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“Wallapoplítica”

Hemiciclo del Congreso de los Diputados.
16 de marzo de 2021 21:00 h

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¿Ustedes le comprarían algo de segunda mano a la mayoría de los políticos de nuestras instituciones?... Yo, sinceramente, no.

No es una crítica “generalizada” a todos los políticos, ni un cuestionamiento a quienes ejercen sus funciones desde partidos diferentes a los que votamos, sino una llamada a la responsabilidad de aquellos que han adquirido el compromiso de hacer política para una sociedad que, les guste o no les guste, es plural, diversa y diferente en cada una de las posiciones políticas que la forman. Si no aceptan esa realidad lo tiene muy fácil, que dejen la política y se dediquen a dirigir sus partidos donde todos piensan lo mismo que ellos, o que se monten una fundación para que les den la razón. Pero el ejercicio de la política exige un compromiso con lo común y lo público desde las ideas propias, pero no para imponerlas ni para atacar a las otras, sino para enriquecerlas con sus aportaciones.

La política hoy ha perdido la dimensión temporal evolutiva, y se ha centrado en una inmediatez insuficiente para alcanzar un mañana necesario que permita lograr una realidad distinta. Y esa es una estrategia conservadora que atrapa al tiempo entre sus días, y a la sociedad en las promesas de un periodo pasado que dicen fue mejor, cuando ni siquiera el recuerdo les da la razón. La añoranza no es razón, tan sólo melancolía.

Cada vez que la izquierda entra en este juego conservador refuerza su estrategia y el marco de significado que han creado. El resultado inmediato es la polarización de la sociedad que lleva a entender que el diferente es el contrario y una amenaza, y a presentar sus ideas como un ataque a las propias, como si sólo pudiera haber un grupo de ideas. Y la polarización refuerza los modelos de poder y la resolución de los conflictos mediante la imposición y el abuso. Por eso la desaparición del bipartidismo no sólo no ha cambiado el enfrentamiento, sino que lo agravado al crear dos bloques que dan lugar a un doble enfrentamiento. Por un lado, el enfrentamiento externo entre bloques, y por otro, el enfrentamiento interno entre los componentes de cada bloque. El resultado es claro: más conflicto, más violencia, más “ombliguismo” político y más polarización social.

Una política impregnada por los valores de una sociedad individualista, hedonista, materialista, adoratriz de la inmediatez y narcisista, que busca más la derrota del contrario que la victoria de la democracia

Por eso los políticos son capaces de prometer sin cumplir, de defender sus privilegios bajo el argumento de que son necesarios y merecidos, de buscar el poder a costa de sus compromisos, de alentar la violencia desde cada una de las posiciones contra las otras, de utilizar bulos y mentiras para confundir y engañar a quienes creen en ellos, de pedir libertad para las ideas propias y censura para las contrarias, de creer que la sociedad comienza en la puerta de las instituciones donde sientan su ego cada día, para criticar el resultado democrático de la decisión de esa misma sociedad a la que sólo acuden para decirle que se ha equivocado de papeleta.

Es el resultado de una política irresponsable que ha olvidado el bien común y la convivencia, y se ha limitado a levantar diferencias para luego arrojarse los adoquines de sus calles. Una política impregnada por los valores de una sociedad individualista, hedonista, materialista, adoratriz de la inmediatez y narcisista, que busca más la derrota del contrario que la victoria de la democracia.

Pero los políticos no están ahí para dejarse llevar, sino para responder al compromiso adquirido de gestionar la realidad con sus características de pluralidad y diversidad. Y eso exige profesionalidad, es decir actuar con conocimiento, prudencia y diligencia bajo un planteamiento ético que responda a los principios morales que definen el ejercicio de cualquier profesión.

La política también ha de ejercerse dentro de un marco ético que impida hacer del ejercicio del compromiso una estrategia dirigida a la búsqueda de intereses personales y particulares. No existe una ética diferente para la Medicina, el Derecho, la docencia, la Psicología o el urbanismo... El marco ético se adapta a las circunstancias de cada ejercicio profesional, pero los valores que lo amparan son los mismos. Y si en el ejercicio de la Medicina, del Derecho o la Enfermería no se permite ejercer la disciplina fuera de ese marco ético, ¿por qué la política sí puede faltar a las referencias más básicas de la ética profesional, y hacerlo de manera ostentosa para presumir de ello?

Si el partido se celebra con las reglas de juego de la derecha el resultado será una victoria de la derecha. Es bastante sencillo

Y ese ejercicio generalizado de prepotencia y altivez se paga de forma diferente en un marco político y social conservador, que tiene interiorizado esos elementos androcéntricos como parte de una cultura que los ha cultivado y lleva a vivirlos como propios, y en un marco progresista, que adquiere sentido en la crítica a ese modelo y en la necesaria transformación de las referencias sociales y culturales que lo definen. El modelo conservador se ve reforzado en este juego polarizado de contraste y ataques, mientras que el modelo progresista se ve debilitado y sin sentido bajo esta dinámica. No se puede ser de izquierdas para hacer lo de derechas, pero en otra dirección.

El poder es un accidente, los partidos conservadores nunca lo pierden, pueden perder el Gobierno, pero siguen con el poder de un modelo de sociedad que les da la razón en su planteamiento social y en los valores consolidados por la costumbre y la tradición, por eso se permiten utilizar el nombre de la libertad en vano. Ninguno de sus votantes les va a exigir responsabilidad por eso. Si el partido se celebra con las reglas de juego de la derecha el resultado será una victoria de la derecha. Es bastante sencillo.

Quienes están en la política deben de asumir la realidad plural que deben gestionar, y hacerlo con ética y responsabilidad para cambiar el marco, y hacer ineficaces las estrategias de abuso de poder. Sólo así podremos confiar en quienes ejercen la política y “compararle” lo que nos “vendan”.

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