En Expaña extrañamos mucho el porvenir de antaño, buscamos enemigos, puteamos al vecino y veneramos al invasor. Un chaval depilado hasta las cejas charla con su compadre en el bar sobre los temas que realmente interesan: el balón de oro a Ronaldo, los éxitos de Belén Esteban y Kiko Rivera y el paseíllo de la niña de Elvis. Ninguna referencia a los indicios de culpabilidad del año entrante, por detrás o por delante. Aquí lo único que importa es la imagen. El sonido corresponde a la cultura petarda. La imagen muestra a Alí Babá y sus 40 futuros indultados visitando la cueva del tío Sam, ahora lo que mola es que el blanco de todas las miradas reciba el galardón de manos de un negro-negro, aprovechando la imputación del rey Baltazar. Pelé entrega el testigo a Cristiano. Obama regala un piropo envenenado a Mariano. Mojón de oro al gran liderazgo. El mundo al contrario, en tecnicolor.
El exconsumidor expañol de mediana edad se había habituado a ser explotado de joven, exprimido en la madurez y expulsado a los cincuenta. Hoy no sabe a qué atenerse, en un país devaluado y empobrecido, y observa con asombro el avance imparable de estafadores, impostores, fiscales defensores, amigos de lo nuestro y expertos, un batallón de expertos, anteayer llamados asesores, que saca tajada de la reinante confusión a ritmo vertiginoso. Los rebeldes de Caralibro anuncian Apocalipsis en falso, auguran revoluciones centrifugadas. Lo suyo sería mirar los casos urgentes al trasluz. Burgos, un barrio, un constructor sin escrúpulos, un político travieso, un comercio ahogado, la privatización del espacio público. Nada nuevo. En El Puerto de Santa María, sin ir más lejos, no cejan en el empeño de robar plazas de aparcamiento en superficie a los vecinos de la Plaza de Toros, hundirlas bajo tierra y revendérselas a precio de ocasión en estrambótica operación de futuro. Viejo truco.
Olvidaremos Burgos, como arrinconamos el 15M y otros chispazos, y nos afanaremos en la triste pero emocionante tarea de llorar desidias y claudicar sospechas en el centro de la cancha. Admitiremos clases de recuperación de quienes nos han suspendido en el aire viciado de la eterna incertidumbre, Dejaremos marchar a científicos y cantautores. Una luz al final del túnel guiará el camino, hermano. Cuando vuelvas de “descambiar” la prenda que te trajo tu tía en la Epifanía del Señor, emplearemos todas nuestras fuerzas vivas en voltear las cosas para que todo siga igual. Venderemos las acciones del canal de Panamá, ejerceremos la libertad de voto cautivo, reiremos las gracias del sieso, afearemos la conducta del pusilánime, y conjugaremos el verbo en boga: emprender, de tal modo y manera que, una de dos, la emprenderemos a golpes de efecto o emprenderemos la huida hacia delante. Qué plan. Tenemos un plan. Hollande ya se ve. Por cierto, nada que ver, ¿por qué razón los presuntos delitos de amor mueven el mundo? Nada como un buen asunto de cuernos para hacer tambalear a un presidente, ya sea de gobierno, del FBI del dinero o de la comunidad de vecinos.
Uno de chico quería ser bombero, luego escritor frustrado y, finalmente, desobediente. Hoy sueña con embarcar la pelota en el juego de las apariencias y alienta íntimas rupturas de desigualdad.
Lo suyo sería apagar la tele en el instante preciso en que el experto de marras hable de cifras concretas: uno coma ocho de melancolía, quince por ciento de amnesia, cuarto y mitad de esperanza, cuarenta por ciento de paro en la provincia de Cádiz. La gente no respeta ni que estamos en Carnaval.