no son visibilizadas para una denuncia, ¿cómo van a ser percibidas como racistas y negativas?
Si no has visto el anuncio, te hago un pequeño spoiler: aparece un hombre negro. Una pareja de mayores cuando le ve piensa: “Mira, aquí todo gratis para ellos y nosotros teniendo que pagarles a los negros la sanidad”. Hubiera sido más eficaz, tal vez, que le dijesen o que no querían que les atendiese “alguien así” al saber que era médico, o que no querían que les hiciese brujería. O, como me pasó trabajando a mí, que se dirigiesen a las personas blancas buscando hablar con la profesional “de verdad”. O, cuando trabajaba en educación, tener situaciones muy tensas con alumnado: criminalizando a los manteros, hablando de la invasión de los inmigrantes, no queriendo hablarle a su compañera negra, o expresando con disgusto que tienen compañeros gitanos en el instituto. Pero esto no se ve en el spot, por lo que no es un problema que se tenga que denunciar ni abordar, ¿no?
Como dice la artista algecireña Quan Zhou, lo que parecen hacer las instituciones con estas cosas... ¿es una invitación a ser racistas porque, total, nadie denuncia? Porque si las situaciones racistas no son visibilizadas para una denuncia, ¿cómo van a ser percibidas como racistas y negativas? Y esto lo que hace es aumentar la desconfianza en aquellas instituciones que tienen que recibir estas denuncias, por lo que al final las posibilidades de no hacerlo son muy elevadas.
Con todo esto sobre la mesa, que entre la sociedad española aumente la percepción de que la inmigración (o lo que se parezca) es un problema no debería de ser sorprendente. Porque la inmigración “problemática” es negra y africana, o cualquiera que no sea blanca y europea. Recordemos lo fácil y rápido que fue la regularización de la población ucraniana a la que se le aplicó como excepción un proceso que debería ser la norma.
Porque el problema es que España sí es racista.
El problema es que no hablamos de racismo, cuando nos está quitando la vida, y entre los peros, desde las instituciones, no se están tomando medidas eficaces contra el racismo, porque según ellos no es un problema.
El problema es el racismo. Tal cual, sin peros ni apellidos.
Estas semanas muchas personas se ha echado las manos a la cabeza al aparecer en el CIS la inmigración: el 30% de los encuestados la considera uno de los tres principales problemas del país, y un 9,2%, el primer problema. Y aunque solo un 13,7% cree que es un problema que les afecta personalmente, es llamativo cómo el racismo, tanto a nivel general como particular, no es un problema en España.
Estos datos son llamativos pero, aunque reflejen un problema relativamente silencioso, no es nada sorprendente cuando observamos los medios y discursos mayoritarios desde 1 de junio a día de hoy: desokupa (organización que activamente fomenta el racismo y la xenofobia en el ámbito de la vivienda) hace un convenio con el sindicato policial mayoritario para formarles; el rechazo a cumplir con el deber de protección al menor por ser migrantes no acompañados; la deshumanización de los mismos al reducirlos a menas; el uso de crímenes para culpar al moro, y un largo etcétera que me ocuparía todo el artículo, con hechos ocurridos tan solo este verano, solo en este territorio.