Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
Votemos y cambiemos el destino pre escrito
Por fin este domingo son las elecciones europeas. De nuevo se nos pide a las y los demócratas cerrar el paso al creciente neofascismo que, unido a la derecha radicalizada, amenaza con cargarse la UE desde adentro y hacernos retroceder décadas en derechos laborales, medioambientales, sociales, feministas, LGTBIQ+… Muchas y muchos progresistas nos sentimos obligados a hacer lo que está en nuestra mano sin necesidad de que nadie nos insista. Hay que ir a votar e iremos. Es más, alentamos a otros a que lo hagan en conversaciones privadas y públicas, como esta columna.
Una noticia buena y una mala. La positiva es que está a nuestro alcance cambiar el rumbo que parece ya trazado. En España lo hicimos en las generales del 23 de julio hace casi un año; todo apunta a que ahora acaban de hacerlo nuestros vecinos holandeses en las europeas que ellos inauguraron este jueves 6. La negativa, no obstante, es que incluso, en el caso de que logremos el empate (cuya perspectiva tiene a Feijóo y al PP al borde del ataque de nervios) o una victoria progresista, desde la noche electoral la ciudadanía de izquierda, la sociedad civil progresista del país, tenemos tarea, honda y compleja. Tenemos que exigir y lograr que las y los representantes políticos suban el nivel de sus propuestas porque, si no lo hacen, la debacle, suya y nuestra, va a llegar más pronto que tarde.
De verdad es inquietante que nuestra capacidad de sorpresa y decepción se vea desbordada hasta cuando pensamos que estamos curados de espanto. Esta campaña electoral ha sido lamentable. Tanto PSOE como Sumar y Podemos se vuelven más y más personalistas, encumbrando a sus líderes y desdibujando la dimensión de equipo para ser los partidos de Pedro Sánchez, Yolanda Díaz e Irene Montero.
El dolor de que nos subestimen
En el caso del PSOE, es alucinante que ante la imputación de Begoña Gómez, mujer del presidente Sánchez (por cuestionable que esta imputación sea en fondo y forma), la reacción consista en tratar de sacarle partido con ese rollo tan yanqui de convertir a “la pareja presidencial” casi en su ticket electoral, exhibiendo en mítines una adhesión y aclamación sonrojantes, interpelando a la/os “zurdos” con una terminología que choca de veras en boca de un PSOE que lleva décadas reclamando su papel de socialdemocracia centrista. Promueven a ultranza del supuesto “voto útil” con el fin descarado de fagocitar a las izquierdas que han hecho concretar avances a los socialistas.
Cero autocrítica sobre el muy cuestionable hecho de que la mujer de un presidente se dedique profesionalmente a captar fondos incluso para el fin más loable. Cero propuesta, por tanto, para que a futuro esto no se repita, sea el matrimonio presidencial de izquierdas o derecha. Y, ¿qué nos parecería que esto ocurriera con la mujer de un presidente del PP? Por favor, coherencia.
De aquí a mañana no da tiempo a hacer entender al PSOE, Sumar y Podemos que merecemos respuestas a nuestras necesidades más allá del miedo al fascismo galopante. Pero salvado el nuevo match point, desde el lunes habrá que exigirles concretar.
En lo que a Sumar se refiere, sigo a día de hoy digiriendo que haya convertido en lema de campaña la soez expresión “A la mierda”. Sinceramente, me quedé de piedra con que a su líder y vicepresidenta primera del Gobierno, Yolanda Díaz, un micro abierto le pillara tal comentario en el Congreso de los Diputados, rebajándose así por un instante alguien de su valía intelectual al nivel de la irrespetuosa e indocumentada presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que llamó “hijo de puta” al presidente Sánchez en el Parlamento.
Somos humanos, nos equivocamos. Pero ni comprendo ni respaldo que, en vez de rectificar, ese desafortunado “A la mierda” se use como latiguillo en mítines y sea lema de una lona inmensa en pleno centro de la capital de España. Algo que ha afeado Gerardo Pisarello, diputado de Sumar y miembro de la Mesa del Congreso, aunque como mordiéndose la lengua.
Podemos está haciendo, en mi opinión, una campaña con menos errores y, quizá por ello, se señala que cosechará mejores resultados de los previstos. Es de agradecer, además, que se comprometa a que sus eurodiputados se integrarán todas y todos en el grupo de izquierdas The Left y no se repartirán, como los de Sumar y los de Ahora Repúblicas, entre ese The Left y los Verdes. Porque hay que tener en cuenta que, en Europa, los ecologistas tienen miembros liberales y algunos, como los alemanes, prosionistas que no condenan el genocidio palestino. Con todo, Podemos sigue lastrado, para mí, por esa forma suya de actuar sin confluir, a lo “llanero solitario” aun a costa de la irrelevancia que les llevó, primero, a dilapidar la riqueza interna que lo conformó, como cuenta el podcast Compañeros, y, acto seguido, a perder el caudal de apoyo social que les dio en 2015 hasta 69 diputados.
En general, PSOE, Sumar y Podemos nos están subestimando. Resulta doloroso que el PSOE haya usado en campaña la urgente necesidad de proteger a Palestina para apuntarse el tanto, igual que es triste que Sumar y Podemos abanderen la defensa de las y los inmigrantes para marcar perfil humanitario cuando las políticas de frontera que se han venido aprobando, defendiendo y aplicando por el Gobierno de coalición PSOE-UP y PSOE-Sumar no escapan a la corriente de violación de los derechos humanos.
Atreverse a imaginar y construir alternativa
La criminalización de los inmigrantes que, como versión tuneada del antisemitismo en los años 40, está siendo desde 2014 clave para la irrupción neofascista en las instituciones, ejemplifica bien la incapacidad de las izquierdas para plantear alternativas.
El FMI en su revisión al alza de las expectativas de crecimiento de España, publicada este jueves, destaca “el buen comportamiento del mercado laboral, en parte debido a las entradas de inmigrantes”; 7 de cada 10 europeos viven preocupados por la cantidad de inmigrantes y, sin embargo, en 2023, en pateras o saltando vallas, solo llegaron a Europa 280.000 personas; el gobernador del Banco de España avisa de que, España por sí sola necesitará 25 millones de inmigrantes antes de 2025, y Europa ya acogió, sin problema, a 8 millones de ucranianos el primer año de la invasión rusa.
El proyecto de izquierdas no puede ser una versión algo menos cruel que el ultracapitalismo salvaje que promueven ultraderecha y derecha radical. En plena era de la IA, la materia gris progresista tiene que imaginar, preparar y ofrecer una alternativa sistémica.
Ante esto, como ante el disparado precio de la vivienda por el boom de los apartamentos turísticos, o el acelerado desastre climático, o la vampirización del tiempo y energía humanos, sobre todo de los jóvenes, por las adictivas y vacuas redes sociales, ¿qué realidad alternativa, qué utopía alcanzable propone la izquierda que construyamos?
El proyecto progresista no puede aspirar a ser una versión ligeramente menos cruel que el ultracapitalismo salvaje que promueven ultraderecha y derecha radical. En plena era de la IA estamos llamados a dar prueba de la mayor creatividad humana, en el ámbito cultural, pero también en el político y social.
Lanzo una idea: ¿para cuándo conquistar el derecho al sufragio de los inmigrantes, como se conquistó el de las mujeres hoy clave como dique de contención del fascismo? A algunos os sorprenderá o parecerá peregrino, pero Emmanuel Macron acaba de intentar imponer que en Nueva Caledonia (colonia francesa porque ¡en pleno siglo XXI Francia mantiene colonias!) se sumen al censo y puedan votar los franceses que lleven 10 años en la isla del Índico para influir así en las decisiones y destino colectivo. ¿Por qué tal perspectiva no va a ser recíproca?
Votemos mañana la opción progresista que más cuadre a cada cual para salvar este nuevo match point, pero desde el lunes redoblemos esfuerzos para exigir a los partidos y políticos de izquierda un proyecto y estrategias que estén más a la altura de la dimensión del reto de pervivencia global.
Por fin este domingo son las elecciones europeas. De nuevo se nos pide a las y los demócratas cerrar el paso al creciente neofascismo que, unido a la derecha radicalizada, amenaza con cargarse la UE desde adentro y hacernos retroceder décadas en derechos laborales, medioambientales, sociales, feministas, LGTBIQ+… Muchas y muchos progresistas nos sentimos obligados a hacer lo que está en nuestra mano sin necesidad de que nadie nos insista. Hay que ir a votar e iremos. Es más, alentamos a otros a que lo hagan en conversaciones privadas y públicas, como esta columna.
Una noticia buena y una mala. La positiva es que está a nuestro alcance cambiar el rumbo que parece ya trazado. En España lo hicimos en las generales del 23 de julio hace casi un año; todo apunta a que ahora acaban de hacerlo nuestros vecinos holandeses en las europeas que ellos inauguraron este jueves 6. La negativa, no obstante, es que incluso, en el caso de que logremos el empate (cuya perspectiva tiene a Feijóo y al PP al borde del ataque de nervios) o una victoria progresista, desde la noche electoral la ciudadanía de izquierda, la sociedad civil progresista del país, tenemos tarea, honda y compleja. Tenemos que exigir y lograr que las y los representantes políticos suban el nivel de sus propuestas porque, si no lo hacen, la debacle, suya y nuestra, va a llegar más pronto que tarde.