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Repaso urgente de vuelta a la información
Empieza septiembre y siempre siento como si hiciésemos borrón y cuenta nueva solo en algunas cosas, mientras en otras seguimos anclados en los mismos tópicos y despropósitos. No puede ser que siempre ocurra lo mismo. Tras cada atentado, huelga, manifestación o asesinato machista… Disfrazada de lo que ahora se llama posverdad, o de manipulación informativa directa y burda, nos colocan cebos por si caemos, desbordados por el automatismo de consumo de noticias.
La información es un derecho. La desinformación, un ataque. Si hay medios, periodistas y tertulianos que nos intentan manipular, debemos ser capaces de identificar que nos mienten y evitar caer en su trampa. ¿Recuerdan cuando íbamos de vuelta al cole y repasamos conceptos del curso anterior, con aquel cuaderno Rubio, por ejemplo? Parece que, ante cada nuevo curso informativo, vamos a tener que repasar conceptos que ya deberíamos tener más que consolidados, sin opción a manipulación. Basta citar cuatro ejemplos de este verano:
Atentado. Lo hemos vuelto a ver en el atentado de Barcelona, mezclar conceptos de forma intencionada para crear odio. Tertulianos que hablan de islamista o musulmán como si fueran lo mismo. Árabe es la persona que habla esa lengua materna. Por lo tanto, puede haber árabes musulmanes, cristianos o incluso no creyentes. Musulmán es quien profesa el islam, y no es ser radical. De la misma manera que no lo eres por ser católico o ateo. El islamista buscan imponer sociedades gobernadas por la Sharia. Pero no todos optan por la violencia. Es decir, un islamista no es igual a ser terrorista, porque hay islamistas que realizan sus peticiones solo por vía política y sin violencia. Cuando ya se ejerce la violencia podemos hablar de yihadistas, que son los que realizan la yihad. Por lo tanto, cuando nos referimos a quienes atentan, podemos decir mejor yihadistas o simples terroristas. Pero si obvias todo esto y aplaudes al discurso islamófobo, debes saber que tú sí estás apoyando a los terroristas.
Turismofobia. Representa un enfrentamiento y odio hacia el turista que no es existe. Lo que existe es una turistificación, porque lo que se señala es la presión que se ejerce sobre determinados barrios y vecinos, que se ven expulsados de sus hogares por una nueva burbuja sin control. Lo que denuncian estos colectivos no es un odio al turista, porque todos lo somos, sino poner freno a una industria descontrolada que termina por cambiar las condiciones de vida de los barrios afectados, crea problemas de vivienda, de medio ambiente, y de acceso a servicios básicos. La industria del turismo no es solo riqueza, también precariedad laboral, y gastos económicos y sociales que se mantienen en silencio. Y el turismo no puede ser un chantaje para que solo se enriquezcan unos pocos, a costa de perjudicar a otros.
Neonazis. Parece que hay una alergia a decirlo. Un titular que diga “varios heridos por un atropello en los choques entre grupos radicales en Virginia” (deja al mismo nivel a racistas y antirracistas), o no mencionar que el autor del atropello en Charlottesville era un nazi, es dejar sin capacidad de juicio a las personas a las que se informa. El apoyo a Le Pen o a Trump solo es el resultado de una política neoliberal que, en el afán de su negocio, fomenta el odio al otro convirtiéndolo en amenaza, alentando un discurso emocional. En cambio, a quienes frenan ese discurso, se les dice radicales o violentos. Entre fascismo o antifascismo no hay término medio. O se está a favor de la diversidad y de las minorías o, si dudas, te posicionas en el fascismo. No hay debate aquí porque sus principios no son respetables, por mucho que también vayan a misa de domingo. Y si vives en la miseria no es culpa de un refugiado o inmigrante, sino de las políticas neoliberales aplicadas por aquellos partidos que incluso tú has podido votar.
Feminismo. “Ni machismo ni feminismo, igualdad”. Esta frase, repetida por doquier, corta la respiración. Feminismo significa igualdad, porque vivimos en un sistema patriarcal y, como tal, es desigual. Entonces, como hombres y mujeres no partimos de la misma posición, se reclama esa igualdad. Y dado que el feminismo es un movimiento inclusivo, también permite que el hombre se libere de prejuicios y estereotipos. También es desigual que aceptes el discurso de que un maltratador es víctima y culpes a la maltratada. Y lo mismo con un agresor sexual, y una violada. Y aquí no siempre vale excusarse en las leyes, porque son leyes patriarcales y representan un poder. Por lo tanto, si estamos en contra de la violencia de género, que asesina a mujeres por su condición, no valen excusas sino búsqueda de justicia cuando no la hay.
Huelga. Otro de los conceptos que se ensucian y se manipulan, representando la huelga como un acto no solo a evitar, sino que no debiera estar permitido porque altera el orden y vida del resto. Quienes incitan al odio y señalan a aquellos que hacen huelga olvidan que es un derecho recogido en el artículo 28.2 de la Constitución. Además de un derecho es un ejercicio de solidaridad de clase. Hoy por ti, mañana por mí. La inmensa mayoría somos trabajadores, y nadie está a salvo de perder sus condiciones. El éxito de las patronales ha sido instalar el discurso de inmovilización social, la presentación de una falacia de flexibilidad laboral que solo ha traído precariedad y la insistencia de convencernos de que tenemos muchos privilegios, cuando la desigualdad solo ha crecido. Por lo tanto, no debe caer todo el peso de críticas sobre aquellos profesionales que reaccionen ante las amenazas de sus condiciones de vida y conquistas sociales, dejando sin cuestionar el papel del empresario o patronal de turno.
Esto son solo cuatro ejemplos. No podemos seguir informándonos si no identificamos la manipulación y la posverdad. Porque te hacen creer que sabes y, en verdad, no sabes. Porque instalada la confusión, ésta crece por el miedo a conocer una realidad que creemos lejos, pero que tenemos encima y… solo vemos cuando explota en nuestra cara.
Si hay medios que mienten y confunden nos toca estar en alerta. Hay discursos que no debemos dejar que avancen, porque hablamos de alentar delitos de odio. ¿Por qué se produce esto? Porque hay en juego privilegios y poder, dinero y negocio. Y cuando se trata de eso, las palabras son armas. Y la información, el campo de batalla.