La jornada histórica del 5 de septiembre de 2013, en la que Susana Díaz (Sevilla, 1974) se ha convertido en la primera mujer en presidir Andalucía en 31 años de autonomía, ha dejado claro también que, en ese compromiso de cambio, va a resultar muy complicado que lo nuevo -sobre todo soluciones para los ciudadanos- llegue al debate político. De momento, la presidenta se ha ganado la confianza del Parlamento de Andalucía (58 votos a favor frente a 48 en contra, y ninguna abstención aunque faltaron tres diputados) para poner en práctica su propuesta, que pasa por “una lucha implacable contra la corrupción” con la transparencia como bandera y por conseguir que se genere riqueza y empleo manteniendo las políticas sociales.
Para todo esto habrá, según a ha dicho, “indicadores”, por lo que los resultados de su gestión se podrán evaluar. De momento, sólo es posible medir el contenido de unas palabras con las que ha querido transmitir su intención de “aprender de los errores” y “huir del pesimismo y la resignación” hacia un “futuro de esperanza”, el suyo, frente a la perversión del sistema y los crudos datos del paro o la exclusión social en Andalucía con los que ha hilado sus intervenciones la oposición.
La expectación estaba en el primer careo entre la todavía candidata y Juan Ignacio Zoido. Susana Díaz ha exhibido más mordiente que en las anteriores intervenciones para replicar a un líder del PP-A empeñado en seguir sacando el caso ERE -“hay 33 altos cargos de la Junta de Andalucía imputados”- y anclado en argumentos como que su partido ganó las últimas elecciones autonómicas. Ha llegado a calificar de “fraude” esta investidura, y ha insistido en la necesidad de un adelanto electoral, recordándole que no ha sido elegida por la ciudadanía, “sino por 21.000 firmas de socialistas en una comunidad autónoma de más de ocho millones de habitantes”.
“Gobierne quien gobierne en España, las cosas van mal en Andalucía”, ha dicho. Pero sobre todo, el presidente del PP-A ha usado la mayor parte de su turno de palabra para hablar de José Antonio Griñán -que ha seguido el debate desde su despacho- y apenas se ha referido a su sucesora y a sus promesas, para finalmente enumerar una decena de propuestas del programa electoral del PP-A. Eso sí, también ha retado a Susana Díaz a que se dé respuesta, en virtud de esa transparencia que vende, “a los más de 600 expedientes” solicitados por los populares en relación a espinosos asuntos como el de los ERE, Invercaria o Bahía Competitiva.
Desafíos mutuos
Susana Díaz le ha respondido de forma contundente en la réplica parlamentaria con otros desafíos: como presentar las cuentas de los dos partidos los últimos 10 años -“vamos ahora a sacar las fotocopias, que no se tarda nada, y que lo certifique un notario”. Y le ha invitado a embarcarse en algunas de las medidas concretas de transparencia que ha propuesto, como la eliminación de las donaciones privadas para los partidos o la obligatoriedad de que los cónyuges de los cargos públicos presenten también su declaración de la renta. “He hecho la propuesta de lucha contra la corrupción más valiente que se ha escuchado aquí”, ha aseverado.
Para regocijo de los suyos, que sonreían y aplaudían desde sus escaños (hoy más) cuando ha dejado asomar un rato el animal político, Susana Díaz, no ha dudado en remontarse a sus orígenes de barrio para hablar de la falta de oportunidades de muchos jóvenes. Lección que no ha gustado al también alcalde de Sevilla, que le ha contestado con un “yo también le puedo decir lo que pasé de niño, pero todos tenemos la capacidad de poder superarlo”.
Pese a que Susana Díaz ha llegado a calificar al líder de la oposición de “político faltón” que le da “lástima”, en general, los socialistas han jugado a los roles de policía bueno y policía malo, y este último papel le ha tocado a su vicesecretario general, Mario Jiménez, que había intervenido antes abriendo la veda para sacar los trapos sucios. El número 2 del PSOE-A no dudó en hablar del caso Bárcenas y soltar píldoras del tipo: “Los populares envuelven sus mentiras en el oro de los sobornos” o “deben entregar sus títulos porque estaban dopados, igual que hicieron Jonson o Amstrong”. Mario Jiménez, quien en varias ocasiones se refirió a la bancada popular como “franquicia de la señora Cospedal y del señor Rajoy”, les atacó donde más duele últimamente: su falta de candidato, no ya para los próximos comicios, sino para este debate.
Y cuando Juan Ignacio Zoido ha hablado de que los ERE han arrastrado a José Antonio Griñán a la dimisión, ha dicho que el expresidente se ha ido “no porque tenga responsabilidad” en este asunto, “sino para evitar el daño terrible que la guerra sucia desplegada por ustedes estaba ocasionando a la imagen de la Junta de Andalucía”. Para concluir: “Usted no le llega ni a la suela de los zapatos”.
Las apostillas de IU
Por su parte, IU -que en palabras de su portavoz, José Antonio Castro, “aprieta pero no ahoga”- ha dejado claro a sus socios que va a darle guerra con los impuestos, ya que quiere abordar reformas ya para incrementar los ingresos, entre otras cosas, con tasas sobre las grandes superficies. Pero la presidenta ha insistido en que el debate del modelo fiscal lo quiere abordar con “lealtad al Gobierno de España” y “sin elevar la presión fiscal”.
También peleará IU para abordar la función social de las tierras públicas, ante lo que la presidenta ha insistido en que primero hace falta un “diagnóstico”. En todo caso, José Antonio Castro, ha puntualizado: “En muchas ocasiones no coincidimos plenamente en las posiciones ideológicas, pero nuestro horizonte es mejorar Andalucía”.
La sesión ha concluido con la votación por llamamiento, tras lo cual, Susana Díaz, que tomará posesión este sábado, ha salido entre abrazos y besos, e incluso lágrimas de algunos socialistas que lucían pegatinas de Todos somos presidentas. Se ha detenido para saludar a muchos compañeros que la felicitaban. “Cómo le ha cambiado la vida hoy a esta niña”, decía uno de esos veteranos militantes del PSOE-A que ha visto a Susana Díaz crecer en la política.