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El viaje

Las empresas de autobús "rebaten" el informe sobre economía colaborativa de la CNMC

Ana I. Bernal Triviño

Esta es la historia real de un trayecto Málaga-Granada en autobús.

La historia de una conversación con mi acompañante. Un argentino que no retiraba su mirada mientras escribía poesía en mi cuadernillo rojo. “Disculpa si te molestó, pero me gustó ver cómo salieron las palabras de la mente al bolígrafo, y del bolígrafo al papel”, añadió, con una sonrisa.

Antes, mi acompañante de autobús me había interrumpido tres veces. En las tres ocasiones me limité a una sonrisa de cortesía, porque quería aislarme y escribir. Pero esa frase y su mirada me hizo retirar los auriculares, apagar el móvil, y sonreír con ganas, desde dentro.

Él miró el paisaje y añadió, con un rostro pleno de disfrute: “¡Qué hermosos los chopos y qué verdes!”. Y justo ahí, empezó a recitar versos de García Lorca. Yo me quedé de piedra. Sí… hablamos de Federico, de su enorme personalidad, de su poesía, de su asesinato, de la Granada franquista… “Nosotros también tuvimos una dictadura, muy cruel”, apuntó. Luego apretó los labios y contuvo la respiración, como si temiese haberme ofendido, sin conocer mis ideas. Yo le recordé la intervención de la CIA en su golpe de Estado y se relajó. Bajando el tono de voz, me desveló la tristeza de sentirse títeres de grandes potencias… “Incluso España, en el comienzo de todo… Lo siento, si no le agrada”. Yo le respondí rápidamente que no tenía problema, que yo misma era crítica con esa realidad. Y lanzó un suspiro de alivio, a la vez que empezó a dar pinceladas sobre los indios nativos de Argentina, y de toda la tradición perdida.

Hicimos una pausa y, cuando vimos los primeros olivos, volvió a recitar a Federico. Y luego algunos versos de Machado, y a Neruda. Siempre tenía la versatilidad de encontrar una reflexión que llevase a la poesía. Desgranaba lo mejor y lo peor de la vida con cada verso rescatado, o con cualquier excusa del paisaje. “Ahora tenemos otro, Mauricio Macri… No va a hacernos bien, no sé si lo conoce”. Le respondo que soy periodista y que sólo con verlo junto a una política nuestra, Esperanza Aguirre, ya sé qué tipo de político puede ser. Hablamos de nuestra crisis económica, de su corralito, del hambre, de la pobreza, del aumento de la desigualdad, de la violencia sobre las mujeres, de las muertes que ocasiona la economía y que nunca aparecen en la portada de los diarios. “Hay algo común entre nosotros. Sus gobernantes y los nuestros son sólo empresarios que ven números. Y el frío número mata, ¿lo entiende? Mata”.

Le comento los reportajes que preparaba de cara a las elecciones. “No… no están bien, no están bien acá. Lo sé… Con lo hermoso que es todo esto, este paisaje, su cultura… si Lorca y otros tantos hubiesen podido seguir en su país, qué lindo hubiese sido”.

Luego retomó la dictadura argentina y lanzó al aire un quejido por la cantidad de personas asesinadas y desaparecidas. Le menciono la película Kóblick y los Vuelos de la Muerte. Ahí respira hondo. Baja más la voz. Me relata varios casos. De conocidos y de familiares implicados en esos vuelos, como su prima, en concreto. Luego reflexiona sobre el miedo en las calles. Del miedo continuo. “Bueno… ¿y Darín le gusta tanto como Lorca? ¿Viste El secreto de sus ojos? Qué lindo y qué barbaro, Darín…”. Y reproduce algunas de las escenas.

Me pregunta si el cereal del campo que vemos, tras la ventana del bus, es trigo y de ahí reflexiona de puntillas sobre el acaparamiento de tierras en América Latina, de la comida en manos de tan pocos… También hablamos del Che Guevara, de Gramsci, de los gringos, del fascismo, de Europa…

Sale el tema de Venezuela. Le comento nuestra saturación informativa. “Por mucho que digan, Maduro no tanto, pero Chávez sí era inteligente, mucho”, valora. Y me relata, divertido, la anécdota de Hugo Chávez cuando preguntó a Cristina Fernández de Kirchner… “¿qué hace ahí ese genocida?”, cuando desde la ventana del despacho de la ex presidenta vio la estatua dedicada a Colón. “Desde entonces hay una escultura de Juana Azurduy. Y ahora Macri dice que quiere recuperar a Colón… Siempre nos reescriben la historia, ¿lo ve?”. Me recomienda canciones de Cortez. Le digo que diseño tazas de Lorca y que, justo una amiga me ha encargado unas para que se las envíe al propio Cortez. Sonríe con la coincidencia. Con ésta y con todas las que llevamos en el camino.

Toca el hombro de su esposa, en el asiento anterior, y le dice que el paisaje de Las Pedrizas le recuerda a la zona donde ellos viven. Llegamos al centro de Málaga, antes de alcanzar la estación de autobuses. “¿Hay mucho ladrillo aquí, no? Poco verde y mucho cemento”, me pregunta. Le señalo los dos últimos edificios del antiguo barrio del Perchel, que en breve desaparecerán por majestuosos y nuevos edificios. Le explico que fuimos una de las ciudades protagonistas de la burbuja inmobiliaria. Me responde que no le apetece ir a Marbella ni ver lujos. “Yo he visto, en vídeos, que en España echan a la gente de sus casas, los bancos y los gobiernos; pero sólo aquí, ¿eh? Ese problema con la vivienda, con ese dolor y esa forma, sólo aquí”. Le hablo de la PAH y alucina… “Es de justicia que la gente se apoye una a otra. Que den vida donde los políticos sólo dan muerte. Muerte real, o estar muerto en vida, digo… Con lo fácil que es la vida… si descubrieran unos cuantos que nada les pertenece”. Llegamos a la estación, intercambiamos nuestros nombres y nos despedimos.

Camino de casa, sabía que había sido una suertuda. Y también él, porque ignoraba que en este país cada vez se puede hablar menos con desconocidos de la política y principios que estén al margen de los grandes intereses. También avancé a casa con rabia. Que, desde fuera, algunas personas vean la realidad de este país y del mundo con tanta claridad, mientras aquí seguimos ciegos y miopes.

La vida es un viaje repleto de mentiras y verdades. Y hoy, cuando ando saturada estos días de machismo, violaciones, pactos o no pactos, sillones y cargos, gente que vende sus principios, la falta de escrúpulos, la ausencia de condenas del franquismo, apoyo de corruptos, caza de brujas en las redes, muertes en el mar, refugiados ignorados, críticas entre los propios compañeros de izquierda, zancadillas, acosos, censuras, manipulaciones… intento recuperar esa conversación. Aunque sea, sólo, para respirar.

Aunque sea, sólo, para tener algo de esperanza en nosotros mismos.

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