“La principal reserva natural de Europa Occidental” contará a partir de ahora con 14.000 hectáreas más para proteger sus ecosistemas y biodiversidad. Así lo ha aprobado este martes el consejo de gobierno de la Junta de Andalucía, ampliando así el espacio natural hasta las 128.000 hectáreas.
Lo hace en un momento complicado: con Europa a punto de llevar a España ante el Tribunal de Justicia Europeo por la sobreexplotación del acuífero que nutre los ecosistemas del espacio protegido.
Cuenta el periodista Jorge Molina, autor del libro Doñana, todo era nuevo y salvaje y el documental El hombre que salvó el paraíso, que el espacio protegido nació ya bajo el riesgo de, como decía una ley de los años 50, “aprovechar terrenos baldíos o insalubres” y convertir este lugar único en plantaciones de arroz y eucalipto. “Ese riesgo ha continuado por un motivo: Doñana es costera, accesible, tentadora. Dar pasos para el desarrollismo es tentador y siempre hay gestores políticos en busca de votos y empresarios en busca de euros y que desean ese camino”.
Fueron, abunda Molina, tres personas únicas las que “contra todo criterio, se opusieron a que se cultivara Doñana con arroz o con árboles madereros. Valverde y González Gordon a la cabeza, junto a Luc Hoffman. El científico, el terrateniente y el filántropo en lucha contra el Consejo de Ministros, el entorno social y el empresariado andaluz. Parece mentira que ganasen”. ¿Ganaron realmente?
A la vista de cómo aquellas 6.671 hectáreas de aquella Reserva Biológica de Doñana inical se han multiplicado por 20 se puede decir que su legado se ha ido trasmitiendo y potenciando de generación en generación. Desde Andalucía hasta Naciones Unidas, pasando por España y Europa, todas las administraciones con capacidad para proteger el medio ambiente, han aportado su granito de arena en la conservación de este espacio único donde crían y pasan el invierno las aves que cada año transitan entre África y Europa.
A la amenaza de su drenaje en los años 50 le siguió el urbanismo metastásico de Costa Doñana en los 80, el desastre de la mina de Aznalcóllar (que llevó metales pesados hasta sus puertas) en los 90 o hasta las ideas peregrinas de conectar Huelva con Cádiz con una autovía que cruzara Doñana o atravesar el espacio natural con un oleoducto que culminara con una refinería en Extremadura. Esquivados estos peligros, son otros los grandes problemas que hoy en día se ciernen sobre el espacio protegido.
La Estación Biológica de Doñana, organismo de investigación del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), es dueña de un pedazo de Doñana de 10.000 hectáreas, coordina la investigación en el parque y asesora al Consejo de Participación con su conocimiento científico. Su director, Xim Cerdá, le subraya a eldiario.es Andalucía que “el problema fundamental del parque es el agua. Tenemos a muchos investigadores trabajando en las marismas y las lagunas temporales. La disminución de la presión sobre el acuífero ayuda a que, por ejemplo, la marisma esté más inundada”.
Esa presión sobre las aguas subterráneas la ejerce hoy en gran medida la agricultura, que ha proliferado de manera legal e ilegal en la corona norte del parque. Según la organización ecologista WWF, una de cada tres hectáreas de ilegal. Esas 11.000 hectáreas de cultivos de fresas y otros frutos rojos suponen hoy en día una de las mayores amenazas para las aguas subterráneas de las que se nutren buena parte de los ecosistemas de Doñana. Aunque la administración autonómica y nacional tratan de hacerle frente con el cierre de pozos y su ordenación mediante el llamado Plan de la Fresa, Europa lo considera insuficiente y apunta ya a sanciones ante el Tribunal de Justicia Europeo.
El Guadalquivir, un río desequilibrado
Juanjo Carmona, portavoz de WWF en Andalucía, señala el dragado del Guadalquivir como otro de los mayores problemas de Doñana en caso de que el Puerto de Sevilla logre sacarlo adelante. “Hay que restaurar el equilibrio que se rompió en el río en el siglo XX. Se han cortado los brazos, se le han hecho dos grandes dragados, se han ocupado las llanuras de inundación y se ha contaminado el río. Un dragado de profundización es justo lo que no necesita ni el Guadalquivir ni sus marismas”.
Hace cinco años, el CSIC, junto a varias universidades andaluzas, presentó un informe “exhaustivo” sobre el estuario del Guadalquivir en el que se desaconsejaba dicho dragado. “Se tomaron muchos datos para poder hacer el informe, que dejaba claro que no se debía hacer el dragado bajo esas condiciones. Ahora es cuestión de que las administraciones hagan caso, parece que (el Puerto de Sevilla) no acepta un no por respuesta”, destaca el director de la EBD.
El fantasma del desastre ambiental ha reaparecido con la aprobación de reapertura de la mina de Aznalcóllar, también ligada al problema del agua, que fue precisamente la que impulsó el vertido de metales pesados hasta las puertas de Doñana hace 18 años. “Es necesario un seguimiento exhaustivo y un estudio previo antes de la explotación para evitar que haya problemas”, señala Cerdá.
El almacén gasístico de Gas Natural es otra de las amenazas a las puertas de Doñana. Dividido en cuatro partes como “ingeniería administrativa”, tal y como lo ha definido el consejero de Medio Ambiente, José Fiscal, tan solo el de Marisma Oriental no ha recibido autorización ambiental por afectar al espacio natural. Sin embargo, el que más preocupa a los ecologistas es el de Marisma Occidental, pues se sitúa justo en el borde del espacio protegido y creen que cualquier incidente puede terminar contaminando las aguas de Doñana o provocando problemas sísmicos. Asimismo, rechazan que un símbolo ambiental como Doñana contribuya al cambio climático almacenando un gas de efecto invernadero en sus entrañas. “Estamos en contra de los hidrocarburos y favor de las renovables. Que lo monten donde quieran, pero no en un espacio protegido”, sentencia Juan Romero, responsable de Ecologistas en Acción en Doñana.
La pandemia del conejo
En cuanto a la biodiversidad, el mayor quebradero de cabeza es el conejo, que tras sufrir una pandemia en toda la Península Ibérica, su población ha quedado en un estado tan precario en Doñana, que ha habido que introducirlo como alimentación suplementaria para evitar el declive de especies tan amenazadas como el lince ibérico o el águila imperial. Aunque quedan pendientes los pasos de fauna en puntos negros de atropello de lince, la mortalidad por accidentes de tráfico sí se ha logrado reducir en el espacio protegido.
El cambio climático afecta ya, por su parte, a otras especies de Doñana. Carmen Díaz Paniagua, experta en anfibios de la EBD, indica que el aumento de las temperaturas “afecta al periodo de reproducción de los animales y a la duración de las lagunas. Ese aumento hace que las especies puedan adelantar su periodo de reproducción y que una helada acabe con sus larvas”. El sapo de espuela, al ser la especie que se reproduce más temprano y tiene un periodo de reproducción más largo, es la que está más expuesta “a la pérdida de miles de larvas y a la regresión de la especie”.
Doñana es, en definitiva, un espacio natural rico en biodiversidad y ecosistemas, pero frágil que, según los expertos, requiere de una gobernanza o acuerdo entre todos sus actores para mantener un equilibrio entre la explotación de sus recursos y la conservación.