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“Sólo Alá vencerá”
Dos días antes de los atentados de París, rodaba en el Alcázar de Sevilla un reportaje con una Televisión francesa cuando fui testigo de una asombrosa tensión. El equipo iba a entrevistar al historiador del arte Juan Alberto Romero ante la fachada del Patio de la Montería con el condicionante impuesto por sus jefes: “Evitar resaltar cuanto evocara al Islam”. Tal tarea ante el frontal del monumento era imposible. Pero, además, los periodistas coincidían en que la mejor contribución en este 2015 inaugurado con los asesinatos de Charlie Hebdo era mostrar que el Islam también es ese ejemplo de belleza y convivencia mudéjar. Romero, de la plataforma Nomad Garden, explicó a cámara cómo, en el friso, la exaltación del rey cristiano Pedro I enmarca la frase en árabe “Sólo Alá es el vencedor”.
El viernes noche se perpetró la matanza. TVE subrayó que se oyó a los terroristas “¡Alá es grande!”. Frase casi idéntica a la que 48h antes encarnó el dilema.
Musulmanes de todo el mundo han condenado los atentados de París -incluida la Mezquita Ishbilia de Sevilla a través de su presidente, Yihad Sarasúa- y está en marcha la campaña #NotInMyName. En Granada, Francisco Javier Garrido, tío del asesinado Juan Alberto González, ha dicho: “Lo que sentimos no se va a curar con que se cause otro dolor, queremos que se cure con justicia para quienes han planeado y financiado esta masacre, y amor para todo el mundo que están sufriendo lo mismo”.
Pero el Estado francés ha respondido bombardeando Raqqa, ciudad siria ocupada por ISIS -¿vacía de civiles?-, se vincula en los medios la financiación de terroristas con el tráfico de refugiados a Europa, lo que apunta al bloqueo de fronteras y padres que llevan a sus hijos al colegio comentan que “expulsar a los musulmanes es una idea brillante”.
España conoce el terrorismo. Sufrimos la masacre yihadista el 11-M de 2004 en Madrid. Pero también atesoramos dolorosa experiencia de casi 40 años de ETA. Por eso sabemos que ni estigmatizar, ni violar derechos humanos acerca la solución. Ni todos los vascos, ni siquiera todos los abertzales eran etarras; ni los árabes, ni los musulmanes, ni el Islam equivale a terror. Y nos alejará de la paz tanto demonizar como arrinconar a nuestros congéneres en guettos. Sea en ‘banlieues‘ como las que ya se amotinaron en Francia hace una década, o bien sea en campos de refugiados como ese de sirios en Jordania que el lúcido Jordi Évole nos mostró este domingo como “el trastero de Europa”.
Los que vimos estrellarse los aviones contra las Torres gemelas el 11-S lloramos por las víctimas directas y las que caerían en la represalia, aún inacabada. El mundo post 2001 no ha ido a mejor. Y el sur del sur de Europa que somos los andaluces puede jugar un papel para parar la tragedia. Porque “ellos” somos “nosotros”. Somos Islam en mucha más medida de la que reconocemos porque las escuelas aún hablan de “Reconquista” cuando por ocho siglos, antes de que España existiera, fuimos pueblo amalgama de árabes, cristianos y judíos, un Al-Andalus más brillante y civilizado de lo que era Europa en la Edad Media y que todavía hoy es nuestra mayor riqueza, cultural, patrimonial y económica. Los turistas vienen a Andalucía a gozar del Islam: Alcázar y Giralda, alcazabas de Málaga y Almería, Mezquita cordobesa, Alhambra. Sobre todo ahora que viajar a Egipto, Siria, Jordania, Túnez y hasta Turquía es temerario. Los naranjos, el jazmín, la hospitalidad, nuestras caras en los espejos. Es tan evidente que no lo vemos.
No somos puros arios, felizmente. Como tampoco los franceses, cuya hibridación vía colonialismo es mucho más moderna. Ojalá el dolor en carne viva de Francia estos días no imponga borrar del reportaje nuestra realidad mestiza. Ojalá los ciudadanos no vayamos, espoleados por extremismos opuestos, directos al matadero. Ojalá triunfe esa deidad internacionalista, la Fraternidad. “Ojalá”, del árabe Ù٠شاء اÙÙÙ , pronunciado law sha'a Allah, que significa “si Dios quisiera”.
Dos días antes de los atentados de París, rodaba en el Alcázar de Sevilla un reportaje con una Televisión francesa cuando fui testigo de una asombrosa tensión. El equipo iba a entrevistar al historiador del arte Juan Alberto Romero ante la fachada del Patio de la Montería con el condicionante impuesto por sus jefes: “Evitar resaltar cuanto evocara al Islam”. Tal tarea ante el frontal del monumento era imposible. Pero, además, los periodistas coincidían en que la mejor contribución en este 2015 inaugurado con los asesinatos de Charlie Hebdo era mostrar que el Islam también es ese ejemplo de belleza y convivencia mudéjar. Romero, de la plataforma Nomad Garden, explicó a cámara cómo, en el friso, la exaltación del rey cristiano Pedro I enmarca la frase en árabe “Sólo Alá es el vencedor”.
El viernes noche se perpetró la matanza. TVE subrayó que se oyó a los terroristas “¡Alá es grande!”. Frase casi idéntica a la que 48h antes encarnó el dilema.