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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Sus tiempos no son de este mundo

No sé si su reino será o no de este mundo, pero desde luego sus tiempos no lo son. Casi un año después de que el joven Daniel denunciara en una carta al Papa Francisco la presunta pesadilla de abusos vivida a manos del padre Román y su club de incondicionales, el máximo responsable de la archidiócesis de Granada, monseñor Javier Martínez, sigue campando por sus respetos y haciendo de su capa -pluvial- un sayo.

Tal y como este lunes publicaba este periódico, el juez del caso conocido como del “clan de los Romanes”, Antonio Moreno, acaba de dar un ultimátum alarzobispo de Granada, conminándole a colaborar con la investigación judicial en marcha. En una breve y dura providencia, el magistrado conmina al prelado a entregar, de una vez por todas, los interrogatorios a los doce investigados -diez sacerdotes y dos seglares- por elcaso de abusos a menores en Granada. Le avisa de que si no lo hace tendrá que hacer frente a un apercibimiento.

No es monseñor Martínez muy de colaborar con el otrora conocido como “brazo seglar”. Ya en su día le cupo el dudoso honor de ser el primer obispo de la historia contemporánea española en sentarse en un banquillo por la persecución de que hizo víctima a uno de los más brillantes canónigos catedralicios, estrecho colaborador de su antecesor, el hoy cardenal Antonio Cañizares y prestigioso profesor e investigador de historia del arte, cuiosamente con su mismo nombre y apellido. Entonces le salvó una siempre oportuna prescripción de los delitos de los que era acusado. Más o menos lo mismo que en este odioso caso, va a salvar a los cómplices de Román en los abusos sobre menores granadinos.

Es sobradamente conocido en Granada que monseñor Martínez, se considera por encima del común de los mortales. Tanto en sus gastos personales y diocesanos, en su pompa y boato, como en sus polémicas decisiones, Monseñor se pone el mundo por mitra, y solo responde ante ¿Dios? y no sabemos si ante la historia, como decía el Generalísimo. Sin embargo el caso del Clan de los Romanes ha rebasado el vaso de lo soportable para la opinión pública, aunque no parece que la Iglesia se haya dado por enterada, más allá del postureo papal y de la Conferencia Epicopal.

Porque solo puede ser calificado como “postureo· el que el Papa pidiera personalmente perdón al joven Daniel y casi un año después el responsable jerárquico de los eclesiásticos, presuntamente culpables de tan aberrantes hechos, continúe al frente de la archidiócesis. Francisco está perdiendo una oporunidad histórica para acabar con esa plaga secular de la Iglesia que es la pedresatia y los abusos sexuales. A lo que se ve, lejos de coger ese toro por los cuernos, el Papa se ha limitado al ”postureo“ de hacer pública la petición del perdón a la víctima, sin adoptar las decisiones sancionadoras oportunas contra ”consentidores“ por acción u omisión de conductas tan reprobables como de las que fueron víctimas decenas de jóvenes granadinos.

Ahora el juez del caso le vuelve a pedir al arzobispo las declaraciones que supuestamente hicieron los imputados ante los investigadores eclesiásticos. En caso de no hacerlo, Martínez podría incurrir en un delito de desobediencia a la autoridad judicial, después de que se le haya requerido, ¡hasta en siete ocasiones! y tras dos apercibimientos, la documentación que está obligado a entregar según las legislaciones civil y canónica.

La extraordinaria tolerancia con los religiosos que la justicia ordinaria sigue teniendo en un país, constitucionalmente aconfesional, es sencillamente inaceptable ¿Se imaginan que cualquiera de ustedes se pasara por el arco del triunfo siete requerimientos judiciales? Monseñor Martínez sigue considerándose por encima de la justicia humana y como ya dicjo en su día él solo se siente concernido por la divina.

Olvídense de la teatralidad a la que es tan aficionado el arzobispo granadino. Aquel hipócrita gesto de arrojarse de bruces ante el altar mayor de la Catedral, en un supuesto gesto de petición de persón, fue tan solo una hipocresía más de quien en un caso de la gravedad del que nos ocupa aún mantiene en sus puestos a siete de los investigados, quienes pese al escándalo, continúan como sacerdotes en sus respectivas parroquias de Granada sin que oficialmente haya sanción alguna contra ellos.

Su Santidad debería reflexionar un poco sobre las expectativas y esperanzas que despiertan sus gestos y sobre todo la frustración que provoca, que muchos de sus gestos, no tengan nada detrás. Si Francisco quiere seguir siendo la gran esperanza blanca de la Iglesia, en la diócedsis de Granada, tiene su prueba del algodón.

No sé si su reino será o no de este mundo, pero desde luego sus tiempos no lo son. Casi un año después de que el joven Daniel denunciara en una carta al Papa Francisco la presunta pesadilla de abusos vivida a manos del padre Román y su club de incondicionales, el máximo responsable de la archidiócesis de Granada, monseñor Javier Martínez, sigue campando por sus respetos y haciendo de su capa -pluvial- un sayo.

Tal y como este lunes publicaba este periódico, el juez del caso conocido como del “clan de los Romanes”, Antonio Moreno, acaba de dar un ultimátum alarzobispo de Granada, conminándole a colaborar con la investigación judicial en marcha. En una breve y dura providencia, el magistrado conmina al prelado a entregar, de una vez por todas, los interrogatorios a los doce investigados -diez sacerdotes y dos seglares- por elcaso de abusos a menores en Granada. Le avisa de que si no lo hace tendrá que hacer frente a un apercibimiento.