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La 'riá'
Mi agüela estaba esperando que viniera del colegio y como otros días me llevó a la panadería de Raimundo a comprarme una bizcochada para la merienda. Cuando salimos, desde los husillos de la calle comenzó a brotar agua. “Aligera”, me dijo. En casa, salía ya también de los sumideros de los patinillos y algunos niños venían corriendo desde la Trinidad dando voces ¡que viene el agua! Todo fue rápido, en poco tiempo el agua llegaba a la cintura y tuvimos que refugiarnos en el piso de arriba de nuestra vecina, Gloria. Unos días después, a mi agüelo y a mí -mi agüela se quiso quedar-, nos rescató una lancha que nos llevó a casa de mis padres que estaba en seco.
Era 1961, la última gran riá de Sevilla. No se olvidan las cosas que te pasan de chico. Visto hoy, no hubo alarmas ni alertas, ni nada parecido a la movilización del Estado. En aquella ciudad inundable, una de las pocas y certeras alarmas era cuando el agua ya había llegado a la boca del león, en el puente de Triana.
Desde luego que no hubo responsables, y se tardó en recuperar la ciudad, pero hoy vivimos en otro tiempo, en democracia, y debería haberlos. En cierto sentido ya los hay: los negacionistas climáticos, los negacionistas fiscales (esos que dicen, como los dirigentes valencianos y otros de sus correligionarios, que sin impuestos -a los opulentos, se entiende- se vive mejor), los depredadores urbanísticos. Es decir, el pueblo ya dispone de elementos y se supone que juicio para exigir responsabilidades a aquellos que de manera continuada a lo largo de décadas especulan con la seguridad y bienestar de la gente, depredando el territorio en beneficio propio y también las arcas públicas, privándonos de las herramientas públicas necesarias; primero, para resistir ante las venganzas de la naturaleza; segundo, para luchar contra sus consecuencias.
¿Habrá políticos capaces de sostener que con menos impuestos se pueden acometer políticas públicas para socorrer y reconstruir? ¿Habrá políticos que le hagan caso a un primo que sostenga que no hay cambio climático? ¿Habrá políticos concediendo licencias y aprobando proyectos urbanísticos o en infraestructuras en zonas inundables? ¿Seguiremos tapando cauces, ramblas y rieras y construyendo paseos marítimos y hoteles imposibles?
Las imágenes satelitales de Valencia tras la catástrofe constituyen el mapa del futuro si queremos que no ocurra nunca más con tales efectos devastadores; en la Sevilla de entonces no había esas herramientas. Las imágenes a pie de suelo también son elocuentes, y prueban la ineficacia, el desconcierto, la incapacidad y descoordinación de las autoridades responsables, y también deberían originar respuestas y responsabilidades para el futuro. Pero en esto último, soy exceptivo, y si no comprueben el mapa electoral en Galicia tras el desastre del Prestige; de lo que pasó en Sevilla, no se molesten, en una dictadura no había responsables de nada, ni siquiera periodismo carroñero irresponsable, como ahora.
Aquellos de mi niñez eran otros tiempos pero hoy si la sociedad no reacciona y madura estamos perdidos. Todo quedará en un espectáculo de lamentos y duelos, solidaridad sincera pero mucho postureo, recaudaciones sin control de destinos y reproches de responsabilidades. Luego de la exigencia de responsabilidad política debería haber otra responsabilidad preventiva. El mundo no se va a acabar, será la estupidez humana la que acabará extinguiéndonos como especie. Muchas preguntas en el aire ¿Habrá políticos capaces de sostener que con menos impuestos se pueden acometer políticas públicas para socorrer y reconstruir? ¿Habrá políticos que le hagan caso a un primo que sostenga que no hay cambio climático? ¿Habrá políticos concediendo licencias y aprobando proyectos urbanísticos o en infraestructuras en zonas inundables? ¿Seguiremos tapando cauces, ramblas y rieras y construyendo paseos marítimos y hoteles imposibles? ¿Recularán los depredadores y sus corifeos mediáticos de la derecha libertaria?
Volviendo a Sevilla ¿Seguirá su ayuntamiento con su alcalde a la cabeza pidiendo urbanizar la inundable y necesaria ambientalmente Dehesa de Tablada? No son solo preguntas para los responsables políticos, también para la gente que asiste impasible a la depredación del territorio, de la madre Tierra, y a la depredación de lo público, eso que nos salva, gracias a los impuestos, por cierto, de los que más sufren para pagarlos.
Mi agüela estaba esperando que viniera del colegio y como otros días me llevó a la panadería de Raimundo a comprarme una bizcochada para la merienda. Cuando salimos, desde los husillos de la calle comenzó a brotar agua. “Aligera”, me dijo. En casa, salía ya también de los sumideros de los patinillos y algunos niños venían corriendo desde la Trinidad dando voces ¡que viene el agua! Todo fue rápido, en poco tiempo el agua llegaba a la cintura y tuvimos que refugiarnos en el piso de arriba de nuestra vecina, Gloria. Unos días después, a mi agüelo y a mí -mi agüela se quiso quedar-, nos rescató una lancha que nos llevó a casa de mis padres que estaba en seco.
Era 1961, la última gran riá de Sevilla. No se olvidan las cosas que te pasan de chico. Visto hoy, no hubo alarmas ni alertas, ni nada parecido a la movilización del Estado. En aquella ciudad inundable, una de las pocas y certeras alarmas era cuando el agua ya había llegado a la boca del león, en el puente de Triana.