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Vergüenza y desgarro
Cómo hemos llegado a esto, a este desgarro civil, a esta frustración democrática. La respuesta de Belmonte es inapelable: degenerando. No hay talento, no hay sesera en nuestros políticos. Uno podría decir que sí que la hay, que los unos y los otros tienen un plan, su plan, su mejora electoral, pero no puede ser, son simplemente unos indecentes, unos inútiles y cobardes.
No hay estatura política, ni en los de hoy ni en los que se consideran propietarios de la Transición, escondidos en sus cómodas posiciones privilegiadas y comilonas capitalinas, quién sabe si hoy en la gusanera de Miami. Son políticos mediocres para este pueblo atrasado; en Escocia, Québec o en cualquier otro rincón del orbe civilizado serían corridos a escobazos .
Para qué han servido estos últimos cuarenta años, cómo hemos llegado hasta aquí entre golpes televisados, palos, coces, cargas. Imágenes de brutalidad policial o de ira contra ellos a pedrada limpia. Con razón no te quieren, vecino Machado. Cuantas décadas para que en los despachos y en las tabernas la moneda corriente sea el insulto y la barbarie, se canten himnos fascistas y recurramos a la performance televisada para que otros nos vean, se avergüencen y quizá nos ayuden a resolver lo que por nosotros mismos no somos capaces. Unas nuevas brigadas internacionales de aire fresco democrático que aquí no acaba de insuflar nuestros pulmones.
No nos merecemos estos políticos, pero tampoco estas tabernas, ni estos fiscales, ni estos jueces, ni estos medios y sus directores, ricos y profesionales de la Transición y del orden que los hace unos privilegiados en este mundo cada día más precario; ni estos policías, que van jaleados a por ellos, por poco salario y peores condiciones, con una reputación quizá perdida para siempre. Antes se arreglaba cambiando el gris del uniforme pero ahora...
La democracia es confianza y el domingo, tal vez, se ha perdido para siempre. Y lo peor es que el jefe ni se inmuta, el máximo responsable no da la cara, su oposición menos, cobarde como él y cagona. Mañana la prensa deportiva se hará eco de algunos partidos menos, suspendidos o de solatera, y eso quizá nunca nos lo perdone el del puro. Tiemblen.
Dice el Gobierno que ha desbaratado el referéndum. Un referéndum que antes decía que no habría y que no tendría validez. A palos y trompás. Sin política, sin talento, sin sesera, dejando los caminos intransitables. Ya no hay sitio para los que queríamos diálogo, ya todos somos malditos, para los unos y para los otros. Que se peguen, a por ellos, que luego vendrán a por todos. A mil y pico el pelotazo y sin equiparación salarial, veréis. En el fondo, lo han desbaratado todo, unos y otros, ya queda poco del sueño y espero que de los vividores de la Transición y de sus profesionales, menos. Confío en Kuhn y que sea verdad que a cada cambio de paradigma, anteceda una convulsión. Así sea.
Lejos quedan aquellos días en los que catalanes y andaluces, con nuestras banderas, jugábamos a ser demócratas y por La Rambla cantábamos Llibertat, amnistía i estatut d'autonomia, bilingües perdíos y hermanos de sangre e ilusiones. Ya nos queda poco que cantar, además no sé, pero hoy no dejo de pensar en aquellos días , Caminito de la obra, con Joan Manuel, hermano, que estarás sufriendo:
“Escampa en una Vanguardia la fiambrera
Y se festeja con media botella de Priorato
Y se calienta con sol y permanganato.
Y arrempenchao en la sombra duerme la siesta
Soñando con hacerle, a su capataz, la vaca
y que gane fuera er Beti y el Barça en casa“
Qué fracaso, qué derrota más estrepitosa, qué indigencia democrática.
Cómo hemos llegado a esto, a este desgarro civil, a esta frustración democrática. La respuesta de Belmonte es inapelable: degenerando. No hay talento, no hay sesera en nuestros políticos. Uno podría decir que sí que la hay, que los unos y los otros tienen un plan, su plan, su mejora electoral, pero no puede ser, son simplemente unos indecentes, unos inútiles y cobardes.
No hay estatura política, ni en los de hoy ni en los que se consideran propietarios de la Transición, escondidos en sus cómodas posiciones privilegiadas y comilonas capitalinas, quién sabe si hoy en la gusanera de Miami. Son políticos mediocres para este pueblo atrasado; en Escocia, Québec o en cualquier otro rincón del orbe civilizado serían corridos a escobazos .