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La rebequita de verano
Escribo estas líneas a la sombra de unos árboles de 10 a 20 metros de altura, en la Península Olímpica, en el estado de Washington. Me encuentro en mis vacaciones lo más al noroeste que se puede estar dentro de los Estados Unidos sin caerse uno en Canadá.
Una de las cosas que más me molesta de haber emigrado es que, la mayoría de las veces, termino yendo a casa en verano. Y hombre, si tu familia es de Cádiz a lo mejor está guay, pero pasarte las vacaciones de agosto en Sevilla no me parece buen plan.
Por eso este año mi familia, como muchas de las que tenemos el privilegio de vivir en el Hemisferio Norte, hemos decidido partir (más) al norte para nuestro descanso. Descanso de nuestros trabajos, de nuestras vidas cotidianas y de las olas de calor que pueden resultar letales.
Sin embargo, aunque aquí en Washington hace calor durante el día, por la noche me tapo con un edredón gordo en pleno julio. Se está tan agusto, que abro en mi teléfono móvil una conocida aplicación de bienes raíces y miro los precios de las casas. Me imagino cómo sería la vida aquí, los pros y los contras.
Si la Junta de Andalucía, que este octubre acogerá el I Congreso Internacional contra el Cambio Climático, no actúa pronto, podríamos cruzar la delgada línea que nos separa de "ojú qué flama, chiquillo" a condiciones más severas para la salud que un golpe de calor a algún guiri despistao
No voy a mentir, es algo que hago a menudo, imaginar otras vidas en otros climas y otras ciudades, en constante búsqueda de algo que perdí al partir de mi tierra, y que una nunca parezco encontrar. El mismo proceso lo realizo cada vez que vuelvo a Andalucía, ya sea en las playas Almería, Isla Antilla o el Aljarafe. Pero, pienso yo, además de los impedimentos al regreso que ya conocemos (dónde vamos a trabajar, a vivir, nos dará el sueldo, etc, etc), siempre hay una vocecita que me dice: “Pero tú dónde vas, a asfixiarte de calor cuatro meses al año”. Y claro, la vocecita tiene razón.
Según la Organización Internacional para la Migración (OIM), los desastres naturales causados por el cambio climático representan ya la primera razón para los desplazamientos migrantes, por encima de los conflictos bélicos. En un foro que tuvo lugar este año, la Directora General de la OIM Amy Pope explicó que la sequía que se está viviendo en Somalia ha provocado la relocalización de millones de personas.
Siento que no considerar la creciente temperatura climatológica y desertificación de Andalucía al tomar decisiones acerca de dónde lleva una su residencia roza en lo irresponsable: sobre todo cuando esta misma semana Sevilla “se asoma al infierno”, y no precisamente al bíblico.
Es, una vez más, una expresión de nuestro privilegio europeo que vemos el cambio climático y la creciente temperatura como algo que nos puede quitar calidad de vida, pero no una amenaza a nuestra supervivencia.
Sin embargo, si la Junta de Andalucía, que este octubre acogerá el I Congreso Internacional contra el Cambio Climático, no actúa pronto, podríamos cruzar la delgada línea que nos separa de “ojú qué flama, chiquillo” a condiciones más severas para la salud que un golpe de calor a algún guiri despistao. Porque, aunque suena muy bonito identificar soluciones y ponerse creativos, la realidad es que ya vamos tarde. Quizás en lugar de ponernos a pensar, lo que toca es escuchar a quienes ya hace años vienen dando las claves en esto de la lucha contra el cambio climático.
Cae ya la noche en el estado de Washington, y empieza a refrescar. Un bienvenido alivio en este verano, pienso yo, y como decía la chirigota gaditana El que la lleva la entiende en 1992, ahora mismito voy a ponerme una rebequita.
Escribo estas líneas a la sombra de unos árboles de 10 a 20 metros de altura, en la Península Olímpica, en el estado de Washington. Me encuentro en mis vacaciones lo más al noroeste que se puede estar dentro de los Estados Unidos sin caerse uno en Canadá.
Una de las cosas que más me molesta de haber emigrado es que, la mayoría de las veces, termino yendo a casa en verano. Y hombre, si tu familia es de Cádiz a lo mejor está guay, pero pasarte las vacaciones de agosto en Sevilla no me parece buen plan.