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El respeto no reside en palabras bonitas y tonos suaves

30 de abril de 2024 09:19 h

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Según la Real Academia Española (RAE), el respeto es en su primera acepción el veneramiento, acatamiento que se hace a alguien. En su segunda acepción, se define como miramiento, consideración, deferencia. Sin embargo, aunque en nuestro imaginario tenemos la segunda definición, en la práctica es la primera definición la que se hace el respeto se suele reducir a las buenas formas y modales, siendo una forma de validar violencias y abusos.

Desarrollo este último punto, dado que tan sólo consideramos como violencia y abuso aquellos que tienen que ver con la sangre o la carne (sexual). Y esto en sí mismo supone un problema de base ya que nos deja ante la indefensión al no poder identificar correctamente la situación, como consecuencia no poder protegerse y defenderse. O incluso, como suele ser más común, ser identificadas como maleducadas e irrespetuosas por no haber utilizado las formas y tonos “adecuados” para hablar de esa situación de violencia.

Un ejemplo para contextualizar: tu jefe que no te paga las horas extras y se niega a hacerlo. Cuando te sientas a hablar con él, te dice con una sonrisa y palabras sosegadas que te invitará a comer para compensar las horas extras que llevas haciendo desde hace meses. O cuando una “amiga” te miente sobre su situación económica para que le prestes dinero, y cuando le dices que no puedes dejarle más dinero, te exige amable y respetuosamente que hagas un esfuerzo y te pongas en su lugar, siendo tildada de violenta al mantener tu negativa. Aquí entramos en otra cuestión, sobre autoridades, maltrato y luz de gas, pues siendo plenamente consciente de que “A” no es “B”, pero eres tú la que confunde “B” con “A”.

Una madre se enfurece porque se cae un tomate del carro de la compra. Siendo esta madre una histérica (con toda la carga que supone esa palabra) que focaliza en ese tomate toda la presión laboral y (re)productiva de cuidados que se le asume inherente a su persona, sosteniendo física, emocional y económicamente el hogar

¿Qué pasa con las personas neurodivergentes? Que son maleducadas porque no te miran a los ojos mientras hablan contigo, o tienen un brote debido a los malos tratos recibidos por esas personas educadas y amables.

Pamela Palenciano en su monólogo “No sólo duelen los golpes” hablaba de la situación del tomate. En resumen, porque es mejor acudir a ver su mónologo y ver la situación en su contexto, una madre se enfurece porque se cae un tomate del carro de la compra. Siendo esta madre una histérica (con toda la carga que supone esa palabra) que focaliza en ese tomate toda la presión laboral y (re)productiva de cuidados que se le asume inherente a su persona, sosteniendo física, emocional y económicamente el hogar.

¿Qué es lo que quiero decir con todo esto? Cómo es utilizado el respeto como una herramienta de censura a todas las personas que pertenecen a los márgenes de la sociedad, especialmente cuando ocupan el espacio público.

El respeto, pese a las continuas alusiones a los Derechos Humanos, no es una cuestión de “humanidad”. Por el contrario, el término no es más que una alineación con los procesos de acumulación de capital. Siendo esta acumulación de capital social, la respetabilidad una muestra más de cómo el antropocentrismo sigue siendo una parte inherente a nuestro mundo puesto que la tierra, la naturaleza y los recursos que nos dota no son respetados pero tampoco son planteados en la conversación sobre el respeto.

Puesto que si el respeto no es algo inherente a la persona, y es algo que se tiene que ganar, entonces el respeto, no es, ni ha sido nunca de y para todas. Romper con la idea de respeto como veneramiento, ¿es posible?

Según la Real Academia Española (RAE), el respeto es en su primera acepción el veneramiento, acatamiento que se hace a alguien. En su segunda acepción, se define como miramiento, consideración, deferencia. Sin embargo, aunque en nuestro imaginario tenemos la segunda definición, en la práctica es la primera definición la que se hace el respeto se suele reducir a las buenas formas y modales, siendo una forma de validar violencias y abusos.

Desarrollo este último punto, dado que tan sólo consideramos como violencia y abuso aquellos que tienen que ver con la sangre o la carne (sexual). Y esto en sí mismo supone un problema de base ya que nos deja ante la indefensión al no poder identificar correctamente la situación, como consecuencia no poder protegerse y defenderse. O incluso, como suele ser más común, ser identificadas como maleducadas e irrespetuosas por no haber utilizado las formas y tonos “adecuados” para hablar de esa situación de violencia.