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Sorry, pero os tenemos que “discriminar” más

Asistentes a la manifestación organizada por la Comisión 8M bajo el lema "Se acabó", en Madrid.
19 de enero de 2024 22:39 h

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Habréis leído esta semana y si no es así alucinaréis ahora al saber que el 44% de los hombres españoles y, ojo, un 32,5% de las mujeres entiende que nuestra sociedad se ha pasado con las políticas de igualdad, la situación se ha invertido y ahora son ellos, los hombres, los discriminados.

Parece un mal chiste ya que la igualdad no está ni se la espera, ni en salarios, ni en horarios, ni en acceso a puestos directivos, ni en visibilidad, ni en reconocimiento social y dado que, además y sobre todo, el cuidado de casa, hijos, abuelos, enfermos y dependientes, es decir, las tareas imprescindibles y no remuneradas que sustentan a las familias y sociedad nos siguen cayendo a nosotras, sí o sí, como un lastre, desde tiempo inmemorial. A lo que se añaden los casos graves y extremos pero numerosos, de acosos, abusos y feminicidios.

Analizar la encuesta del CIS revela que quienes así opinan son en su mayoría (¡qué sorpresa!), de ideología de derechas. Se sienten agraviados con las políticas de igualdad el 86% de los hombres votantes de Vox y el 66% del PP (lo que no quita para que también lo hagan el 22% de votantes del PSOE y el 9,5% de SUMAR, ¡ya les vale!). Pero que quienes creen y propagan la falacia de la discriminación masculina sean reaccionarios no anula el problema ni lo minimiza.

Ojo y alerta máxima entre las mujeres porque este 2024 habrá dos elecciones claves, la del Europarlamento en junio y las presidenciales de EEUU en noviembre y, en ambas. tienen grandes expectativas de crecimiento y victoria la ultraderecha y la derecha radicalizada. Con que, si finalmente los partidos con tesis antifeministas gobiernan, aprobarán leyes de vuelta al pasado donde estábamos infinitamente más discriminadas de lo que hoy, pese a los muchos avances, seguimos estando.

Asumamos que, a pesar de los grandes adelantos que en estos 45 años de democracia hemos logrado las españolas, como llegar de forma tan brillante y masiva a la Universidad, trabajar fuera de casa, poder divorciarnos y abortar, vivir nuestra sexualidad sin casarnos y con la diversidad que deseamos, viajar y tener cuentas bancarias sin necesitar la aprobación de un varón –liberándonos del yugo de 40 años de ese Franco al que Vox ensalza y el PP nunca critica–… las mujeres vamos lento, tarde y mal.

Así que no es que “las políticas de igualdad hayan ido tan lejos que ahora los hombres sean los discriminados”, sino que las mujeres debemos impulsarlas mucho más.

Basta de lloriqueos e histerias masculinos

No debe frenarnos ni el temor, ni tampoco un exceso de prudencia al considerar que, como ha declarado a elDiario.es el sociólogo estadounidense Michel Kimmel, autor de Hombres (blancos) cabreados, hay “hombres que están sufriendo (…) hombres blancos enfadados jodidos por un sistema que no se preocupa por ellos”, que tienen “razón en sentirse agraviados” solo que estos hombres, según Kimmel, se equivocan criticando al feminismo en vez de al neoliberalismo que es el que empeora sus vidas. El ultracapitalismo salvaje también golpea a las mujeres, sobre todo a las mujeres, y eso no nos ha llevado jamás a defender un sistema de injusticia en el que nosotras sometamos a los hombres.

La frustración del hombre blanco ante su vida precarizada por el neoliberalismo salvaje no es excusa para que quiera frenar los avances hacia la igualdad de las mujeres que son quienes más sufren ese mismo ultracapitalismo.

Ya basta de lloriqueos machistas y justificaciones. O establecemos de una vez la igualdad real o estaréis siendo vosotros, los hombres, quienes de facto nos estaréis diciendo: “Lo sentimos, mujeres, pero os tenemos que discriminar más”. Un día más, una semana más, un año más, ¿hasta cuándo? ¿Por qué?

Ni hablar, se ha acabado. Y discrepo con esa mayoría aplastante de mujeres, el 81,2%, que ha declarado al CIS su convicción de que la igualdad no se logrará “a menos que los hombres también luchen por los derechos de las mujeres” (lo que, curiosamente opina un porcentaje menor de ellos, el 74,2%). Por supuesto que la implicación de todo compañero comprometido es bienvenida, pero los derechos, en la historia, siempre han sido conquistados por los sometidos, no recibidos como donación voluntaria de los privilegiados.

En este sentido esta semana es inspirador el paso al frente de la presidenta del club de fútbol brasileño Palmeiras, Leila Pereira, al convocar con afán provocador una rueda de prensa exclusiva para reporteras y llamar “histéricos” a la legión de escandalizados por su iniciativa.

Alzarnos y votar por nuestros derechos

Cambiar la estructura machista del capitalismo en que vivimos no es rápido ni fácil y decir lo contrario es mentir. Yo misma cuando, como periodista, busco con empeño a expertas que entrevistar o a quienes proponer intervenciones cosecho rechazos que son infrecuentes entre los invitados hombres. Lo que responde, creo, tanto a una inseguridad inoculada, como a la mayor auto exigencia de las mujeres a la hora de preparar los temas, a la conciencia de que serán escrutadas y juzgadas con mayor severidad, y a la dificultad para encajar compromisos profesionales extraordinarios en la ya precaria conciliación de la esfera laboral y familiar pues, como revela el CIS, las mujeres dedicamos el doble de horas diarias a la casa y la familia que los hombres.

Sin embargo, es clave que no nos arrinconemos sino, al contrario, ahora que ya nos están amenazando con hacernos involucionar, ahora que el clima de impunidad machista lleva a echar con estrategias espurias a una mujer en la cima, como la presidenta de la Universidad de Harvard, Claudine Gay, nosotras demos pasos al frente, de forma pragmática y coordinada. Llamo a la movilización de las mujeres en defensa de nuestro progreso en las elecciones europeas del domingo 9 de junio.

Y espero, pese a las alarmantes señales que vamos recibiendo, que las líderes de los partidos progresistas y feministas de nuestro país, con la que está cayendo, no vayan a obcecarse en pulsos estériles entre ellas en vez de emplearse a tope en plantar cara al peligro real que afrontamos. Porque encarar las Europeas con frivolidad sería un error fatal que todas nosotras y las que vienen detrás pagaríamos muy caro.

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