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Susana Díaz debe irse

Ya lo escribí en este mismo espacio. Susana Díaz ha perdido y se debería ir. Vale sí, formalmente ha ganado, pero de hecho ha perdido la Junta de Andalucía, de similar manera a la que el hoy registrador Mariano Rajoy perdió el Gobierno nacional.

Debería irse porque las elecciones generales están a la vuelta de la esquina, y ella sabe bien que sin Andalucía y sin Catalunya será imposible obtener un buen resultado en las urnas cuando lleguen. No es creíble que los socialistas convenzan a los electores si las elecciones llegan con ella enfrentada, como lo está, a la cúpula de su partido. Por tanto, si Susana Díaz piensa de verdad en los intereses de su partido en particular y de la izquierda en general, sólo le queda una elegante retirada de la primera línea.

Con la extrema derecha de Vox llamando insistentemente a la puerta, su retirada es, en realidad, una obligación de conciencia. Agazaparse en su escaño de líder de la oposición con la esperanza de que la incompatibilidad de intereses electorales de Vox y Ciudadanos haga saltar por los aires su perverso acuerdo de Gobierno con el PP en Andalucía no es justificación suficiente para su permanencia.

No lo es, porque no sabemos quién deberá sustituirla, pero sí sabemos, nosotros tanto como ella misma, que los que un día le dieron su apoyo ya no confían en ella. Primero le negaron su confianza sus propios compañeros de partido en unas primarias nacionales, se la negaron después sus electores andaluces: Susana Díaz perdió 400.000 votos el pasado dos de diciembre con respecto a sus resultados de 2015, y siete puntos y medio del porcentaje del voto.

De hecho, Díaz no ha hecho sino perder apoyo electoral desde que asumió el liderazgo del PSOE andaluz, en relevo de José Antonio Griñán quien ya en 2012 ocupó el Palacio de San Telmo con el apoyo de IU tras un vuelco electoral histórico: Por primera vez en la historia, y única hasta ahora, el PP de Javier Arenas ganó las elecciones. Desde entonces, Susana Díaz no ha recuperado ese apoyo entre los andaluces, ha tenido que lidiar con la llegada de nuevos partidos y con la nueva situación política. Pero si entonces Griñán convenció a 1.523.465 andaluces (el 39,5%), el mes pasado sólo lo hicieron 1.009.243 (27,95%).

Eso es lo que lleva a que muchos líderes municipales de su partido prefieran no ver aparecer a su secretaria general por sus respectivas campañas electorales en las inminentes elecciones municipales. Eso es lo que lleva a los responsables nacionales del partido a pensar que, para evitar un desastre en las próximas elecciones generales su federación andaluza, la más importante y por tanto imprescindible para obtener un buen resultado, debe contar para entonces con nuevos líderes. Eso es lo que ha llevado a muchos dirigentes andaluces del partido a pensar que ha llegado la hora de retirarle su apoyo.

Más aún, perdida la Junta de Andalucía, ese gigante organismo vivo, Susana Díaz pierde la copacidad de repartir parcelas de poder. Al contrario, se enfrentará en unos días con docenas de ex altos y medios cargos que se habrán quedado sin trabajo y tenderán, con razón, a considerarla responsable de su desgracia.

Pensar que en esas condiciones Susana Díaz será capaz de movilizar a la izquierda en torno suyo para frenar a la extrema derecha es una quimera. Si Susana Díaz de verdad piensa en los intereses de su partido debe aceptar su destino e irse. Cuanto antes lo asuma, mejor para su partido y para la izquierda en general.

Ya lo escribí en este mismo espacio. Susana Díaz ha perdido y se debería ir. Vale sí, formalmente ha ganado, pero de hecho ha perdido la Junta de Andalucía, de similar manera a la que el hoy registrador Mariano Rajoy perdió el Gobierno nacional.

Debería irse porque las elecciones generales están a la vuelta de la esquina, y ella sabe bien que sin Andalucía y sin Catalunya será imposible obtener un buen resultado en las urnas cuando lleguen. No es creíble que los socialistas convenzan a los electores si las elecciones llegan con ella enfrentada, como lo está, a la cúpula de su partido. Por tanto, si Susana Díaz piensa de verdad en los intereses de su partido en particular y de la izquierda en general, sólo le queda una elegante retirada de la primera línea.