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Lo quieren todo
Fui una de las firmantes del ya malogrado manifiesto que instaba a formar un gobierno alternativo al de Mariano Rajoy. La complicidad final de Ciudadanos con el PP, el cansino y destructivo cainismo de la izquierda, los vetos cruzados de Podemos y Ciudadanos y la intervención continuada de algunos medios en la vida política para tratar por cualquier vía de que fracasara la propuesta han logrado que efectivamente ésta no fuese a ninguna parte.
La verdad es que ninguno de los actores llamados a hacerla posible (Podemos, Ciudadanos y PSOE), salvo algunos de sus dirigentes y muchos de sus militantes, la vieron en principio factible. Ciudadanos ratificó su veto a Podemos e instó al PSOE a hacer como ellos y “regenerar” la vida política permitiendo el gobierno del PP. Podemos tachó la propuesta de extemporánea incluso considerando que era de tontos tomarla como factible. El PSOE, por su parte, siguió haciendo equilibrismos parapetado tras el veto cruzado de Ciudadanos y Podemos y explorando alternativas que no estaban bien vistas por parte de algunos de sus dirigentes que no tuvieron inconveniente alguno en hacer visible sus discrepancias y en desautorizar a un secretario general que cumplía con el mandato que había recibido.
El manifiesto buscaba movilizar a las personas contrarias a que continuase en el Gobierno el partido de la corrupción y la impunidad, el que ha recortado derechos y libertades, utilizado las instituciones en su propio interés, y liderado el cambio hacia la precarización de las condiciones de vida y de trabajo de muchas personas y hacia la enorme desigualdad que se consolida en España. No se pedía nada radical, pero sí contrario a la hoja de ruta de la troika y la oligarquía patria y demasiado innovador y generoso frente al viejo y egocentrista sentido de la política que domina a los que se supone que eran sus nuevos sujetos, tras el desprestigio del PP y PSOE. Y así le ha ido a la propuesta.
Se esperaba que la presión popular acabara incidiendo en las decisiones de los partidos, por ejemplo, dándole fuerzas al PSOE para aguantar las titánicas presiones oligárquicas y mediáticas que le empujaban a poner por delante los intereses de la España de siempre, dejando gobernar a Rajoy. Y se esperaba igualmente que esa misma presión popular hiciera ver a Podemos que su razón de ser está en acabar con las políticas austericidas y en trabajar por la regeneración democrática y no en concentrarse en el sorpasso o sorpassito al PSOE o en el simple verbalismo ideológico. E incluso se confiaba en que le haría ver a Ciudadanos que su existencia solo tiene sentido en un escenario de regeneración y limpieza de la corrupción, algo impensable apoyando, como hace ahora, al PP.
Desconozco si fue la opción real de formar un Gobierno alternativo o el miedo a que otra vez tomara fuerza la presión y movilización popular, el detonante de la respuesta oligárquica que ha hecho implosionar al PSOE por el bien de la gobernabilidad de “su” España. Pedro Sánchez habrá cometido muchos errores o caído en contradicciones y personalismos, pero eso no es nada frente a lo que supone el golpe perpetrado este sábado en Ferraz que invalida cualquier intento de Gobierno alternativo al del PP y que sólo beneficia al estatus quo oligárquico y a la aplicación de la agenda reformista de la troika en España. En el PSOE no hay ganadores ni ganadoras, pierde todo el partido como tal. No parece que el corte de cabezas y el maniobrerismo partidario sean las herramientas que se precisen en los o en las gobernantes que hayan de liderar la España del siglo XXI que hemos de construir entre todas las personas.
Así las cosas, ese manifiesto ha sido una frustración más, ha quedado como un buen ejemplo de creatividad malograda en un escenario donde la nueva política como innovación no asoma por ningún lado. Todo huele a vieja política. Los partidos viejos, y curiosamente también los nuevos, no han entendido que la regeneración democrática que se pedía en la calle es una especie de cuestión previa, un sine qua non.
Y en esas estamos, dejando que se vacíe la democracia en un momento en el que para hacer frente a la respuesta neoliberal a la crisis lo que precisamente se requiere es más de ella.
La crisis del PSOE trasciende las fronteras de ese partido, y nos muestra, como ya ocurrió con la paralización de las reformas en Grecia, que la oligarquía financiera, política y mediática que sostiene y legitima el desigual orden mundial consolidado con la globalización neoliberal, no tiene escrúpulos ni medida, ni límite. Lo quieren todo. Y, por tanto, que solo con ideas nuevas y prácticas políticas innovadoras, con alternativas efectivas y no con meros discursos, con inteligencia, corazón y mucha movilización y músculo se le puede hacer frente.