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El ultracapitalismo tiene un plan, ¿y los demócratas?
Estamos a diez días de las presidenciales Harris-Trump en EEUU con el arengador del asalto al Capitolio con opciones de ganar, en una Europa donde 15 de los 27 estados miembros y la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, quieren seguir a la fascista primera ministra italiana Giorgia Meloni en su plan ilegal de deportar a los inmigrantes y solicitantes de asilo a países como Albania. Estamos bajo la lluvia de imágenes de palestinos y libaneses, sufrientes y reventados por ataques israelíes, que prueban que la ley internacional y los derechos humanos quedan en papel mojado.
Vivimos una realidad, incluso en rincones privilegiados del mundo como se supone es España, donde solo el 30% de los menores de 35 años tiene piso en propiedad, cuando en 2011 eran casi el 70% y, como los alquileres también han subido un 30% por los pisos turísticos, solo uno de cada tres menores de 35 años puede emanciparse. El acceso a la vivienda es un problema en toda Europa.
¿Cuál es el plan? Porque habrá uno, ¿no? O es que a los demócratas no nos alerta aún lo suficiente el parecido de este camino, peldaño a peldaño, con el que se construyó en los años 30-40 del siglo XX y que desembocó en la guerra y dictadura franquista en España, en los regímenes fascista y nazi en Italia y Alemania con sus ocupaciones (de Polonia, Francia, Austria, Holanda…), con sus exterminios, su holocausto, con el horror de la Segunda Guerra Mundial, con los lanzamientos de dos bombas nucleares por EEUU sobre las japonesas Hiroshima y Nagasaki.
Izquierda llamada a tomar la iniciativa
El gobierno español, de PSOE y Sumar, es hoy una excepción progresista en el panorama. Recordemos que por un pelo no tenemos un gobierno de Feijóo con ministros de Vox. Las declaraciones recientes del presidente Sánchez, defendiendo las bondades de la inmigración en el Congreso y rechazando el Plan Meloni en Bruselas alivian, pero no bastan. La alternativa a encerrar a seres humanos de piel oscura con igual derecho a viajar que cualquier blanco no puede ser, como plantea Sánchez, potenciar el control en origen para impedirles zarpar, ni una reforma de la ley de Extranjería donde “se vende” como gran avance que el tiempo de espera para regularizarse pasa de tres a dos años (de trabajo sin derechos, explotados, como neoesclavos).
Lo primero que urge es escapar del marco neofascista de “alarma sobre los inmigrantes”. Ese que hace que este octubre, de nuevo, el CIS sitúe “la inmigración” como primer problema de los españoles por encima incluso de la inalcanzable vivienda. Ese marco impulsado por Trump cuando clama que los inmigrantes llegados a EEUU son “huidos de manicomios”, “devoradores de perros y gatos” y por una Meloni dispuesta a pagar 18.000 euros por cada uno de los 16 inmigrantes deportados a Albania aun a riesgo de que la justicia la obligue a readmitirlos en Italia, como pasó en horas, porque pese a todo la deportación frustrada es propaganda que embauca a ciudadanos y mandatarios.
Los partidos, colectivos y gente de izquierda deben escapar del marco neofascista de “alarma antiinmigrantes”, hecho de mentiras sobre su cantidad y peligrosidad, y construir una alternativa basada en aplicar de verdad la ley y los derechos humanos para proteger los derechos y libertades de todos.
Escapar del marco neofascista exige tener claro que es mentira la supuesta “avalancha de pateras”. Los llegados a España en balsas o saltando la valla desde que apareció en la playa tarifeña de Los Lances el primer cadáver en 1988, hace 36 años, han sido solo 500.000. De los 6 millones de extranjeros residentes en España (13% de la población total), más del 60% han venido en avión así que ilustrar toda noticia migratoria con gente envuelta en mantas rojas es distorsionar la realidad y manipular al espectador. Además, según el Banco de España, de aquí a 2050 necesitaremos a 24 millones de inmigrantes. Y hoy, ya, la patronal del Transporte alerta de que le faltan 15.000 camioneros y conductores de autobús, la de la industria naval en Cádiz busca a 8.500 operarios y la Confederación Nacional de Construcción calcula que necesita 1.400.000 albañiles.
Otra trampa basada en mentiras es vincular inmigración y criminalidad. Lo dejó bien claro este verano el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno (PP), quien replicó a Vox que en los índices oficiales de delincuencia en España, sólo el 7% son extranjeros, “y muchos de ellos son europeos, británicos, italianos”.
Tejer una red global de alianzas
Teniendo clara la falsedad del marco neofascista, el segundo paso urgente es articular una red alternativa de protección de los derechos y libertades colectivos que son lo que la ultraderecha quiere cargarse para que la élite ultracapitalista maximice sus beneficios.
Sería muy importante sumar, como tras la Segunda Guerra Mundial, a demócratas, también de derechas. Hay que trabajar en ello. Pero, visto el suicida coqueteo de gran parte de los conservadores con los neofascistas, la izquierda no puede dilatar más el tomar la iniciativa, con un plan bien pensado a escala internacional.
El gobierno español, uno de los pocos progresistas de Europa, debe liderar la pedagogía entre ejecutivos, como el alemán y el danés o el del Reino Unido (éste fuera de la UE) que, siendo socialistas imitan y así refuerzan las políticas antiinmigrantes neofascistas. Hay que reforzar, vía PSOE y Sumar, un plan con la izquierda opositora en Francia, Italia, Holanda, Portugal, Grecia, Austria… Dejarse de polémicas rancias con México, de gobierno progresista, y reforzar la colaboración latinoamericana con él, con Brasil, con Chile y Colombia. Y cambiar drásticamente nuestras prácticas con África abandonando el paternalismo expoliador por una nueva y al fin justa colaboración.
Reinventar lo ya inventado
¿Pienso por un segundo que sea fácil? En absoluto. Pero los demócratas y progresistas no tenemos más remedio que redibujar cuando antes el presente inmediato para escapar al colapso que el neofascismo ya nos programa.
“¿No estamos sí o sí abocados al conflicto?”, “¿No es la historia humana una espiral de violencia?”, “¿Qué puede ocurrírsenos para evitarlo?”, “¿Qué nos inventamos?” Estas dudas asaltaban días atrás al alumnado de Periodismo de la Universidad de Málaga en las conferencias del XI Congreso Manuel Alcántara. Difícil avivar la confianza en jóvenes amenazados por el paro, malos sueldos y horarios, pisos inalcanzables, ansiedad, un panorama de colapso medioambiental y geopolítico, y la impotencia inoculada para que se rindan.
Pero no tenemos que partir de cero, sino reinventar lo ya inventado: la legalidad internacional y los derechos humanos redactados tras la Segunda Guerra Mundial para evitar la destrucción completa. Reactivarlos, ahora creyéndonoslos, defendiendo su aplicación a todo humano por serlo. El mes pasado, la mayoría aplastante de Naciones Unidas aprobó que Israel acabe en 12 meses con su ocupación de Palestina. Votaron sí 124 países, hubo 43 abstenciones y solo 14 votos en contra. En hacer realidad la democracia radica nuestra esperanza.
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