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El PSOE, en una película de indios

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el 41 Congreso Federal del PSOE reunido en Sevilla este domingo.

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Las películas de indios, en los cines con olor a zotal de mi infancia, solían comenzar con una fiesta en West Point: allí, Erroll Flynn, Glenn Ford o Henry Fonda oyen hablar de tribus levantiscas, problemas en las reservas o mencionan a Cochise o a Toro Sentado, a Jerónimo, a Little Big Horn o a Wounded Knee. Luego, se lía y Maureen O´Hara tiene que limpiar y cargar el winchester antes de que le quemen la Casa de la Pradera. Como ocurre también en las películas de romanos: de repente, Peter Ustinov está orondo y tranquilo en su fiestuki pero Víctor Mature llega con malas nuevas del Ponto Euxino, en donde aguardan los bárbaros.

Así se nos antoja el reciente congreso del PSOE, celebrado en Sevilla, en donde Pedro Sánchez sigue siendo John Wayne al frente del séptimo de caballería. Bien es cierto que los socialistas españoles, con la que les está cayendo, se merecían un kit-kat, un recreo entre tanta balacera cruzada: denuncias de manos sucias, investigaciones judiciales --a veces legítimas y saludables pero otras no tanto--, amenazas de muerte, cánticos fáscistas y rezos del rosario a las puertas de Ferraz… Sin embargo, bien les convendría dejarse pronto de polkas y de zarzaparrillas, porque las hachas de guerra política siguen desenterradas al otro lado de Fibes.

De entrada, lo que resulta en extremo desalentador, se han pegado un tiro en el pie: a resultas de los debates y los discursos, se ha hablado menos de la creación de una empresa pública de vivienda, justa y necesaria, que de la eliminación de la Q de queer y del más de la sopa de letras en que ha desembocado la pluralidad del movimiento LGTBIQ+ y lo que nos echen. Aún entendiendo –aunque nunca se comprenda nada del todo-- las razones de una parte sustancial del feminismo sobre esas últimas tendencias, sorprende la erradicación de unas siglas que no parece añadir un ápice de regulación al respecto sino apagar de golpe y porrazo cualquier pipa de la paz con sus partidarios.

¿Que hagan desaparecer la Q y el + significa acaso acotar a dichas tendencias el legítimo derecho de hacer cada uno con su cuerpo un sayo? Erradicar la Q, ¿supondrá impedir que cualquier persona se considere de género fluido, no binaria, asexual o pansexual, según su capricho? No creo que el PSOE, adelantado históricamente en las conquistas españolas en materia de sentimentalidad, vaya a creer que borrando simplemente una letra se acaba por ensalmo con una querencia. Al menos, han dejado la T de Trans, por más que apuesten por prohibir la participación de quienes hayan cambiado de genitales en las pruebas deportivas de su sexo de acogida: más temprano que tarde, si la sociedad en su conjunto no regresa al Concilio de Trento, supongo que veremos una división especial para las competiciones de la Transexualidad.

No es buen momento para tocar la lira mientras todo arde. Ni tampoco escuchamos, por ahora, la trompeta de la esperanza en los horizontes lejanos del mundo contemporáneo. Al Álamo de España y de Europa le quedan dos telediarios, como no logremos que lleguen los refuerzos a tiempo

Que digo yo, que unas, que unos y que unes tienen motivos sobrados en su argumentario y no seré yo quien se meta en ese jardín, no por cobardía sino por prudencia y por respeto a las personas que encarnan cada una de esas ideas o de esas emociones. Pero que digo yo que, si el baile de la Academia ya ha terminado, y lo que espera es una escabechina de Sam Peckinpah, tal vez les convendría a los socialdemócratas sumar más que restar, multiplicar más que dividir o dividirse. El sabio José Bergamin, que era cristiano, solía proclamar: “Yo, con los marxistas, hasta la tumba, pero ni un paso más”. ¿No sería buena receta la de buscar confluencias factibles y no diferencias insalvables de cara a consolidar un frente común contra las pinturas de guerra a las que deben enfrentarse? Una vez conquistado el limbo, ya podremos discutir por el paraíso, pero las ideas de progreso, en España, en Europa, en el mundo todo, se encuentran sencillamente a las puertas del infierno.

¿Se sentirá queer Núñez Feijoo después de su cirugía estética? Díaz Ayuso es lo más +, sin duda alguna. Abascal y Alvise son los exploradores navajos del fascismo que viene. Pero no son sus señales de humo lo único que debiera inquietarnos, hoy por hoy. Desde París a Bucarest, desde Roma a Viena, estamos oyendo cada vez más cerca los tamtams de quienes no sólo quieren desollar a Perro Sánchez en su fortín de “Bailando con lobos”, sino cargarse la Unión Europea, que es el último fortín del buenismo que alumbró la última guerra mundial y que tiene la culpa de que yo cursara estudios, de que el oro de Berlín nos financiara la transición democrática, y el de Bruselas, la recuperación económica tras la pandemia. Caballo Loco va a instalarse otra vez en Washington, los pictos han puesto una frontera junto a Dover, mientras Atila se está merendando a Ucrania y a ver qué quiere de cena. No es buen momento para tocar la lira mientras todo arde. Ni tampoco escuchamos, por ahora, la trompeta de la esperanza en los horizontes lejanos del mundo contemporáneo. Al Álamo de España y de Europa le quedan dos telediarios, como no logremos que lleguen los refuerzos a tiempo.

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