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Un nuevo sueño colectivo

Juan Cornejo

Secretario de Organización del PSOE-A —

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Nuestra comunidad autónoma nació de un gran sueño colectivo. Andalucía resurgió con fuerza en la Transición y se empleó a fondo en reanudar lo que quedó pendiente en la Segunda República para lograr su autogobierno y ponerlo al servicio de la superación definitiva de su dura realidad. El fervor autonómico del pueblo andaluz alcanzó su cima aquel 4 de diciembre de 1977. Menos de tres años después, ese mismo pueblo imprimía un giro decisivo a su recorrido histórico que -desde mucho antes- se había caracterizado por el abandono y, en consecuencia, el subdesarrollo.

Andalucía se rebeló contra su distinción como comunidad no histórica e hizo frente a las trabas políticas puestas en su camino, invocando la igualdad de todos los territorios y de todos los ciudadanos, vivieran donde vivieran. Vivan donde vivan. El 28 de febrero de 1980, los andaluces y las andaluzas nos pronunciamos en referéndum no sólo a favor del máximo nivel de autogobierno, sino también a favor de la igualdad. Así, es justo afirmar que sin Andalucía y la irradiación de su impulso no podría entenderse el desarrollo de nuestro sistema autonómico, cuyos rasgos federales son más que evidentes.

En estas cuatro décadas hemos conseguido superar todas las dificultades que suponían nuestra “marginada” situación, aunque, ineludiblemente, siguen existiendo secuelas de ese pasado. Los viejos tópicos sobre Andalucía han quedado atrás por los cambios logrados gracias al esfuerzo de los andaluces y las andaluzas, la restauración de la democracia, el desarrollo del Estado de las Autonomías y la integración en la Unión Europea. La Andalucía de 2017 conserva sus principales señas de identidad –nuestra cultura, nuestra capacidad de convivencia- y apuesta por preservar los cimientos del Estado del Bienestar. En el ejercicio de nuestras competencias, hemos construido  una sociedad desarrollada con un sistema de derechos sociales especialmente avanzado en relación al resto de España.

Nuestro vigente Estatuto -del que se cumplen diez años- ofrece respuestas a las grandes cuestiones planteadas a la sociedad. Y lo hace renovando, mejorando, profundizando y desarrollando los objetivos básicos de la comunidad autónoma y de todos los instrumentos de actuación de los poderes e instituciones públicas. Siempre inspirándose en los principios y valores de libertad, igualdad y justicia. Siempre desde la solidaridad y el pluralismo. 

En este momento histórico, la crisis territorial provocada por el ascenso del independentismo en Cataluña ha puesto en cuestión nuestro sistema de organización territorial. Además de las negativas consecuencias de la crisis económica, a ello se suman las carencias y deficiencias del modelo autonómico, no configurado expresamente en la Constitución de 1978. En este contexto, Andalucía tiene nuevamente mucho que decir.

La salida a esta crisis no puede ser ni la recentralización ni la ruptura del Estado. La salida a esta crisis sólo puede derivar de un pacto federal, del acuerdo entre todos a partir de un diálogo racional, abierto y sincero e inclusivo. Un pacto que debe plasmarse en una reforma federal de la Constitución refrendada por todos los españoles y las españolas.

En aquel momento, los andaluces planteábamos algo muy claro: no queríamos ser más que nadie, pero tampoco menos que nadie. Queríamos tener los mismos derechos, las mismas posibilidades y las mismas oportunidades. Lo que planteamos ahora es una reforma de la Constitución, que permita un modelo de Estado federal marcado por la igualdad entre territorios y ciudadanos de todas las regiones, con unas mismas posiciones básicas en condiciones de vida, derechos y cumplimiento de los deberes y respetando la diversidad de cada una de ellas.

Un Senado federal como Cámara real de representación de las comunidades autónomas; un reparto claro de las competencias, que garantice a los territorios el desarrollo de políticas propias -especialmente de políticas sociales- y un modelo de financiación que blinde la suficiencia y la sostenibilidad financiera de las comunidades, haciendo compatible la autonomía financiera con la solidaridad. Estos son los tres grandes ejes de ese pacto a liderar por Andalucía.

Tenemos ante nosotros el gran reto de impulsar un modelo federal pluralista, cooperativo y social para nuestro país. Los andaluces y andaluzas queremos seguir construyendo sin tregua y sobre raíles seguros nuestro futuro como pueblo, solidariamente, junto con los demás pueblos y territorios de nuestra plural España.

Hemos tenido la oportunidad de hacer algo que nos había faltado durante décadas: la experiencia de participar en un proyecto común basado en la cohesión y la integración social, un proyecto que nos ha fortalecido como sociedad y que nos da las fuerzas necesarias para encarar un futuro que ya se plantea en condiciones muy distintas de las de aquel 28F, pero que sigue necesitando del mismo espíritu de esfuerzo y de superación y de la misma bandera: la bandera de la igualdad.

Nuestra comunidad autónoma nació de un gran sueño colectivo. Andalucía resurgió con fuerza en la Transición y se empleó a fondo en reanudar lo que quedó pendiente en la Segunda República para lograr su autogobierno y ponerlo al servicio de la superación definitiva de su dura realidad. El fervor autonómico del pueblo andaluz alcanzó su cima aquel 4 de diciembre de 1977. Menos de tres años después, ese mismo pueblo imprimía un giro decisivo a su recorrido histórico que -desde mucho antes- se había caracterizado por el abandono y, en consecuencia, el subdesarrollo.

Andalucía se rebeló contra su distinción como comunidad no histórica e hizo frente a las trabas políticas puestas en su camino, invocando la igualdad de todos los territorios y de todos los ciudadanos, vivieran donde vivieran. Vivan donde vivan. El 28 de febrero de 1980, los andaluces y las andaluzas nos pronunciamos en referéndum no sólo a favor del máximo nivel de autogobierno, sino también a favor de la igualdad. Así, es justo afirmar que sin Andalucía y la irradiación de su impulso no podría entenderse el desarrollo de nuestro sistema autonómico, cuyos rasgos federales son más que evidentes.