Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
¡Un respeto oigan!
Ha sido empezar la precampaña electoral en Andalucía y hacer estragos ese extraño virus que suele atacar a los políticos de Despeñaperros para arriba.
Esta vez la víctima ha sido Albert Rivera, la gran esperanza blanca de la derecha -con o sin franquicia del PP- quien ha sido duramente atacado por esa enfermedad, que convierte a gentes aparentemente normales en auténticos bocachanclas y metepatas de un calibre sobresaliente.
Al calorcito de las encuestas que, con más o menos cocina, auguran a Ciudadanos unos resultados inimaginables hace sólo un par de meses, el otrora ferviente militante del PP, desembarcaba este fin de semana en tierras andaluzas para, entre piropo y piropo, meter la pata hasta el corvejón y decir aquello de que si su partido llega algún día a gobernar, “no vamos a repartir pescado, vamos a enseñar a pescar o a dejar que cada uno tenga su caña” ¡Glorioso comienzo de la aventura andaluza para Ciudadanos!
Ante la catarata de bofetones de todos los colores que provocó su astracanada, sus numerosos seguidores y el propio Rivera, se apresuraron a salir en tromba en redes sociales, para decir aquello tan socorrido de que la frasecita de marras se había sacado de contexto, que se trataba de un proverbio chino, incluso de una metáfora para combatir la cultura del subsidio que, según el PPbis, impera en la tierra a la que esperan traer el maná de Ciudadanos.
Ni como metáfora, ni como proverbio chino. Semejante frase, con o sin contexto, demuestra un grado de desconocimiento sobre la realidad de Andalucía impropia de quien pretende convertirse en una alternativa de poder, tanto a nivel nacional, como en esta tierra. Una vez consumado el estropicio verbal, el que fuera destacado cachorro del PP acudió presto a recordar sus orígenes andaluces, tanto de abuelos como de madre, como si esa circunstancia le eximiera de haberse conducido con una prepotencia muy parecida a la de algunos de sus corrreligionarios dirigentes del PP, de CIU, o de Esquerra.
Porque el virus que el sábado atacaba a Albert Rivera lo han padecido antes otros destacados políticos, a quienes, cuando se refieren a Andalucía, les suele traicionar el subconsciente, actuando con unos aires de superioridad propios de los caciques que asolaron esta tierra en otros tiempos.
Inolvidables las palabras de Ana Mato cuando denunciaba que los niños andaluces recibían clase en el suelo porque en nuestras escuelas no había ni para sillas. Imperial Durán i Lleida, lamentando que a los agricultores catalanes no les resultara rentable recoger la fruta, mientras los andaluces estaban todo día en la taberna, “fundiéndose” el pastizal que cobraban del PER. Antológico el presidente madrileño, Ignacio González, afirmando que no quería una Europa como Andalucía; aunque sea esta la tierra elegida por él para su superático. Sobresaliente Esperanza Aguirre y sus “pitas, pitas” comparando a los jornaleros andaluces con gallinas, al calor del subsidio agrario. Maravilloso Rafael Hernando, cuando igualó Andalucía con Etiopía, por el muy grave hecho de que la Junta hubiera aprobado medidas para garantizar a los niños andaluces tres comidas al día; y qué decir de Joan Puigcercós, cuando pronunció aquella emblemática frase de que en Andalucía, no pagaba impuestos ni Dios.
Podríamos seguir desgranando las “ocurrentes” intervenciones de próceres populares y catalanes, pero no merece la pena. Sí que resulta preocupante el hecho de que, teniendo Andalucía la importancia que tiene para gobernar este país, nuestros políticos demuestren tanto desconocimiento y tanta soberbia respecto a una tierra que, si mantiene déficits estructurales importantes con el resto del Estado, se debe en gran parte al abandono y la explotación secular de que ha sido víctima a manos de personajes que defendían ideas políticas muy parecidas a las de Albert Rivera, Rafael Hernando, Esperanza Aguirre o Duran i Lleida.
No sé si Ciudadanos enseñará a pescar a los andaluces -cuyos antepasados ya pescaban en la almadraba hace miles de años-, pero lo que es probable es que los andaluces enseñen con sus votos a Rivera que quien pretende gobernar un territorio tan digno, culto y sabio como Andalucía, lo primero que debe tenerle es respeto.
Ha sido empezar la precampaña electoral en Andalucía y hacer estragos ese extraño virus que suele atacar a los políticos de Despeñaperros para arriba.
Esta vez la víctima ha sido Albert Rivera, la gran esperanza blanca de la derecha -con o sin franquicia del PP- quien ha sido duramente atacado por esa enfermedad, que convierte a gentes aparentemente normales en auténticos bocachanclas y metepatas de un calibre sobresaliente.