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¿Volverá Estados Unidos a ser grande otra vez?
La contundente victoria de Donald Trump es, sin duda, la noticia de la semana, y sus efectos políticos y económicos sobre el resto del mundo están por determinar. Para poder hacernos una idea de las repercusiones económicas a nivel mundial de este segundo mandato, podríamos partir de su incidencia en la primera legislatura en la que fue presidente. No obstante, el escenario no es el mismo, por tres motivos. El primero de ellos es la fortaleza política de Donald Trump, con una posible mayoría en ambas Cámaras del Congreso, además del favor en la Corte Suprema. El segundo es el escenario de conflictividad internacional con dos focos bélicos centrales por resolver, como son la guerra de Ucrania y el conflicto judío-palestino, sin obviar por supuesto que en el mundo existen muchos otros conflictos. Por último, la fortaleza cada vez más evidente de la economía China.
Si nos centramos en su programa electoral, en este se propone un aumento de los impuestos al comercio exterior, en concreto entre un 10 y un 12% con carácter general y un 60% para las importaciones procedentes de China, por tanto, es un reforzamiento de la política proteccionista. El efecto es un debilitamiento del comercio internacional que afectará a las empresas exportadoras, y por tanto a la economía europea y por extensión a la española, pero esta política también afectará a la propia economía estadounidense. Trump espera con sus medidas aumentar la producción interna, pero el encarecimiento de las compras al exterior incrementará los costes de producción interno, y con ello se generará una subida de precios y una contracción de la producción. Dependiendo del temor a la inflación, la Reserva Federal puede decidir subir los tipos de interés, si bien ahora los ha bajado, para enfriar la demanda y con ello la subida de precios. Asimismo, la bajada de impuestos a quien beneficia es a los ricos, pero esto no supone que el rico cree más riqueza, simplemente es más rico, lo que aumentará la desigualdad en EEUU y en la prestación de servicios públicos.
Desde la perspectiva de política internacional, si Trump continúa defendiendo su posición de que la OTAN no sea financiada en gran medida por su país, esto llevará a los países de la UE a elevar el gasto militar. A corto plazo supone un aumento de la actividad económica para las economías europeas, pero un detrimento de recursos para otras políticas que fomenten la vida y no la muerte. Si además tenemos en cuenta que puede que retire su ayuda a Ucrania, la incertidumbre, y la posible victoria de Rusia, debilitaría aún más a las economías europeas.
El polvorín en el que se ha convertido Oriente Medio no parece que vaya a encontrar una solución pacífica, gracias a la posible medición del nuevo presidente norteamericano
En relación con su posición sobre el enfrentamiento judío-palestino, partimos de la legislatura anterior, en la que Trump ofreció un amplio apoyo a las políticas de línea dura del Netanyahu, por ejemplo, el reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel. Sin embargo, las buenas relaciones personales entre los dos presidentes tuvieron una ruptura cuando el líder israelí felicitó al presidente Joe Biden tras las elecciones de 2020, lo que Trump consideró una muestra de deslealtad. Por tanto, el polvorín en el que se ha convertido Oriente Medio no parece que vaya a encontrar una solución pacífica, gracias a la posible medición del nuevo presidente norteamericano.
Por último, la fortaleza cada vez más evidente de la economía China, su liderazgo mundial y el proteccionismo comercial estadounidense, pueden acelerar el proceso de desdolarización de la economía mundial. En este sentido debemos realizar dos análisis. El primero es el del muy corto plazo. En la actualidad, China está viviendo un proceso deflacionista debido a la combinación de una oferta creciente y la crisis inmobiliaria, por lo que ahora el gran gigante asiático debe centrar sus esfuerzos en su recuperación. No obstante, el proyecto económico chino a medio plazo es continuar con la diversificación de mercados, y la consolidación de las relaciones comerciales de sus socios en todos los continentes, incluido el europeo.
El nuevo gran prestamista es China, lo que junto al proteccionismo de EEUU favorece que muchos países comiencen a confiar y necesitar más el yuan chino que el dólar estadounidense
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el Fondo Monetario Internacional y Estados Unidos han sido los prestamistas de última instancia del mundo y cada uno ha ejercido una gran influencia sobre la economía mundial. Sin embargo, el nuevo prestamista es China, que ha otorgado recursos financieros de emergencia a Turquía o Argentina, entre otros países. Como ejemplo, en 2021 China prestó 40.500 millones de dólares frente a los 68.600 del FMI. El último préstamo importante de rescate del Tesoro de Estados Unidos a un país de ingresos medios fue un crédito de 1.500 millones de dólares a Uruguay en 2002. Estas circunstancias, junto al proteccionismo estadounidense, favorece que muchos países comiencen a confiar y necesitar más el yuan chino que el dólar estadounidense.
Sin duda, la gran potencia estadounidense del siglo XX no será la misma en el siglo XXI, a pesar del sueño nostálgico de Trump, que ha sido el eslogan de su campaña, Make America Great Again.
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